Chapter 277 - 74

Pasaron varios meses, estuve buscando médicos cirujanos que pudieran atender el caso de mi madre. Nadie ha estado de acuerdo, por la idea de tener que viajar. La paciencia la he ido perdiendo cada vez que se niegan. Nuestra única opción que nos quedaba era un médico que está en el estado de Nueva York, pero este, ya se había negando porque Mr. Jefferson fue muy cortante con él por la situación que está enfrentando. Estaré viajando hoy mismo con Akira a Nueva York. Este médico va a tener que aceptar, porque no le daré más opción. Estoy cansada de que a nadie le importe la salud de mi madre, sigue pasando el tiempo y ella sigue empeorando. La visito solo mientras está dormida, es muy poco el tiempo que dura despierta. No he querido que me vea, ya que eso le podría ocasionar un shock muy fuerte y ella está muy débil.

Regresé hace unas semanas a la oficina con la idea de integrarme de nuevo y poder acercarme más a Kanji, ya que tengo que seguir con esta identidad de mierda, supongo que no me queda de otra que seguir actuando como ella, al menos mientras pasa la situación. Tengo unos planes en mente y para eso Kanji será la pieza que mejor uso le daré; ya que con Akira cada día se ha vuelto más difícil negociar. Si quiero que mi familia sea libre de las desgracias, tengo que actuar pronto.

Con Akira todo va muy bien, la relación ha estado mejorando. Tenemos nuestras diferencias como todo matrimonio, pero las hemos sobrepasado juntos. Sigue igual de necio y con los celos hacia Lin luego de aquel suceso, pero es algo que espero se le pase. Me he estado protegiendo tomando pastillas para evitar quedar embarazada, hasta ahora Akira no lo sabe y espero que siga así. No es el momento de tener hijos, no, hasta que se muera esa familia; es por eso que me encargaré de ayudarlo a mi manera. Ya sé como son todos, así que me cansé de tenerle lástima a personas sin escrúpulos como esos. Si quiero defender a mi familia de toda esta guerra, lo mejor será prepararme. Me cansé de que solo me usen a mi para lastimar a Akira. Estoy harta de ser una presa fácil para todos esos psicópatas; es por eso que usaré a quien tenga que usar para lograr lo que quiero.

En este viaje no traje a Lin ni a Kaori, pero les prometí que regresaríamos pronto. Saben que no es para trabajo, es más bien, para traer a ese médico así sea por las orejas. Kanji se fue en una viaje de negocio y me quedé a cargo de la compañía mientras regresaba, pero dado el caso que tengo está situación, le pedí a Mr. Jefferson que se encargara de la empresa mientras regresamos. Solo será un día, no creo que nos tome más que eso. Ya que él conoce del manejo de una empresa, es por esa razón que lo dejé a cargo.

Según llegamos a Nueva York, nos dirigimos directamente a la oficina del médico; estaba con un paciente, así que nos tocó esperar mientras terminaba.

—Espero no complique las cosas— le advertí a Akira.

—Yo espero lo mismo, corderito.

Luego de un rato, la secretaria nos avisó que podíamos pasar.

—Seremos breve, no le tomaremos mucho tiempo, doctor— le dijo Akira según entramos.

—Tomen asiento— dijo el doctor, sentándose en su silla.

—Sé que tiene conocimiento del caso de Yukine Yama, soy su hija. Estuvo hace unos meses por aquí el Sr. Jefferson, su esposo.

—Conozco bien de quién habla. ¿Qué es lo que desean? Creí haber hablado con el Sr. Jefferson sobre la situación.

—Vengo a insistir para que atienda a mi madre y la opere.

—Señorita…

—Leiko.

—Srta. Leiko, ya había hablado con el Sr. Jefferson y le expliqué mis razones, pero este no aceptó traer a la paciente a mi clínica. Yo no puedo salir del país así como así; tengo mis pacientes y tengo una familia que atender, sin contar mis negocios y mi clínica. No sé si entienda, pero tengo mucho trabajo.

—Le pagaremos muy bien, si ese es el caso.

—Me ofende, Srta. Leiko. Tengo buenos ingresos, y el dinero es lo menos que me falta. El dinero no lo es todo. Entiendo su preocupación, el caso de su madre es algo complicado y me hubiera gustado atenderlo como se debe, pero no puedo dejar mi clínica.

—No podemos traer a mi madre a este estado. Ella está muy delicada y ha estado viajando recientemente mucho por la situación que está enfrentando; además su vida corre peligro si la traemos a una clínica pública como la suya.

—¿Por qué corre peligro?

—Asuntos personales, doctor— comentó Akira.

—Le ruego amablemente que ayude a mi madre.  

—Srta. Leiko, no puedo dejar mi clínica. Tengo pacientes que necesitan de mi, no puedo simplemente dejarlos.

—¿Está queriendo decir que la vida de estos pacientes, es mucho más importante que la de mi madre? ¿Qué tipo de doctor es usted? Un verdadero doctor quiere el bien para cualquier persona, pertenezca o no a su clínica. No le estoy pidiendo nada complejo, le estoy pidiendo por la vida de mi madre. Solo necesito que usted la opere, ya luego si quiere venir de vuelta puede hacerlo.

—Srta. Leiko, lo siento, pero no puedo ayudarla. Conozco de un médico...— interrumpí antes que pudiera terminar de decirlo.

—Yo lo quiero a usted, ya hemos tratado con todos y nadie hace nada. No dejaría a mi madre en las manos de otro médico que no conozca.

—Usted no me conoce.

—Pero tiene muy buena reputación por ser uno de los mejores cirujanos. Estoy segura que podrá ayudar a mi madre, así que por última vez le pido amablemente que considere mi oferta y la ayude.

—No puedo, Srta. Leiko. Realmente me gustaría, pero no puedo dejar mi clínica ni a mis pacientes en el aire.

—Estaba evitando a toda costa hacer las cosas a la mala, pero veo que no me da otra opción, doctor —le dije. Akira cerró la puerta con seguro y le apuntó con el arma al doctor.

—¿Qué es lo que están haciendo?— se puso muy nervioso al ver el arma.

—Me prometí traerlo a la buena o a la mala, doctor. La salud de mi madre es primero.

—No tienen que llegar a estos extremos. Pueden tener problemas con la policía. Puedo entender su preocupación, Srta. Leiko, pero entiéndanme ustedes a mi.

—No tengo nada que entender, lo único que entiendo es que, no le importa la salud de mi madre, para usted la de otros es más importante. Mi madre está delicada de salud y necesita un médico, ¿Y adivine qué? Usted va con nosotros.

—Ya escuchó. Levántese de la silla y no se atreva hacer una estupidez, verá que me pongo nervioso y se puede escapar un tiro— comentó Akira.

—Y sería una lástima que no pueda regresar a la casa con su familia, solo por ser tan necio. Levántate de la silla y camina sin hacer nada de escándalo— le dije.

Vi que movió su mano debajo del escritorio, y me levanté tirando todos los papeles que tenía sobre la mesa.

—Suelta lo que tienes ahí. Si no quiere terminar mal herido, será mejor que no hagas algo tan estúpido en frente de nosotros — se puso muy nervioso—. Ahora ponlo sobre la mesa— le ordené, y puso el teléfono encima de la mesa, así que lo cogí para meterlo en mi bolsillo.

—Allá afuera están mis hombres y tienen una orden específica, y es que si no sales con nosotros, van a matar a todos los que están ahí fuera; incluyendo a tu secretaria, ¿Eso quiere?— le preguntó Akira.

Akira caminó hacia el doctor y lo jaló del brazo, haciéndolo levantarse del asiento.

—Se van arrepentir de esto, ¡Esto es un secuestro!

—Si no viene con nosotros, no solo será secuestró, más bien sera una masacre. Morirán todos con usted. Muévete, y no te atrevas a levantar sospechas allá afuera. Caminarás hasta el auto con nosotros, y no trates una tontería como la de hace un momento o no respondo— le advirtió Akira. Guardó el arma y lo empujó a la puerta.

—Actúaras como si nada estuviera pasando. Trate de actuar lo mejor posible para que su secretaria no sospeche, o tendremos que deshacernos de ella también. No queremos testigos, ¿me dejo entender? — pregunté. Me fui al frente de él y caminó detrás de mi; Akira estaba a una distancia prudente. La secretaria lo detuvo según salió.

—¿Sucede algo, doctor?

—No, tengo que salir de emergencia. Cancela las citas de la tarde, y espera a mis indicaciones.

—Esta bien— se nos quedó mirando algo extraña, yo espero que no se haya dado cuenta de que algo anda mal.

Caminamos hasta el auto con el doctor, y se subió sin dar problemas.

—¿Ahora qué?— preguntó.

—Tenemos todo preparado para que viajes con nosotros, el avión nos está esperando.

—Pero tengo que despedirme de mi esposa.

—Me temo que no hay tiempo para eso. Si hace su trabajo, nos encargaremos de permitirle comunicarse con ella, mientras tanto, haga todo lo que le decimos— bajó su cabeza preocupado.

Yo no quería las cosas a la mala, pero él no dio otra opción.