Akira
2 meses después
—Quiero estar en el tratamiento con ella, no la voy a dejarla más sola.
—Que estés con ella en este proceso puede tomar más tiempo, Sr. Akira— dijo el doctor.
—No la dejaré más tiempo sola. Sé que le ayudará el tenerme cerca, aunque ella se niegue, se siente mejor estando a mi lado. Una carga compartida es más liviana. El proceso lo pasaremos juntos. Nos puede ayudar también en nuestro matrimonio. Sé que ella aún me guarda remordimiento por todo lo que le conté.
—Es el primer caso que tengo donde la paciente ha vivido ciertos traumas, y aún sigue tan activa. Por lo regular, guardan silencio o se muestran agresivos; ella es todo lo contrario, eso puede ayudar de mucho. Ella está muy dispuesta hablar y a expresar lo que siente, muy pocos lo están.
—¿Cree que le conviene un cambio de ambiente?
—¿Ambiente?
—Sí, ¿cree que si la llevo a la casa, le ayude en su tratamiento?
—Estar en un ambiente tóxico y cargado no le hace bien a nadie.
—Del peligro no considero que haya ninguno, por ahora.
—De igual manera no lo recomiendo. Ella está cooperando con el tratamiento, supongo porque se siente en la obligación. Teniendo a tantas personas custodiando este lugar, le está haciendo sentir algo inquieta.
—Algo me dice que ella le está lavando el cerebro. Se supone que se sienta segura al igual que usted, parece que está tratando de manipularlo también, doctor. No se deje manejar por el precioso corderito de mi mujer. Ella no es cualquier persona, y es muy inteligente, aunque no lo parezca.
—Ella no me está manipulando. Lo estoy diciendo por su bien. Si quiere que se recupere, al menos no tenga tantas personas aquí metida, pues le causa mucho estrés a la paciente.
—Voy a tener a todas las personas que crea necesario. A ella nunca le ha molestado ver a mis hombres cerca, está muy claro que lo hace para que baje la guardia, y ella tratar de hacer una estupidez. ¿Me cree tonto, doctor?
—Para nada, solo le digo lo que está provocando en la paciente.
—Quiero verla.
—Ella no quiere verlo, no es conveniente que lo haga.
—Llevo dos meses sin verla. ¿Cree que me iré sin hacerlo?
—No debe ser tan egoísta, eso puede alterar a la paciente.
—¿Alterar? Puedo creerlo, pero no precisamente de esa forma que piensa. Estoy seguro que dentro de ella, está loca por verme, tanto como yo. Le he dado su espacio, pero soy yo quien necesita de ella; y tienes razón, soy muy egoísta y con ella más, es por eso que va a dejarme verla.
—Esta bien, lo que diga. Venga conmigo— me trajo a la habitación donde la tenían—. Srta. Lisa, tiene visita— le avisó.
Lisa
—¿De quién?— pregunté.
—De tu esposo, corderito— abrieron la puerta y entró Akira.
—¿Qué haces tú aquí? — pregunté molesta.
—¿No estás feliz de verme, corderito?
—Claro que no— no pensé que vendría luego de haberme dejado encerrada aquí—. Eres un desgraciado por haberme dejado encerrada aquí, y ni siquiera venir a ver para saber cómo están las cosas.
—El Sr. Akira ha estado viniendo todos los días sin falta, Srta. Lisa— comentó el doctor.
—Déjanos a solas, doctor— ordenó Akira.
—Si necesita mi ayuda, puede notificarme por el Intercom. Permiso—dijo el doctor antes de irse.
—Ni que la fuera a lastimar— gruñó molesto—. Lo que dijo ese imbécil es totalmente cierto; no creas que has estado sola porque no ha sido así. Hubiera querido estar cerca de tí en todo el proceso, pero dijeron que no sería buena idea para el tratamiento.
—¿Esa es tu excusa?
—Has estado manipulando a ese imbécil, ¿No es así?
—No sé de qué hablas.
—¿Me ves cara de imbécil? — se acercó y retrocedí—. Dejando todo eso a un lado, ¿Cómo te sientes?
—Como si te importara.
—Me importa más de lo que crees.
—Pues sácame de aquí.
—Aún no es el momento, pero cuando lo sea, seré el primero en sacarte.
—De nada vale que hayas venido entonces.
—Que cortante tte has vuelto, lisa. Yo que creí que vendrías abrazarme al verme, pero por lo que veo, ya ni siquiera sientes emoción.
—Ya te lo dije, no tengo porqué sentir nada por alguien que me abandonó en este lugar.
—Lo hice por tu bien. Yo más que nadie quiero que estés conmigo. Me duele que las cosas sean así y más por ser mi culpa.
—Sí, eres tú quien debería estar aquí. Eres tú quien tiene muchos problemas.
—Aceptaría si pudiera dormir en la misma cama contigo.
—¿Qué mierdas dices? — me puso incómoda su comentario.
—Te has delatado, así que aún puedes avergonzarte, ¿eh? Eso no los has cambiado, princesa.
—Eres un completo imbécil.
—Este imbécil que sigues amando, querida, ¿Vas a seguir negándolo?
—¡Ya lárgate! ¡No quiero verte nunca más!
—Eso es imposible, no te olvides que tenemos tres hermosos hijos y estás casada conmigo.
—¿Cómo están mis hijos?
—Toma — me pasó una foto de los dos, estaban jugando con Aoi. Se veían muy lindos, y no pude contener mis lagrimas. Los extraño demasiado—. Tienes que recuperarte pronto porque ellos te están esperando, al igual que yo.
—Sácame de aqui, Akira.
—Te juro que quisiera, pero no puedo.
—Lárgate de aquí entonces y no vuelvas a venir. No quiero verte.— Akira me acorraló en la pared.
—Seguiré viniendo aunque no quieras, no voy a seguir teniéndote lejos. No creas que no me has hecho falta estos dos meses. Parecen una puta eternidad. Sé que muy en el fondo, tú también te sientes igual. No creas que no duele tener que despertar cada día sin tenerte al lado mío. Me acostumbré a ti, y esto me hace daño. Ya sé que fui el culpable y lo estoy pagando, es por eso que te pido que pongas de tu parte para poder sacarte de aquí lo más pronto posible. Tienes que mejorarte por ti, nuestros hijos y por mi.
—Tu no sabes lo que siento, no creo que lo puedas entender tampoco. No te quiero cerca, aléjate de mi— me besó a la fuerza como siempre hace. Hace dos meses no pruebo sus labios, y tal parece que ya había olvidado lo dulce que son sus besos. A pesar de siempre ser tan impulsivo, puede hacer que mi cuerpo reaccione a sus besos o caricias.
—¿Ves lo que me haces hacer?
—Detén esto, y lárgate ya— llevó su mano a mi mentón, obligándome a mirarlo.
—¿Cómo puedo detenerme cuando pones esa expresión?
—¡Vete!— murmuré con mi voz temblorosa.
—Te extraño tanto, lisa— me besó de vuelta, pero esta vez no fue tan brusco. Lo hizo muy tierna y delicadamente, que sentí como si hubiera perdido las fuerzas en mi cuerpo. Con un beso tiene ese don de manejar mi cuerpo a su antojo. ¡Maldito sea!
—Ya vete— insistí.
—Recupérate pronto. Vendré a verte mañana.
—Adiós— traté de sonar cortante aunque mi voz se escuchaba entrecortada por lo de hace un momento. Akira retrocedió y dio una última mirada triste antes de irse.
Odio creer que tengo el manejo de todo, cuando él con una simple mirada puede controlarme a su antojo.