—Sabía que contigo no iba ser así de fácil, fue un error venir aquí.
—Tu más que nadie sabías que no iba a firmar eso. Si creíste que al venir aquí con esa mierda de documentos, iba a permitir que te salieras con la tuya, estás equivocada, corderito. Si viniste aquí fue porque deseabas verme, ¿No es así?
—Contigo no hay forma de hablar, Akira. Será mejor dejar el tema hasta aquí— intenté salir, pero se cruzó en la puerta.
—¿Y tú crees que ahora que llegaste aquí, te dejaré ir así de fácil?
—No te atrevas hacer nada. No hagas esto más difícil.
—No me importa lo que digas. De aquí no vas a salir — cerró la puerta con seguro y retrocedí—. ¿Por qué no llamas a Mr. Jefferson ahora? Ah, no te puede escuchar, ¿cierto?
—¿Cómo sabes que está aquí?
—Porque eres demasiado pendeja para darme la cara sola, lisa. Puedes gritar lo que quieras, no te contengas— sonrió maliciosamente.
—Te vas arrepentir de esto. Hagas lo que hagas, no voy a cambiar de opinión.
—Ya veremos, querida. No sabes lo molesto que me tienes. He tenido demasiada paciencia contigo; porque mira que eres difícil, preciosa. Ya he tenido suficientemente con este juego absurdo. Tienes tanta suerte de que tenemos una hermosa hija o no sé si fuera capaz de tolerar una imprudencia más de este tamaño.
—No tienes que contenerte, Akira; al final de cuentas la única forma de arreglar las cosas para ti es esta.
—Tienes razón. Quizás eso debí hacer hace años atrás, lástima que ahora en el presente sea algo complicado.
—Si hubieras querido hacerlo, ya lo hubieras hecho. No hay nada que te detenga cuando se te mete algo a la cabeza.
—Si me conoces tan bien como dices, sabes que si lo no le he hecho, es por Kaori. Jamás perdonaría a alguien que me dio la espalda y me quitó a mis hijos. Ya te di suficiente tiempo para que razonaras sobre esta decisión y parece que aún seguirás con esto.
—Si, y no voy a cambiar de opinión— caminó hacia mí.
—Si quieres las cosas así, está bien. Luego no te quiero llorando. Sabes que puedo quitarte todo, ¿Cierto? Si no lo he hecho es por nuestros hijos, pero ya que los quieres seguir alejando de mí, no quiero lamentos.
—A mi no me amenazas, Akira.
—Es una advertencia. Si vas a otro abogado y no desistes de la idea, te quitaré a mis hijos y me los llevaré lejos. No los verás nunca más. Ya te he tolerado demasiado y ya me tienes cansado con tu papel de víctima.
—Tu me tienes cansada a mí con las amenazas. Te metes con mis hijos y no voy a responder de mi. Ves a nuestros hijos como objetos y ellos no lo son.
—Eso te digo yo a ti, lisa. No me provoques más y deja ese maldito orgullo que tienes. Desiste de este juego y regresa a la casa con nuestros hijos o atente a las consecuencias.
—No voy a desistir, Akira. No voy a permitir que les destruyas más la vida. No has cambiado, ni te has dado cuenta del error grave que cometiste. Me decepcionas cada vez más. Creí encontrarme con un Akira arrepentido o preocupado, pero veo que sigues siendo el mismo cabrón de siempre.
—Mucho más cabrón, preciosa. En esto me has convertido por haberte ido.
—No le eches la culpa a los demás de como eres, porque el único culpable de ser este monstruo despreciable, eres tú.
—Ya tengo suficiente de tu estupidez — me agarró el cuello y me empujó contra su escritorio —. Voy a callar esa maldita boca, que solo dice necedades— rasguñé su cara por el forcejeó que estaba haciendo con él y tiré una patada a sus genitales para dirigirme a la puerta, pero como era de esperarse, eso no podría hacerle mucho a ese demonio. Me agarró por la cintura y me tiró al suelo para subirse sobre mí—. Que fiera me saliste— me agarró los dos brazos y ejerció fuerzas sobre ellos contra el suelo —. Así es como se doma a una fiera— sonrió maliciosamente.
—Eres de lo peor. Esto no te lo voy a perdonar nunca, Akira.
—Tampoco necesito que lo hagas. Somos enemigos ahora, ¿No es así? Ni modo que trate a mi enemiga de buena forma, luego de haberme dañado la cara, ¿No crees?
—¡Ya detente, Akira!
—No me da la gana. Ahora que por fin, luego de tres meses te tengo aquí, no voy a dejarte ir fácilmente. No hasta que me divierta contigo un poco.
—Déjame en paz, desgraciado. ¡Te odio!
—Y yo a ti también. Te odié por mucho tiempo y te sigo odiando, pero tienes ese don de hacerme olvidarlo por completo. Creo que esto le hacía falta a nuestra relación, corderito. Que me mires con esa misma expresión de ahora. Esa expresión que me enciende tanto de ti.
—Esto es lo que odio tanto de ti. ¡Eres un enfermo! Te has convertido en un violador repulsivo. ¡Me das asco!— realmente estaba aterrada. Este Akira que tengo enfrente, no es el mismo que conocí.
—Si te comportas como una buena chica, seré gentil, de lo contrario no tendré compasión de ti.
—Maldito el día en que te conocí. No debí casarme contigo, eres lo peor que me pudo pasar — dije lo que en ese momento sentía. Estaba muy asustada, sabía que nada de lo que dijera, detendría a ese demonio. Akira se veía aún más molesto.
—Seré tu maldito error y tú peor pesadilla, pero no te da el derecho de decir algo como eso. Yo jamás me he arrepentido de haberte conocido por más perra que hayas sido conmigo. Eres una verdadera necia y eso me molesta. ¡Debería matarte! — de alguna forma eso me hizo sentir más mal. Sé que no debía decir eso, pero el miedo me obligó—. Eres una malagradecida, ¿Sabes todo lo que he estado pasando por tu culpa? Soy yo quien debería arrepentirme de haberte conocido o de haber cambiado todo por ti. Debería ser yo quien maldiga el puto momento de haberme abierto a ti o de haberte amado como te amo — una lágrima bajó por el rostro de Akira y me soltó para levantarse de encima de mí. Caminó a su escritorio y yo me levanté del suelo.
—Iré a visitar a mis hijos mañana y no se te ocurra evitarlo, lisa— no quiso darme la cara—. Para la próxima no tendré lástima de ti. ¡Ya lárgate de aquí!— gritó.
Haber visto a Akira de esa forma me dolió más que cualquier cosa. Algunas palabras hieren más que un puñal o un golpe. No debí decirlo, pero de nada vale que pida disculpas ahora. Ya lo hecho, hecho esta.