Chapter 151 - 151

Han pasado 3 semanas desde el incidente. Akira ha puesto de su parte, por suerte. Le dieron de alta a la semana. Al llegar a la casa se mantuvo tranquilo, pero hoy está decidido a visitar a su padre. Aún no ha querido dar información del paradero de mi hermana, no sé si para este tiempo ella esté aún viva. En las condiciones que se encontraba, me da escalofríos nada más de recordarla. Akira me juró que haría que confesara. No he hablado del tema con mi madre, de hecho, no la veo desde la última vez que tuvimos esa diferencia. Mr. Jefferson ha estado al pendiente de todo, pero se ha mantenido la mayor parte del tiempo vigilando al padre de Akira.

—No pensarás ir solo, ¿Verdad?

—¿Por qué la pregunta?

—Quiero ir, tengo que saber dónde tiene a mi hermana.

—Ya habíamos hablado sobre esto, corderito.

—Si, y yo insisto.

—Lisa, no importa lo que me digas no voy a controlarme. Espero estés consciente de eso. Si vas a sentir lástima por él, será mejor que no vayas.

—No voy a interferir, sé muy bien todo lo que sientes, pero déjame acompañarte. No quiero que pases todo esto solo. Soy tu esposa, ¿No es así?—Akira suspiró y se acercó.

—Eres una niña necia— acarició mi cabeza.

—Seré buena, lo prometo— Akira rio.

—Te conviene, corderito— no lucía serio al decirlo, así que lo tomé a broma.

Salimos de la casa para ir al lugar donde lo tenían. No habíamos venido a este lugar nunca. Era parecido a una cabaña, la estructura estaba hecha en madera. Habían varios hombres afuera del lugar, era imposible que alguien pueda escapar de este lugar con tanta gente armada. Habían dos perros bastante agresivos, podía escuchar los ladridos aún estando en el auto. Nos bajamos y entramos, Mr. Jefferson estaba parado enfrente del padre Akira, quien estaba amarrado con cadenas a la pared, colgando como un perro y su cuerpo al desnudo.

—Querido padre—Akira comenzó a reír tan fuerte, como nunca lo había escuchado. Debe estar tan feliz por la situación, algo que me hace feliz a mi también. El viejo levantó la cabeza al escuchar la voz de Akira, su rostro estaba golpeado y lleno de sangre. Ya habían empezando la diversión por lo que veo.

—¿Tienes todo lo que te mandé a traer, Jefferson?

—Si, Akira— respondió Jefferson.

—Oh, ¿ves como son las cosas ahora, padre?— su padre rio descaradamente.

—Pierdes tu tiempo, pendejo— dijo en un tono despreocupado.

—No, no lo pierdo. Tengo todo el tiempo del mundo para ti— caminó a su padre y agarró su cuello—. ¿No crees que debemos recuperar el tiempo perdido?

—Quieres vengar a tu perra madre, pero ya nada puedes hacer, no vas a poder revivirla, hijo —su risa era tan despreciable, que me molestaba. Akira guardaba la calma, pero en la expresión de Jefferson, se podía notar que estaba hirviendo de la rabia.

—Lo sé, por eso me voy a divertir contigo, hasta que me sienta satisfecho. Espero guardes todas tus energías para lo que viene— Akira se quitó el traje y subió las mangas de su camisa—. Trae el equipo— le ordenó a Mr. Jefferson.

Al regresar Mr. Jefferson llegó con una máquina y varios cables. Cada punta del cable contenía unas abrazaderas en metal. La colocó en una mesa cercana y le dio los cables a Akira.

—¿Por qué no calentamos un poco, padre? —fue poniendo las abrazaderas en los pezones de su padre, en el cuello, en el vientre, en los testículos y en los pies. Su padre se veía algo nervioso, aunque estaba intentando controlarse. Conectó los cables a la máquina y la encendió.

—Veamos si funciona— al darle a un botón, el padre de Akira comenzó a gritar—. Si no me dices si funciona o no, ¿Cómo podré saberlo?—dijo entre risas y detuvo la máquina.

—¡Cabrón!— gritó molesto.

—Parece que no está funcionando correctamente—Akira presionó el botón y subió la frecuencia. Su padre gritaba mientras que Akira reía. Jamás lo había visto tan feliz—. ¿Aún no se siente?— subió un poco más la frecuencia y su padre se retorcía del dolor, se podía ver su saliva saliendo de la boca. Luego de unos instantes la detuvo y el viejo escupió en el suelo—. Vas a arrepentirte por todo lo que le hiciste a mi madre y a mi. No veo el momento de sacarte las tripas.

—¿Crees que me arrepiento de haberla matado? Era una vieja inservible y tú un engendro que no debió haber nacido— Akira se veía tranquilo al escucharlo, pero era yo quien me sentía llena de rabia y ni se diga Mr. Jefferson. ¿Cómo se atreve? Mis manos estaban temblando, pero no del miedo, era de la ira que me estaba consumiendo por dentro. Un padre diciendo semejante cosa a un hijo, que ser tan repugnante. Akira encendió y subió la frecuencia a lo máximo, la dejó por varios segundos y la detuvo, continuó así por unos minutos.

—Suficiente, hagamos algo más divertido—removió todas las abrazaderas y se acercó al oído de Mr. Jefferson. Salió de la habitación y regresó con unos látigos escalofriantes, uno de ellos parecía solo una soga, pero los otros dos tenían unas pequeñas bolas llenas de filos en metal. 

—Esto es perfecto— Mr. Jefferson se acercó al padre de Akira y quitó las cadenas de los pies, lo puso de espalda y lo volvió a amarrar. Akira  cogió el más punzante en su mano y golpeó en la espalda sin aviso, a lo que el padre gritó y se mantuvo unos momentos gritando. La piel se me erizó, debe ser realmente doloroso—. Oh, me equivoqué—dijo entre risas. Cogió el látigo más sencillo, que parecía una simple soga y amarró parte en su mano—. Te gusta golpear mujeres y niños, debes estar acostumbrado a esto— comenzó a golpear la espalda de su padre. En cada latigazo, el padre se retorcía y gritaba. Su espalda estaba en sangre, se podía ver las marcas del primer látigo que le dio —. Akira respiró profundo—. No es suficiente—dijo agarrando el segundo látigo. Quitó el que tenía en la mano y amarró el otro.

—¿Por qué no cuentas hasta 50?

—No saldrás de esta, Akira. Te haré pagar, hijo de puta—dijo su padre, casi sin poder hablar.

—Te haré preguntas y por cada una que no respondas, daré 20 golpes. Puedes ser lo más necio que quieras, no tengo problema. Al final de cuentas es tu espalda la que sufrirá las consecuencias— sonrió ante la idea. Debe ser desesperante ese ardor.

—¿Dónde está la chica?— preguntó Akira. Su padre empezó a reír descaradamente.

—Está muerta y enterrada, hijo. No pierdas el tiempo en buscarla, ya para este momento deben haberla comido los gusanos— su respuesta me molestó, la ira llegó al tope.

—¡Eres un viejo cerdo, hijo de puta!— le grité, y Akira me miró sorprendido, esbozando una sonrisa maliciosa.

—¿Quieres tener el honor, preciosa?— extendió su mano con el látigo hacia mi.