Chapter 79 - 79

Me arranqué el suero y me levanté de la camilla.

—No puedes hacer eso, no estás en condiciones.

—A mi tú no me digas lo que tengo o no que hacer, Jefferson.

—No te puedo dejar salir de aquí y menos en ese estado.

—No te atrevas a meterte en mi camino.

—No te atrevas a salir de aquí. Como tu amigo te pido que te calmes.

—Como mi amigo te pido que te salgas de mi maldito camino, si no quieres que te lleve por delante.

—No te dejaré ir, Akira. ¿Piensas dejar a lisa aquí?

—O te mueves y me llevas a donde está Keita, o se me va a olvidar el lazo que tienes conmigo.

—Eres terco, Akira. Tu terquedad te va a llevar a la tumba.

—Luego que mate a ese hijo de puta, que me lleve el mismo diablo si quiere. Ahora llévame a donde Keita. Es una orden, Jefferson.

—¿Qué le dirás a lisa? La dejarás preocupada.

—Lo que se me ocurra, pero ni una palabra de esto.

—Entendido.

Lisa

Vi abrir la puerta de la habitación, y salió Mr. Jefferson junto a Akira.

—¿Qué haces levantado? ¿Para dónde vas?— le pregunté preocupada.

—Akira, ¿Qué crees que haces? No puedes salir así—dijo el doctor.

—No te metas en mi camino, no ahora— empujó al doctor al suelo.

—Akira, ¿Qué crees que haces?— le pregunté.

—Tengo que solucionar unos asuntos. Ya mismo vuelvo, corderito— me besó en la mejilla y siguió su caminom

—Mr. Jefferson, ¿Y esto qué es? Akira está en mal estado, no puede salir así.

—Cuando Akira se le mete algo en la cabeza, no hay Dios que lo haga cambiar de opinión. Será mejor que se quede en este lugar, señorita.

—Cuídalo, Mr. Jefferson. No deje que haga una estupidez.

—Cuenta con eso —siguió su camino.

—Disculpe a mi esposo, doctor, es muy impulsivo — ayudé al doctor a levantarse.

—Señorita, si su esposo sigue haciendo estos desarreglos, no va a mejorar nunca.

—No hay nada que lo haga cambiar de opinión cuando está en ese estado. Aunque no sé que puede ser más importante que su salud. Es muy terco.

Akira siempre haciendo este tipo de cosas. ¿Qué puede ser más importante que mejorarse? Estaba como alma que lleva el diablo.

Akira

Llegamos al lugar donde Jefferson tenía a Keita.

—Antes de que entres ahí, quiero que no hagas nada que te vaya a lastimar esa herida. Si se abre esa herida...— lo interrumpí:

—Ya cállate, Mr. Jefferson. Ahora no me importa nada más que torturar a ese cabrón. No interfieras— me bajé del auto.

Entré al lugar y vi a Keita sentado y amarrado.

—Mira a quién tenemos aquí— le di un puño en la cara.

—¿Te harás el dormido? No sabes cómo he estado esperando este momento— le agarré el pelo y lo encaré —. ¿Recuerdas cómo torturamos a Kanji? Quiero que recuerdes cada detalle, porque lo tuyo va a ser peor. No solo por traidor, si no por poner tus asquerosas manos en mi mujer. Muero por ver tu cara cuando te despedace de a poquito. Vas a desear no haberte metido conmigo, ni muchos menos con ella — reí —. Quitemos esto— le quité la mordaza.

—¿Te crees muy hombre, solo porque me tienes amarrado?

—Amarrado o sin amarrar, no haría la diferencia. Vas a morir igual.

—Tal parece que di justo en tu hombría, Akira.

—Tal parece más bien que alguien va a dejar de ser hombre en unos momentos. Me pregunto ¿cuánto tiempo llevabas ligándote a mi mujer a mis espaldas?

—¿A ti qué te importa?

—No hace falta que me digas, no importa cuánto haya sido, me voy a asegurar de que te arrepientas por meterte con ella.

—¡Muérete, Akira!

—Tú morirás antes que yo. Así que dime, ¿A quiénes me vendiste?

Hizo silencio y me miró fijamente.

—Parece que no vas a hablar—miré alrededor.

—No diré ni una sola palabra. Haz lo que quieras.

—Entendido. Jefferson, ¿Tienes alguna tijera o cuchillo encima? Si tienes un alicate mejor.

—Ya la busco, Akira— respondió Jefferson saliendo de la habitación.

—Aún tienes tiempo de hablar, quizás en unos instantes no podrás hacerlo.

—Que te cojan, cabrón— gruñó Keita.

—El que va a ser cogido serás tú— reí.

—Aquí tienes, Akira— Jefferson me entregó una cuchilla y un alicate.

—Sujeta su cabeza — le ordené a Jefferson y acerqué la cuchilla a su cara—. ¿No tienes otra palabra que decir, Keita?

—¡MUÉRETE!

—Abre la boca — no quiso abrirla—. Tal parece que no tienes ganas. Sujeta su nariz, Jefferson. Parece que ya sabes lo que planeo hacer, pero de nada vale que lo evites— al abrirla metí el alicate y agarré su lengua, sacándola fuera de su boca—. ¿Por qué abres los ojos así?— reí, y acerqué la cuchilla—. Ésto será rápido.

Fui cortando lentamente su lengua, mientras veía que se retorcía.

—¿Cómo se siente? ¿Puedes saborear tu repugnante sangre?— sus quejidos de dolor, me hacían sentir satisfacción.

—Es una buena expresión la que me estás dando. ¿Por qué no seguimos divirtiéndonos? — miré a Jefferson—. ¿Tienes un poco de alcohol, Jefferson? Tal parece que Keita tiene mucha sed y quiere quitarse ese sabor de su boca. ¿Por qué no lo ayudamos un poco?

—Sí, Akira.

—No puedo tener en mano una cuchilla sin darle el uso que corresponde. ¿Por qué no quitamos esa ropa asquerosa que traes? — corté toda su ropa y le di leves cortadas en su piel, mientras continuaban sus quejidos—. ¿Duele? Te preguntaría cómo se siente, pero es una lastima que no puedas responder.

—Toma, Akira— me acercó la botella de alcohol y la cogí.

—Parece que ya podrás quitarte ese sabor repugnante de tu boca— abrí su boca y derramé el alcohol en ella.

Se retorció y sus quejidos fueron aún  más fuertes.

—Debe saber mucho mejor, ¿no es así? ¿Por qué no desinfectamos tu cortadas también?—derramé el alcohol en su pecho.

Sus quejas fueron constantes y de momento dejó de moverse.

—No te vayas a desmayar todavía. Apenas estamos comenzando y te necesito despierto— lo golpeé en la cara con la botella y miré sus genitales y reí—. ¿Apenas esto es lo que usas para reproducirte?— le di una patada y se retorció, no podía evitar reír por lo patético que se veía —. Este filo de esta cuchilla se puede utilizar para mucho— acerqué la cuchilla a sus genitales.

Abrió los ojos y forcejeaba tratando de soltarse.

—¿Por qué no lo insertamos de esta forma?— inserté el filo de la cuchilla en su uretra y lo giré.

Sus quejidos podían escucharse claramente en la habitación. Su cuerpo estaba temblando y sus ojos estaban bien abiertos. Ver la sangre que brotaba de sus genitales, me hacía querer joderlo más. Quiero destruirlo.

—¿Por qué no vas al baño ahora, Keita?— reí—. No te vayas a desmayar por la sangre, aún falta mucho más. Jefferson, hay que hacerle un torniquete, aún no se puede morir desangrado este pendejo.

—Entendido, Akira.

—Tu pesadilla apenas comienza, Keita— sonreí.