Las miradas apuntan a un punto casi relacionado con el Aleph. Mirar aquella mirada era mirar hacia un infinito sublime que deja absorto. Mirar aquella mirada era morir, alcanzar una clase de paraíso. Mirar aquella luz llena el ser de esperanza de vida.
"No mereces mirar."
Mirar aquella iris era perderse en llanuras de cristal. Mirar aquellas perlas era ahogarse con su presencia radiante. Mirar aquel cabello era navegar en río sereno, que con ondas en medio mese la cabeza tenuemente.
"¡No puedes!"
Admirar su presencia era la muerte; la lejanía causa un vértigo fugaz que de la misma forma provoca tambaleos hasta caerce e impactar con un fondo inalcanzable, y después de la caída seguir vivo para sentir todos los huesos rotos y la sangre brotar.
-¿Estás Bien?
Su voz tenue me dejó en trance...
-Sí... sí.
Se planta su mirada en mi. Parece el sol, pues no puedo mirar fijamente, y al mismo tiempo es luna, que me guiará en esta noche nublada.
-Me...
Las palabras dejaron tensión en el aire. Tanta tensión que el viento moviéndose sonaba como violín triste.
Su silencio fue una estaca en el corazón. Y se fue dejándome morir desangrado.