De vez en cuando escribo alguna «historia de autor ficticio». Estas historias son cuentos supuestamente escritos por un autor que es un personaje literario, como David Copperfield o Anna Karenina, por ejemplo. Hasta ahora no se han editado historias suyas, pero no me extrañaría que cualquier día apareciesen publicadas en algún libro o revista.
Lo primero que escribí con la firma de uno de estos autores fue la novela Venus en la Concha, de Kilgore Trout. ¿Hay alguien que no conozca a Kilgore Trout? He llegado a averiguar que mucha gente. Pero también hay millones de personas que están al corriente de quién es ese desventurado escritor de ciencia ficción que aparece en Dios le bendiga, Mr. Rosewater, Matadero Cinco y Desayuno de Campeones de Kurt Vonnegut. Y hace algunos años, muchos de ellos debieron sorprenderse al ver mi novela exhibida en los escaparates de las librerías. Siempre habían creído que Trout era un personaje literario y, de repente, se encontraron con una novela de Trout, una bibliografía de sus obras, una breve biografía y una fotografía en la contraportada de un escritor con cara de vivir del cuento, que no era otro que yo mismo disimulado bajo unos postizos que me había encolado cuidadosamente en la cara.
Muchos lectores llegaron a estar convencidos de que Trout vivía realmente, pero no todos. El pobre señor Vonnegut recibió un verdadero alud de cartas preguntándole si el libro de Trout era obra suya.
Vayan para él mis sentidas disculpas.
No obstante, la novela fue escrita como el mayor homenaje posible a mi, por aquel entonces, escritor de ciencia ficción preferido y ofrendada como el más alto tributo que podía pagar.
Además, descubrí que siendo otra persona, es decir, Kilgore Trout, lograba romper el bloqueo que como escritor estaba sufriendo. Por lo tanto, cada vez que la amenaza de un nuevo bloqueo se cernía sobre mí, me introducía en un personaje de otro novelista y el bloqueo desaparecía. Dado que no era yo, Philip José Farmer, quien escribía, sino un autor ficticio que no se hallaba bajo el peso de mi bloqueo, podía escribir. Cuando acababa de escribir una de estas historias, podía transcurrir una larga temporada sin que el bloqueo volviese a atenazarme.
Una buena treta este autoengaño, aunque sea yo quien lo diga. Al fin y al cabo
¿quién mejor que yo para decirlo?
Uno de los personajes de Venus en la Concha era un escritor, Jonathan Swift Sommers III. Con su firma escribí un par de historias, y espero escribir algunas más. Lo hice para divertirme y no porque me sintiera bloqueado. Pero me gustaría subrayar que Sommers III es hijo de otro Jonathan Swift Sommers, aquel nefasto y frustrado poeta cuyo epitafio aparece en la Spoon River Anthology de Edgar Lee
Masters. Un caso de círculos concéntricos.
En esta colección hay tres historias escritas por autores ficticios. La que viene a continuación es una de ellas. Apareció por primera vez en una revista con el título de Es la Reina de la Obscuridad de Rod Keen. Rod Keen fue un personaje creado por Richard Brautigan que tuvo una fugaz aparición en su obra El Aborto: Una Fábula Histórica 1966. Keen era un trabajador de las alcantarillas que entregó un manuscrito al encargado de una peculiar biblioteca de San Francisco. Su único comentario fue que se trataba de un cuento de ciencia ficción.
Recomiendo este extravagante libro a todo el mundo, es uno de mis preferidos. Pienso que Brautigan, al dar a dicho trabajador el nombre de Rod Keen, estaba expresando indirectamente su opinión sobre las obras de un famoso y rico escritor de San Francisco que tiene la increíble audacia de llamar a lo que escribe «poesía». Dado que comparto su opinión, le he puesto al antihéroe que protagoniza este cuento un nombre similar, haciendo de él un mal poeta.
Las últimas líneas de «El Fantasma de las Cloacas» no son exactamente las que aparecían en la versión original.
Del mismo modo que al escribir Venus lo hice con un cierto sabor Vonnegutiano, he dotado a esa historia de un ligero regusto Brautiganiano.
Ha sido muy divertido ser Trout, Keen, el doctor John H. Watson, Gazapo Manders, Paul Chapín, Leo Queequeg Tincrowdor y Sommers III, y ya no digamos Lord Greystoke, también conocido como Tarzán, y Maxwell Grant, el autor de las historias de La Sombra. Espero seguir divirtiéndome en el futuro.