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Chapter 219 - DIOSES DEL MUNDO DEL RÍO (29)

Alice tuvo su Fiesta del Té Loco el 1 de abril, el día de los inocentes en los países anglosajones.

Era también una fiesta de despedida; no para Alice, que se quedaba, sino para la

«decoración» de su mundo y los androides en él. Cansada del País de las Maravillas con motivos de Al Otro Lado del Espejo, tenía intención de cambiarla. Sus invitados podían echarle una última mirada, y poco después haría que la Computadora lo hiciera desaparecer todo y lo reemplazara con lo que ella le ordenara. Por el momento, dijo, tenía varias ideas para la decoración. Lo que esperaba era que durante la fiesta los invitados le sugirieran más ideas.

Primero, sin embargo, tenía que redactar una lista de invitados, y esto trajo problemas desde un principio. Había tenido intención de invitar solamente a sus siete compañeros y a sus parejas. Li Po dijo que él deseaba traer a todas sus «esposas». Ella le respondió diciendo que prefería que trajera tan sólo a una. Esa podía ser la que le correspondiera como compañera de cama el 1 de abril. Li Po respondió que sus otras esposas y sus amigos y las compañeras de sus amigos se sentirían heridos si ellos no recibían también invitaciones. Después de todo, tenía un lugar lo suficientemente grande como para albergar a las pocas personas a las que le gustaría traer (aproximadamente un centenar, estimó). Los cuarenta sabios (ahora cincuenta) y sus encantadoras mujeres sabían comportarse todos muy bien. Puede que fueran un poco alborotadores, pero ella deseaba una buena fiesta, ¿no?

Alice podía llegar a ser muy testaruda. Pero apreciaba enormemente a Li Po, aunque pensara que bebía demasiado y era excesivamente lascivo. Pero también era entretenido, y parecía determinado a acudir acompañado por sus amigos. Finalmente, se decidió y le entregó una invitación para todos al chino.

Frigate dijo que él y Sophie se sentirían muy felices de acudir. Sin embargo, Sophie, que era muy gregaria, llevaba resucitados por aquel entonces a diez hombres y diez mujeres, con su permiso, por supuesto. Eran unos muy buenos amigos que ella había conocido en Nueva York, Los Angeles y, se lo creyera o no, por favor controlara sus risas, Kalamazoo, Michigan.

Desconcertada, Alice preguntó por qué pensaba que iba a echarse a reír. Frigate suspiró y dijo:

Kalamazoo era, como algunos otros nombres de lugares americanos, Peoria, Podunk, y el centro de Burbank, una palabra que despertaba risas, un codazo en las

costillas y alguna que otra broma. Como la inglesa Gotham de finales de la Edad Media, la alemana Schildburg, la ciudad de Chelm en las historias yiddish, la Boeotia de los antiguos griegos. Bueno, Kalamazoo y las otras ciudades americanas no eran exactamente iguales a las otras que he mencionado. La diferencia estriba en...

Alice escuchó educadamente, luego dijo:

Pretendías pedirme que invitara también a los amigos de Sophie, pero te fuiste por las ramas. Sí, son bienvenidos, puesto que sólo son veinte.

Frigate le dio las gracias, pero ella pudo detectar una cierta vacilación en su voz. Mientras que Sophie era gregaria, él era no antigregario, sino agregario. Sin duda se sentía feliz de que él y Sophie tuvieran ahora algunos compañeros. Pero por otra parte estaba empezando a sentirse un poco ligeramente apretado. El mundo nunca sería lo suficientemente grande como para que él sintiera sus codos a sus anchas.

De Marbot y Behn deseaban también traer a la gente a la que habían resucitado hacía poco. Alice dijo que podían venir, pero cuando hubo cortado sus pantallas, suspiró. Originalmente, había planeado una fiesta para unos treinta. Ahora ya tenía a más de un centenar. Por el momento.

Burton, al menos, no representaba ningún problema en cuanto a número. El y Puñado de Estrellas aún no habían admitido a nadie con ellos.

Oh, sí dijo Alice. Tengo una sorpresa.

¿Para todos nosotros, o solamente para mí? dijo Burton.

Oh, para todo el mundo, aunque puede que te afecte a ti más que a los otros.

Te conozco, Alice dijo él sonriendo y, como muy a menudo hacía, adoptando una expresión parecida a la de Mefistófeles. Conozco tus expresiones. Acabas de lamentar el haber añadido esa última frase. Te sientes avergonzada de haberla dicho. ¿Cuál es la sorpresa, otro hombre?

Vete al infierno dijo ella, y le ordenó a la Computadora que cortara la comunicación. Había cambiado en muchos aspectos. Nunca, nunca en la Tierra, no importaba lo furiosa que estuviera, le hubiera dicho algo así a nadie. Ni siquiera a su esposo.

Tras pasear un rato arriba y abajo para calmarse un poco, llamó a Nur. Nur dijo:

Hola, Alice. Es un placer verte. ¿Puedo llamarte yo a ti dentro de un momento? Estoy hablando con Tom Turpin. Hay... Vaciló, luego dijo: No importa.

Lamento haber interrumpido dijo ella. Yo solamente... está bien. Te llamaré dentro de media hora.

Se mordió los labios mientras se preguntaba si debería invitar a William Gull y a sus compañeros dowistas. El había sido, después de todo, médico regular de la Reina Victoria, y un baronet. Sin embargo, ella hacía mucho ya que se había desprendido de las distinciones de clase que la habían gobernado en la Tierra y durante bastante tiempo en el Mundo del Río, de modo que sus antiguas altas conexiones no debían ser tomadas en consideración. Además, había sido un asesino mutilador. Sin embargo, se había arrepentido, y ahora era un diácono de la Iglesia Dowista. Y ella, como una persona que ya no era una creyente en el cristianismo pero que aún seguía intentando actuar como una cristiana, no debía permitir que aquel pasado al que él había renunciado la hostigara. Podía ser un buen conversador, siempre que refrenara sus ansias de hacer proselitismo. Entonces se convertía en un aburrido engorro. Pero insistiría en que los dowistas dejaran su religión colgada en la puerta si acudían a la fiesta.

Finalmente, lo llamó. El se mostró complacido, casi patéticamente, de que lo invitara.

También voy a invitar a Annie Crook, Elizabeth Stride y Marie Kelly dijo ella. Espero que eso no constituya ninguna diferencia para ti.

Oh, por supuesto que no dijo él. Es tu fiesta, y la señorita Stride y yo nos llevamos muy bien ahora, aunque discrepamos en algunas cosas respecto a teología. Las señoritas Crook y Kelly se muestran más bien frías, lo cual es comprensible, pero espero

llegar algún día a sus corazones. Te aseguro que no voy a estropear esa función social con un comportamiento inadecuado.

Alice llamó entonces a las tres mujeres, y le dijeron que se sentirían encantadas de asistir. ¿Podrían traer a sus «beaus» con ellas? Aunque reluctante a admitirlos, Alice sonrió y dijo que serían bienvenidos también. Esto hacía pues ciento cincuenta y un huéspedes, puesto que Gull iba a traer a su mujer y a otros treinta y dos. Stride y Crook traerían un hombre cada una, y Kelly, como de costumbre, aparecería con uno en cada brazo.

La segunda vez que probó entrar en contacto con Nur, éste estaba preparado para hablar con ella. Le dio las gracias por la invitación y dijo que él y Ayesha se sentirían muy felices de acudir. Acababa de sostener una conversación más bien intensa con Tom Turpin. Ambos se sentían preocupados por las dos mujeres que habían quedado embarazadas. El primer nacimiento se produciría dentro de cuatro meses; el segundo, dos semanas más tarde.

Tom les ha dicho muchas veces a las mujeres que los bebés no tendrán wathans. Puesto que no entraba en los planes de los Éticos el que nacieran niños aquí, no tomaron previsiones para crear wathans. Le pregunté a la Computadora si poseía el esquema para construir un generador de wathans, y dijo que no había nada así en sus grabaciones. Eso significa, como quizá recordarás, que los bebés, careciendo de wathans, carecerán también de autoconsciencia. Externamente, se comportarán exactamente igual a como lo hacen los bebés con wathans. Pero no serán autoconscientes. Biológicamente serán máquinas muy superiores, pero máquinas pese a todo.

Sí, lo sé dijo Alice. ¿Pero qué se puede hacer?

Si esas mujeres desean dar a luz y criar lo que serán equivalentes de androides, eso es únicamente asunto suyo. Si las cosas se quedan ahí. Sin embargo, su ejemplo puede estimular a otras a imitarlas, a tener también bebés. Finalmente esta torre se va a ver atestada de gente, una buena parte de la cual carecerá de alma. ¿Qué ocurre cuando la superpoblación origina luchas por conseguir algo más de espacio? Guerra. Sufrimientos. Muerte. No tengo que llenarte el cuadro.

Sí, pero... dijo Alice.

Turpin ha amenazado con echarlas a patadas si dan a luz a los niños. Pero a ellas no les importa. Simplemente buscarán un apartamento con sus hombres y vivirán allí. Pero este pequeño trastorno conducirá a trastornos más grandes. Alguien... nosotros... deberemos tomar acciones drásticas para detener esto y asegurarnos de que no vuelva a ocurrir.

¿Quieres decir... matar a los bebés?

No me gusta contemplar eso, me apena grandemente, pero habrá que hacerlo. Los bebés, como he dicho, son realmente androides, y uno no debería lamentar más el destruirlos que el destruir a unos androides. Parecen completamente humanos y se comportan como seres humanos hasta un cierto punto. Paro no son autoconscientes; no tienen lo que hace al Homo sapiens humano. No puede permitirse que los bebés crezcan y se conviertan en niños; deben ser eliminados ahora, antes de que se den cuenta de lo que está ocurriendo.

Alice sabía que su muerte sería instantánea e indolora. Serían colocados en un conversor y reducidos a átomos en un microsegundo. Sin embargo, la idea la horrorizaba.

Sin duda el compasivo corazón de Nur sentía horror también. Pero el hombre sabía que debía hacerse, y lo haría. Si Turpin no se veía capaz de realizar el trabajo, Nur se encargaría de él.

Si tuviéramos un generador de wathans dijo Nur, insistiría... creo que casi todo el mundo estaría de acuerdo conmigo... en que esos dos niños fueran la excepción. Veríamos que consiguieran sus wathans, pero no nacerían más niños. Cualquier mujer que utilizara la Computadora para conseguir la fertilidad sería muerta y su cuerpo

mantenido en las grabaciones hasta el día... si es que llega alguna vez... en que la Computadora empiece a resucitar de nuevo a la gente en el Valle. Cualquier hombre que conscientemente embarazara a una mujer correría la misma suerte. Sin embargo...

¿Sí?

¡Alá! Eso no va a ser necesario. Hubiera tenido que pensar en ello antes. Se puede ordenar a la Computadora que no haga a nadie fértil a partir de ahora. ¿Por qué no pensé en ello hace mucho tiempo? Tiempo...

¿Tiempo? dijo Alice.

Nur agitó la mano para borrar la frase.

Entonces no veo razón alguna para destruir a los bebés dijo Alice. Seguro que no presentarán ningún problema.

Nur suspiró con alivio, aunque seguía pareciendo turbado. Quizá eso fuera porque había sido tan lento en llegar a la obvia solución.

Agitó la cabeza.

Hay una posibilidad que debo comprobar inmediatamente. ¿Y si alguien ha dado una orden a la Computadora de que cualquiera que desee volverse fértil pueda conseguirlo? Esa sería la orden prioritaria y la que prevalecería. La única persona que podría pasar por encima de ella sería Loga o la mujer a la que maté... si es que la maté. Un momento, voy a comprobarlo.

Alice podía haberse quedado escuchando, pero jamás lo hubiera hecho a menos que él le hubiera dado permiso. Un minuto más tarde, la pantalla ante ella se iluminó, y apareció el rostro de Nur. Supo inmediatamente lo que había ocurrido por su irritada expresión.

Alguien ha hecho precisamente lo que yo esperaba que nadie hubiera hecho. El... ella... quien haya sido... ha ordenado que cualquiera que desee ser fértil pueda conseguirlo. La Computadora no ha querido decirme quién dio la orden.

¡Dios mío! dijo Alice. Luego: Dick me habló acerca de ese negro, Bill Williams, resucitando a Gull y los otros. ¿Supones que...?

No lo sé. Probablemente nunca lo descubriremos. Es posible que Wandal Goudal o Sarah Kelpin, una de las mujeres que están embarazadas, lo haya hecho. En cualquier caso...

Aunque no era frecuente que Nur se quedara a media frase, ahora lo hizo.

Habrá que decírselo a Tom murmuró ella. Seguro que él hará lo que haya que hacerse.

Lo llamaré ahora mismo dijo Nur.

Ella se sentó para aguardar, pensando que iba a oírle de nuevo al cabo de diez o quince minutos. Sin embargo, la pantalla se iluminó en la consola de control al cabo de menos de seis minutos. Se sorprendió al ver no el rostro de Nur, sino el de Tom Turpin. Se veía enrojecido bajo su oscura piel, y su rostro estaba contorsionado.

¡Estoy contactándoos a todos! gritó.

Todos, comprendió ella, debían ser los siete compañeros. ¿Pero qué estaba haciendo en la zona central que formaba una O en el vértice de los mundos privados en forma de tajada de pastel? ¿Y por qué estaban su mujer favorita, Diamante Lil Schindler, su camaradas, Chauvin, Joplin y otros músicos, y sus mujeres, allí?

¡Está bien! ¡Nos veremos todos aquí! ¡Hombres, estoy loco! ¡Loco, ¿oís?! La voz de Nur, tranquila y apaciguadora, se dejó oír.

Tranquilízate, Tom. Cuéntanos lo que ha ocurrido.

¡Me han echado! gritó Turpin. ¡Dominaron a mis guardias, me agarraron a mí y a mis amigos, y nos echaron fuera! ¡Dijeron que ya no era más el Rey Tom! ¡Fui expulsado!

¡No puedo volver a entrar! ¡Adiós, hasta pronto, goodbye, adieu, hijo de puta!

¿Quiénes son ellos? dijo la voz de Burton. ¿Era Bill Williams el cabecilla?

¡No, no él! ¡Se había trasladado hacía dos días a uno de los mundos vacíos! ¡Fueron Jonathan Hawley y Hamilton Biggs quienes lo hicieron! ¡Ellos fueron los cabecillas, quiero decir!

Probablemente Alice había sido presentada a los dos, pero no recordaba los nombres.

Había que esperar algo así dijo Nur. Hay muy poca cosa... nada... que puedas hacer al respecto, Tom. ¿Por qué no te mudas a uno de los mundos vacíos? ¿Y eres muy cuidadoso en la selección de la gente que dejas entrar en él?

¡Ni siquiera puedo hacer eso! aulló Tom. Alzó los brazos y los dejó caer violentamente, golpeándose los muslos con las palmas de las manos. ¡Ni siquiera puedo hacer eso! ¡Williams está en uno de ellos! ¡Los gitanos han tomado otro! ¡Lo sé porque los vi salir de él! ¡No puedo entrar en ninguno de los otros cuatro! ¡Alguien los cerró con códigos! ¡No sé quién lo hizo, pero creo que fueron Hawley y Biggs! ¡Los están reservando para el exceso de población o para alguna otra cosa! ¡Quizá lo hicieron simplemente por despecho!

Podía haber sido peor. Podían haberte matado dijo Nur.

¡Ya, Pollyanna, podía haber sido peor!

Turpin estaba sollozando ahora. La gran negra, Schindler, lo rodeó con sus brazos. Turpin sollozó en su cuello mientras ella sonreía, exhibiendo las resplandecientes gemas incrustadas de sus dientes. En la Tierra, había sido una de las más importantes madams del barrio chino de St. Louis y una de las amantes de Turpin.

Alice aguardó hasta que Tom se soltó del abrazo de Diamante Lil, y entonces dijo:

Tú y tus amigos podéis quedaros en mi mundo, Tom. Los demás, Burton, de Marbot, Aphra, Frigate, y Nur, se apresuraron a ofrecer también su invitación.

No dijo Turpin, secándose los ojos con un enorme pañuelo violeta, no es necesario, pero gracias. Me trasladaré a los apartamentos.

Alzó un puño, y empezó a aullar:

¡Os agarraré, Hawley, Biggs, jodidos judas! ¡Os agarraré! ¡Vais a lamentarlo, hijos de puta! ¡Cuidaos de Tom Turpin, ¿me oís?!

Alice no pudo ver la pantalla que debió aparecer en la pared delante de Turpin. Pero pudo oír la risotada y las triunfantes palabras:

¡Piérdete, babosa!

Tom aulló de rabia y angustia y empezó a golpear la pared. Alice cortó la pantalla. ¿Y

ahora qué?

¿Qué, de hecho? Aquél era tan sólo uno de los inquietantes acontecimientos que iba a conducir a la fiesta. La cual, diría más tarde a cualquiera que quisiera oírlo quedaron pocos de ellos fue, y no exageraba en lo más mínimo, la peor fiesta que hubiera dado nunca.