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Chapter 220 - DIOSES DEL MUNDO DEL RÍO (30)

La mañana del primero de abril, Burton y Puñado de Estrellas desayunaron fuera en el balcón de su dormitorio. El cielo estaba claro, y la brisa era suave y fría debido a que Burlón había ordenado que así fuera. De tanto en tanto, un elefante trompeteaba y un león rugía. La sombra de un roe cruzó por encima de la mesa: un pájaro mitológico con unas alas que medían más de doce metros extendidas y que Burlón había diseñado y dado a la Computadora para que lo creara. Puñado de Estrellas se sobresaltó cuando la sombra oscureció la mesa.

No va a hacernos daño, está programado para no atacar dijo Burton, sonriendo.

Podría ser un mal presagio.

Burlón no discutió con ella. Li Po y los hombres y mujeres del siglo VIII D.C. que éste había traído allí eran inteligentes y con mucha experiencia, pero aún no habían

conseguido librarse de sus supersticiones. Li Po era quizá el más flexible, pero incluso él reaccionaba de tanto en tanto a algo de lo que debería reírse ahora o ni siquiera pensar en ello.

Se preguntó si uno debía librarse por sí mismo de todas sus supersticiones antes de Seguir Adelante. ¿Qué tenía que ver el conservar absurdas creencias con el ganar compasión y empatía y la liberación del odio y los prejuicios? Tenía mucho que ver con ello, se dijo, si causaba temor y crueldad y comportamiento irracional. ¿Pero podía uno temer la llegada de la mala suerte si un gato negro se cruzaba en su sendero y seguir siendo una «buena» persona? No, no si uno le arrojaba un ladrillo al gato o trataba mal a sus amigos porque estaba de mal humor o presa de la ansiedad.

Tú también tienes miedo dijo Puñado de Estrellas.

¿Qué? Se la quedó mirando.

Golpeaste tres veces la madera. La de la mesa.

No, no lo hice.

Lamento tener que contradecirte, Dick. Pero lo hiciste. Yo no mentiría.

¿Lo hice realmente? Lanzó una risotada.

¿Por qué encuentras eso divertido?

El se lo explicó, y ella sonrió. Aquella, pensó Burton, era la primera vez en días que Puñado de Estrellas perdía su expresión vacía. Bien, si tenía que arrancarla de su distanciamiento haciendo el idiota, lo haría; no le importaba.

No te he preguntado cómo te encuentras dijo.

Estoy bien.

Espero que pronto vuelvas a sentirte feliz.

Gracias.

Burton estaba pensando en proponerle a Puñado de Estrellas que la Computadora localizara en su memoria todas sus experiencias de brutalidad, especialmente las violaciones. La Computadora podía extirparlas del mismo modo que lo haría un cirujano con un apéndice enfermo. Aunque el borrar todo aquello eliminaría gran parte de su memoria, quizá muchos años si eran totalizados los tiempos parciales de los acontecimientos, ella se vería libre de pensamientos dolorosos. Por otra parte, sin embargo, aunque las memorias desaparecieran, su impacto emocional seguiría allí. La Computadora no podía extirpar aquello. Puñado de Estrellas se seguiría sintiendo repelida a hacer el amor, aunque no tuviera la menor idea del porqué.

La mente tenía que operar por sí misma, pero muy pocas veces era un cirujano hábil. Burton maldijo silenciosamente a Dunaway, y deseó que existiera algún infierno al que

poder enviar al hombre.

Puñado de Estrellas alzó un pedazo de trucha y se lo metió en la boca, masticó lentamente mientras miraba los jardines que rodeaban el castillo, el río en medio de la jungla, y el desierto más allá. Después de tragar, dijo:

Quiero que traigas otra mujer, Dick. Una que pueda hacerse cargo de tus necesidades. Una mujer que pueda reír y amar. A mí no me importa, no sólo no me importa, sino que me sentiré muy complacida.

No dijo él. No. Es muy generoso por tu parte... y también muy chino. Admiro la cultura y la sabiduría de tu pueblo, pero yo no soy chino.

No se trata solamente de algo chino. Es sentido común. No hay ninguna razón por la que yo deba sentirme... ¿cómo lo dijiste el otro día?... como el perro...

El perro del hortelano, que no come ni deja comer... Alguien que es propietario de algo que no puede usar pero que no permite que nadie más lo use porque es un egoísta.

El perro del hortelano, sí. Yo no soy eso. Por favor, Dick, me haría sentirme menos infeliz.

Pero yo no sería feliz.

Si te molesta tener a otra mujer aquí, ponía en un apartamento y visítala. O... yo puedo marcharme. El se echó a reír.

Los seres humanos no son androides dijo, No puedo simplemente resucitar a una mujer y encerrarla aquí para mi propio placer. En primer lugar, puede que yo no le guste. En segundo, aunque le gustara, ella podría desear la compañía de otros. Deseará ser libre, no una odalisca enjaulada.

Ella se inclinó sobre la mesa y apoyó una mano en la de él.

Esto es demasiado malo.

¿El qué? ¿Lo que hemos estado hablando ahora?

Eso y mucho más. Todo. Agitó una mano como para abarcar todo el universo. Malo. Todo malo.

No, no lo es. Parte es malo, parte es bueno. Lo único que pasa es que a ti te ha tocado más cantidad de la que te correspondía de malo. Pero tienes tiempo, mucho, mucho tiempo, para conseguir la parte que te corresponde de bueno.

Ella agitó la cabeza.

No. Yo no.

Burton retiró su plato, aún medio lleno, a un lado. Un androide lo recogió silenciosamente.

Me quedaré y hablaré contigo, si quieres. Tengo trabajo que hacer, pero no es más importante que tú.

Yo también tengo trabajo dijo ella. El se levantó, rodeó la sólida mesa dorada hasta ella, y la besó en la mejilla. Sentía curiosidad hacia lo que ella estaba haciendo con la Computadora, pero cuando le preguntaba al respecto, ella siempre decía que era algo que no tenía el menor interés, y que prefería que él le contara acerca de sus estudios.

Sin embargo, cuando abandonaron el castillo en sus sillones volantes blindados, ella pareció mostrarse excitada con respecto a la fiesta. Charló acerca de algunos divertidos incidentes de su infancia, e incluso se echó a reír varias veces. Burton pensó que no era bueno para ella estar tanto tiempo sola o con él. Sin embargo, cuando habían acudido a las reuniones semanales, ella se había mostrado como deprimida y ausente.

Durante el vuelo, Burton habló a través del transmisor con Puñado de Estrellas.

Intenté a primera hora de esta mañana llamar a Turpinville. Que supongo tendrá otro nombre ahora. No obtuve respuesta. Aparentemente, quienquiera que sea que está gobernando Turpinville ahora no recibe llamadas.

¿Por qué les llamaste?

Sentía curiosidad. Deseaba averiguar si quienquiera que sea que está al cargo de las cosas allí tiene intenciones de ser agresivo. Es posible, ya sabes, que él... ellos... no se contenten simplemente con gobernar Turpinville. Pueden tener algunos planes para apoderarse de toda la torre.

¿Qué sentido tendría hacerlo?

¿Qué sentido tenía expulsar a Turpin y hacerse con el poder allí? También llamé a Tom para averiguar su estado de ánimo. Era de lo más negro. O quizá escarlata sea una descripción mejor. Sigue jurando venganza, pero sabe que no tiene ninguna posibilidad de conseguirla. Todo lo que tienen que hacer los otros es permanecer encerrados en su mundo.

Flotaron cruzando la puerta hasta la zona central. Burton se sorprendió ante la multitud y el ruido que la llenaban. Turpin estaba con Louis Chauvin, Scott Joplin y oíros amigos músicos que habían estado hacía dos días en el Pequeño St. Louis. Evidentemente, también habían sido arrojados fuera del pequeño mundo sin ninguna otra cosa más que las ropas que llevaban puestas. Había también como un centenar de otros negros, algunos de los cuales reconoció. Y algo les había ocurrido a Frigate y Lefkowilz y sus amigos. Estaban gesticulando furiosamente y gritando palabras ininteligibles en medio del

enorme ruido. A todo aquello se añadían las estrepitosas voces de las pantallas murales mostrando cada una de ellas sus respectivos pasados.

Li Po y sus camaradas abandonaron en aquel momento su mundo, y sus preguntas aumentaron aún más el volumen del sonido.

Burton y Puñado de Estrellas hicieron posarse sus sillones en el suelo. Burlón salió y gritó:

¿Qué es lo que ocurre? pero solamente aquellos que estaban muy cerca de él pudieron oírle.

Frigate se había vestido con un extravagante traje para la fiesta. Una enorme pajarita escarlata, una chaqueta amarillo limón con enormes botones plateados, un gran cinturón azul celeste, unos ajustados pantalones blancos con ribetes escarlatas en las costuras, y unas botas Wellington amarillo limón. El color de su piel era casi igual al de su pajarita.

Salimos de mi mundo dijo, y nos encontramos con Nelley y una docena más de tipos. Llevaban lanzadores de rayos y pistolas, y Nelley me dijo que si no le daba el código, ¡iba a disparar contra todos nosotros! ¡De modo que se lo di! ¡Tenía que hacerlo, no podía hacer otra cosa! El y su pandilla entraron y cerraron la puerta... y... ¡y eso es todo! ¡Nos han encerrado fuera! ¡Hemos sido despojados! ¡Me han quitado mi hermoso mundo!

Sin mencionarnos a mí y a mis amigos dijo Sophie. Iba vestido a la moda del Antiguo Egipto, a lo Cleopatra. Una banda con un áspid sagrado en la cabeza, el torso desnudo exhibiendo unos grandes y bien modelados pechos ¿qué iba a pensar Alice de esto?, y una falda larga abierta por el frente casi hasta la ingle. Incluso llevaba un bastón con la cruz egipcia en su extremo. Sus compañeros vestían ropas de muchos períodos, asiáticas y europeas.

¡Hubiera debido ser más cauteloso! exclamó Frigate. ¡Debería haber registrado la zona central antes de salir por la puerta!

Estás cerrando con candado la puerta del establo después de que el caballo haya sido robado dijo Sophie. Lloras sobre la leche derramada. Perdonad los clichés, pero las crisis siempre desencadenan clichés. De lodos modos, no son situaciones muy creativas, verbalmente.

Tom Turpin, vestido con un chaqué y chistera, se acercó.

¡Es la Semana de los Ladrones! dijo. Y lo están haciendo muy bien, además.

¿Qué hay con esos? dijo Burton, señalando a los sollozantes negros de aspecto perplejo.

¿Esos? Son buenos tipos, gente de iglesia, miembros de la Segunda Oportunidad, Nuevos Cristianos, Baptistas Revisados del Libre Albedrío, y Nicheritas. Boggs y Hawley los echaron un par de minutos después de que Pele se dejara tomar su mundo.

En aquel momento, Stride, Crook, Kelly y sus hombres aparecieron por un pozo ascensor. Burlón dejó que los oíros les explicaran lo que había sucedido. Ordenó una pantalla en la pared y llamó a Alice. Los oscuros ojos de la mujer se abrieron mucho cuando vio la escena detrás de él y oyó la babel. Burton le contó lo que había ocurrido, y dijo:

Me temo que eso va a estropear tu fiesta.

En absoluto dijo ella. No voy a permitir que nada la estropee. Supongo que Tom y Peter van a necesitar un poco de tiempo para digerir todo esto, pero pueden superarlo, lo sé. En cuanto a esa pobre gente que los rufianes patearon sin consideración, bien, diles que pueden venir a la fiesta si quieren. Puede que les haga sentirse un poco mejor. Por supuesto, no corren el peligro de no encontrar cobijo o morirse de hambre. Bien, de todos modos, invítalos por mí. Estaré esperando.

Burton regresó junto a los quejumbrosos exiliados, pidió un poco de silencio, lo obtuvo, y transmitió la invitación de Alice. Todos aceptaron. No tenían sillones volantes, pero podían fabricarlos en el conversor de la antesala del mundo de Alice.

Frigate obtuvo unas cuantas copas para su grupo en el conversor de la antesala, a fin de que el licor ablandara un poco el shock mientras se dirigían hacia su destino. Sophie tomó una, un vaso alto de ginebra, pero dijo:

No estoy muy segura de que debamos perder el tiempo divirtiéndonos en estos momentos, Pete. Deberíamos acudir a la lista de las potencialidades de la Computadora y establecer todas las prohibiciones que podamos. Tenemos que anticiparnos a todo lo que puedan idear esos cerdos.

Muy bien pensado dijo Burton, aunque las palabras no iban dirigidas a él. De todos modos, a Alice no le va a gustar que faltéis a su fiesta. Y estoy seguro de que los usurpadores deben estar pasándoselo tan bien celebrando su victoria que no pensarán en ningún otro complot por un cierto tiempo.

Puede que tengas razón dijo Sophie. Pero pienso que deberíamos juntar mañana todas nuestras cabezas e intentar imaginar todo lo que esos tontos del culo pueden hacer.

Nuestras cabezas no suelen valer normalmente mucho al día siguiente de una gran fiesta dijo Burton. Pero os llamaré a todos mañana a las diez de la mañana para la gran conferencia.

Nur y su mujer entraron en la antecámara, se detuvieron, miraron a su alrededor, y luego se abrieron paso por entre la multitud hasta Burton. Nur presentó a Ayesha bint Yusuf, una delgada mujer morena aún más bajita que Nur. Aunque no era excesivamente hermosa, parecía arrebatadoramente encantadora cuando sonreía.

Te explicaré todo más tarde le dijo Burton a Nur. Tenemos que salir de este follón.

Mientras se volvía para sentarse en su sillón, vio a Gull y a su grupo de dowistas, todos vestidos con largas y flotantes túnicas blancas, entrar en la antecámara. Parecía como si estuvieran aturdidos.

Burton hizo alzarse su sillón y lo lanzó a través de la enorme puerta. Ascendió hasta situarse a sesenta metros de altura y aceleró sobre el enorme bosque de robles y pinos, el bosque de Tulgey, y el río Issus, hacia el gran claro al pie de la alta colina donde se levantaba la mansión de Alice. El campo tenía trescientos metros cuadrados, era perfectamente llano, y estaba cubierto con un brillante césped verde que nunca necesitaba ser cortado. El campo contenía una gigantesca noria y unas montañas rusas a un lado y un tiovivo y una pequeña pista de patinaje y muchas mesas en las que había comida y bebida y blancos tenderetes abiertos por un lado y un estrado donde unos cuantos androides estaban tocando un vals y pequeños edificios como diminutas villas romanas, que supuso eran retretes públicos, y un campo de croquet y redes y equipo de badminton y una pista de baile de madera pulida y muchos sirvientes androides, casi todos ellos con el aspecto de personajes de los dos famosos libros de Lewis Carroll.

Bajo un gigantesco roble al borde del campo había una casa con chimeneas modeladas como las orejas de un conejo y un techo cubierto con pelaje de conejo. Ante él había una amplia mesa preparada para el té y muchas sillas a su alrededor. Una Liebre de Marzo de tamaño humano y un Sombrerero Loco y una niñita pequeña estaban sentados a la mesa. Aunque la niña iba vestida tal como Tenniel había ilustrado a Alicia, no poseía su largo cabello rubio. Alice había encargado un androide que tenía el mismo aspecto que ella cuando tenía diez años.

Seguro que Alice se ha sentido orgullosa de todo esto murmuró mientras dirigía el sillón hacia el pie de la colina.

Alice permanecía allí junto a una silla que parecía la silla de la coronación en el Westminster Hall. Había otra silla similar a su lado; un hombre alto de pelo rubio estaba de pie junto a ella.

¡Su sorpresa! exclamó Burton. ¡Lo sabía! Se sintió dolido, y se sintió también furioso consigo mismo porque podía sentirse dolido. Así que se había estado mintiendo cuando se había dicho a sí mismo que ya no sentía nada por ella.

Alice lucía realmente hermosa. Llevaba sus descocadas ropas favoritas estilo años

1920. Hubiera debido llevar sombrero, puesto que la fiesta era por la tarde, pero las reglas terrestres ya no tenían ningún valor allí. Su pelo muy corto brillaba negro y lustroso bajo el sol. El hombre, a juzgar por la altura de Alice, debía medir metro noventa. Llevaba el uniforme de un jefe escocés, faldellín, tartán, morral, y todo lo demás. Mientras descendía, Burton pudo distinguir los cuadros rojos y negros del clan de Rob Roy en la falda escocesa. El hombre era un descendiente de los famosos proscritos escoceses, lo cual lo convertía en un pariente lejano de Burton. Poseía anchos hombros y fuertes músculos, y su rostro era agraciado pero muy duro. Sonrió al ver el turbante y la túnica de Burton, y, como una espada cortando una cuerda y soltando un puente levadizo, la sonrisa abrió los recuerdos de Burton. Era Sir Monteith Maglenna, un baronet escocés y un terrateniente. Burton lo había conocido en 1872 cuando Burton habló en Londres ante la Asociación Nacional Británica de Espiritualistas. Burton había trastornado a su auditorio debido a su firme declaración de que no creía en los fantasmas y de que tampoco veía cuál podía ser su utilidad aunque existieran. El joven baronet había hablado con él durante un rato en la fiesta que siguió a la conferencia. Ambos habían viajado al oeste americano, y el escocés era, como Burton, un arqueólogo aficionado. Habían pasado una interesante media hora mientras los demás, esperando tener una posibilidad de defender el espiritualismo, revoloteaban a su alrededor.

Alice, sonriendo ¿había una cierta malicia en ella?, presentó a Burton y a Puñado de Estrellas. Burton estrechó la mano del hombre y dijo, al mismo tiempo que Maglenna:

Ya nos conocemos.

Hablaron unos breves minutos, recordando su antigua relación mientras la fila de gente aguardando saludar a la anfitriona o ser presentada se iba haciendo más larga, y finalmente Burton dijo:

Me pregunto, Alice, ¿cómo lo conociste?

Oh, me presentaron a Monty en 1872, cuando yo tenía veinte años y él treinta, en un baile dado por el conde de Perth. Bailamos juntos unas cuantas veces...

Yo hubiera deseado que siguiéramos bailando siempre dijo Monteith.

...y lo vi unas cuantas veces más después de eso. Luego él se fue a los Estados Unidos, donde estuvo a punto de morir, a causa de un disparo accidental de un forajido, y no regresó hasta 1880. Por aquel entonces, yo ya estaba casada.

No pude mantener mi correspondencia con ella dijo Maglenna. Le escribí contándole mi imposibilidad, pero mi carta nunca le llegó. Y así...

Algunos androides, a una señal de Alice, tomaron los sillones en los que habían llegado Burton y Puñado de Estrellas y los arrastraron hasta el extremo oriental del campo. Hubiera sido más rápido y más eficiente para ellos haber llevado los sillones volando directamente a la zona de aparcamiento, pero Alice no había tenido tiempo o no había querido tener tiempo de programarlos para operar los sillones.

Burton escuchó mientras Alice le contaba con detalle a Puñado de Estrellas lo triste que se había sentido cuando había creído que Maglenna había perdido su interés por ella. A media historia, decidió que ya había oído lo suficiente. Se disculpó y se alejó, caminando al azar por allí hasta que Puñado de Estrellas se reunió de nuevo con él.

¿Sabías lo del señor Maglenna? dijo ella.

¡No! dijo Burton salvajemente. ¡Ella nunca me lo mencionó en los muchos años que estuvo conmigo!

Es una gran suerte que finalmente se hayan reunido. Simplemente piensa, de no ser por ti, jamás se hubieran encontrado el uno al otro.

Sonreía como si se sintiera muy complacida. ¿Era debido a que Alice era feliz? ¿O, siendo como era una criatura infeliz, obtenía Puñado de Estrellas satisfacción sabiendo que él se sentía de cualquier modo menos feliz acerca de Maglenna? Algunas personas eran tan abismalmente retorcidas que su única alegría era que los demás sufrieran también.