Tras viajar doscientos kilómetros, Burton encontró una zona adecuada para la construcción de un barco. Aquello río venía determinado por la madera disponible, ya que todos los lugares estaban llenos de pinos, robles, tejos y bambú. Lo que resultaba difícil ahora era encontrar pedernal y cuarzo para cortar la madera. Incluso al principio, esas piedras se veían restringidas a ciertas zonas, algunas muy ricas, otras comparativamente pobres, y muchas careciendo por completo de ellas. Las guerras por el pedernal habían sido cosa común en los viejos días.
Los minerales eran aún más raros en la actualidad. Duros como eran, el pedernal y el cuarzo se rompían, y apenas se oía de nuevos yacimientos. Como resultado de todo ello, el fin del año 32 D.D.R. (Después del Día de la Resurrección) había marcado también el final de la construcción de grandes barcos. Al menos, en los países por los que Burton había pasado y presumía que era igual en todas partes.
El área en que se detuvieron era una de las pocas que aun disponía de reservas. Sus habitantes, una mayoría de algonquinos de la época precolombina y una minoría de pictos prerromanos, eran muy conscientes del valor de sus piedras. Su jefe, un menomini llamado Oskas, parlamentó largamente con Burton. Finalmente, llegaron al acuerdo de que el precio mínimo era siete mil cigarrillos de tabaco, quinientos de marijuana, dos mil
quinientos puros, cuarenta paquetes de tabaco de pipa, y ocho mil copas de licor. También sugirió que deseaba dormir con la rubia, Loghu, cada cinco días o así. En realidad, preferiría que fuera cada noche, pero no creía que a sus tres mujeres les gustara.
Burton necesitó un cierto tiempo para recuperarse de su impresión. Dijo:
La decisión corresponde a ella. De todos modos, no creo que ni ella ni su hombre estén de acuerdo. Además, estás pidiendo mucho. Ninguno de mi grupo tendría ni alcohol ni tabaco durante un año.
Oskas se alzó de hombros y dijo:
Bien, si crees que no vale tanto...
Burton llamó a conferencia y le dijo a su tripulación lo que pedía Oskas. Kazz fue quien más objetó.
Burtonnaq, he vivido toda mi vida en la Tierra, cuarenta y cinco veranos, sin whisky ni nicotina. Pero aquí me he aficionado a ello, y si me paso un día sin ellos estoy dispuesto, como tú dices, a subirme por las paredes. Tú sabes que he intentado quitarme de ambos vicios varias veces, y antes de una semana estaba dispuesto a arrancarme la lengua a mordiscos. Era como un oso de las cavernas con una espina en su pata.
No lo he olvidado dijo Besst.
Si no hubiera alternativa, tendríamos que hacerlo dijo Burton. Sería o eso o no tener el barco. Pero afortunadamente tenemos los cilindros extra.
Volvió junto a Oskas y, tras fumar una pipa, volvieron a los negocios.
La mujer con el pelo amarillo y los ojos azules dice que la única parte de ella que podrás obtener es su pie, y que después quizá pases un buen tiempo sin poder sentarte sobre tu culo.
Oskas rió estrepitosamente y se palmeó los muslos. Cuando se hubo secado las lágrimas, dijo:
Qué lástima. Me gustan las mujeres con espíritu, aunque no con demasiado espíritu.
Ocurre que hace algún tiempo conseguí un cilindro comodín. Estoy dispuesto a cambiarlo contigo por un lugar en el cual poder construir nuestro barco y los materiales precisos para construirlo.
Oskas no preguntó cómo lo había conseguido, aunque resultaba evidente que pensaba que Burton lo había robado.
Si es así dijo sonriendo, entonces haremos trato. Se puso en pie.
Veré que las cosas sean arregladas inmediatamente. ¿Estás seguro de que esa rubia no está simplemente haciéndose valer?
El jefe tomó el cilindro y lo llevó a la sala del tesoro, donde lo añadió a los veintiuno que ya poseía, y que había ido recolectando a lo largo de los años en beneficio propio y de sus lugartenientes.
Allí, como en todas partes, la gente especial se aseguraba la obtención de privilegios especiales.
Fue preciso un año para construir otro cúter. Cuando estaba medio terminado, Burton decidió no llamarlo como sus antecesores, el Hadji I y el Hadji II. Ambos habían tenido un mal fin y, aunque lo negara, era supersticioso. Tras unas cuantas charlas con su tripulación, se llegó al acuerdo de que Snark era un nombre conveniente. A Alice le gustaba el nombre debido a su asociación con Lewis Carroll, y estuvo de acuerdo con Frigate en que era el más apropiado.
Sonriendo, recitó parte del discurso del Hombre de la Campana en La caza del Snark:
Había comprado un gran mapa representando el mar, sin el menor vestigio de tierra:
Y la tripulación se alegró mucho cuando descubrió
que era un mapa que todos podían entender.
¿Por qué complicarse la vida con los Polos y el Ecuador de Mercator
Trópicos, Zonas y Meridianos?
Así dijo el Hombre de la Campana; y la tripulación respondió
¡No son más que signos convencionales!
¡Otros mapas tienen tales formas, con sus islas y cabos, que tenemos que darle las gracias a nuestro capitán
de que (dijo la tripulación) nos haya comprado un perfecto y absoluto mapa en blanco!
Burton se echó a reír, pero no estaba seguro de que Alice no estuviera insultando de soslayo sus habilidades como capitán. Ultimamente, las cosas no iban tan bien como antes entre ellos.
¡Esperemos que el viaje en el nuevo barco no sea otra agonía en ocho ataques! gritó
Alice.
Bueno dijo Burton, sonriéndole salvajemente, este Hombre de la Campana sabe lo suficiente como para no confundir el timón con el bauprés!
»Ni añadió existe la Regla 42 en el código del barco: Nadie puede hablarle al
Timonel.
La cual dijo Alice, borrando su sonrisa fue decretada por el propio Hombre de la
Campana. Y el Timonel no puede hablar con nadie.
Hubo un corto silencio. Todos sintieron la tensión entre los dos, y parecieron inquietos, temiendo otra violenta explosión del temperamento de su capitán.
Monat, deseoso de evitarlo, se echó a reír. Dijo:
Recuerdo ese poema. Me sentí impresionado especialmente por el «Sexto ataque, el sueño del abogado». Dejadme ver, oh, sí, el cerdo era sometido a juicio por haber abandonado su pocilga, y el Snark, vestido con toga, peluca y gola, estaba defendiéndolo:
La acusación nunca había sido claramente expresada, y parecía que el Snark había empezado,
y llevaba hablando ya tres horas antes de que nadie sos pechara, de qué se acusaba al pobre cerdo.
Hizo una pausa, miró a su alrededor, y dijo: Ya lo tengo. Esa otra cuarteta fue la que más me impresionó:
Pero su gran júbilo resultó bruscamente enfriado cuando el carcelero les informó entre lágrimas, que la sentencia no tendría el menor efecto, puesto que el cerdo había muerto hacía años.
Todos se echaron a reír, y Monat dijo:
De algún modo, estos versos expresan toda la esencia de la justicia terrestre, en su letra, si no en su espíritu.
Estoy sorprendido dijo Burton de que en tu corta estancia en la Tierra consiguieras no sólo leer tanto sino también recordarlo todo tan bien.
La caza del Snark era un poema. Creo que se puede comprender mucho mejor a los seres humanos a través de su poesía y su literatura que a través de sus estudios y ensayos. Por eso me tomé la molestia de memorizaría.
»De todos modos, fue un amigo terrestre el que me facilitó ésta. Dijo que era una de las mejores obras metafísicas de que podía enorgullecerse la humanidad. Me preguntó si nosotros los arcturianos teníamos algo parecido.
¿Seguro que no se estaría burlando? dijo Alice.
Creo que no.
Burton agitó la cabeza. El había sido un voraz lector, y tenía una memoria casi fotográfica. Pero había vivido en la Tierra sesenta y nueve años, mientras que Monat había vivido allí tan solo del 2002 al 2008 después de Cristo. Y sin embargo, durante los años que habían viajado juntos, Monat había evidenciado un conocimiento que ningún ser humano hubiera podido acumular en un siglo.
La conversación terminó porque ya era tiempo de volver al trabajo en el barco. Burton no olvidó sin embargo las otras observaciones al parecer hirientes de Alice. Volvió a sacar el tema cuando fueron a acostarse.
Ella le miró con sus grandes y oscuros ojos, unos ojos que parecían ya dispuestos a retirarse a otro mundo. Ella siempre se refugiaba en otro lado cuando él atacaba, y era esto lo que lo irritaba hasta el punto de ponerlo al rojo vivo.
No, Dick, no estaba insultándote. Al menos, no lo hacía conscientemente.
Pero estabas haciéndolo inconscientemente, ¿no? Esto no es una disculpa. No puedes argüir que no tienes control de esa parte de ti. Lo que tu inconsciente piensa es exactamente lo que tu consciente es. Peor aún. Tú puedes rechazar tus pensamientos conscientes, pero lo que realmente crees es lo que cree esa oscura parte de ti.
Empezó a caminar arriba y abajo, su rostro parecido al de un demonio a la pálida luz que desprendía el pequeño fuego da la chimenea de piedra.
Isabel me adoraba, y sin embargo no tenía miedo de discutir violentamente conmigo, de decírmelo cuando pensaba que yo estaba haciendo algo equivocado. Pero tú... tú te guardas tu resentimiento hasta que se pudre por completo y entonces sale hediondo de ti. Y eso hace las cosas aún peores.
»No hay nada malo en una buena pelea de tanto en tanto con gritos y discusiones. Es como una tormenta de truenos, que asusta cuando se produce, pero que cuando se marcha ha limpiado el aire.
»EI problema contigo es que fuiste educada para ser una dama. Nunca debías alzar airada tu voz, siempre debías mostrarte tranquila y fría y controlada. Pero esa sombría entidad, ese cerebro oculto, esa herencia de tus antepasados simios, está aullando aferrada a los barrotes de su jaula. E, incidentalmente, te aúlla a ti. Pero tú, tú no puedes admitir eso.
Alice perdió su mirada soñadora y empezó a chillarle.
¡Eres un mentiroso! ¡Y no me compares con tu esposa!
¡Convinimos que no nos compararíamos nunca con el esposo o la esposa del otro, pero tú lo sacas a relucir cada vez que quieres ponerme furiosa! No es cierto que me falte pasión. Tú y todo el mundo deberíais saberlo, y no me refiero tan sólo a la cama.
»Pero no estoy dispuesta a irritarme por cada pequeña palabra e incidente. Cuando me encolerizo realmente es porque la situación lo exige. Porque vale la pena encolerizarse por ello. Tú... tú estás en un estado de cólera perpetuo.
¡Eso es una mentira!
¡Yo no miento!
Entonces volvamos al asunto dijo él . ¿Qué es lo que hay en mi capacidad de comandante que no te gusta?
Ella se mordió los labios, luego dijo.
No se trata de cómo gobiernas el barco o cómo tratas a tu tripulación. Esto resulta obvio, todo el mundo está de acuerdo en que lo haces bien. No, lo que me inquieta es el dominio, o la falta de él, que tienes sobre ti mismo.
Burton se sentó.
Sigamos con esto murmuró . ¿Qué es lo que quieres decir exactamente?
Ella se inclinó hacia adelante en su silla hasta que su rostro quedó muy cerca del de él.
Por una parte, tú no puedes permanecer en un mismo lugar más de una semana. Antes de que hayan pasado tres días ya empiezas a mostrarte inquieto. Al séptimo día eres como un tigre dando vueltas en su jaula, como un león golpeándose la cabeza contra los barrotes.
Evítame las comparaciones zoológicas dijo él. Además, sabes que he permanecido en un mismo lugar durante más de un año.
Sí, cuando estás construyendo un barco. Cuando tienes un proyecto en marcha, uno que te permita viajar aún más rápidamente. E incluso entonces, realizas cortos viajes, dejando que los demás sigamos trabajando en el barco. Tienes que ir a ver eso y aquello, investigar rumores, estudiar extrañas costumbres, rastrear un idioma que no conoces. Nunca importa, siempre hay una excusa. Tienes que marcharte.
»Tienes una enfermedad en el alma, Dick, esa es la única forma en que puedo describirlo. No puedes soportar el permanecer mucho tiempo en un mismo lugar. Pero no es debido al lugar. ¡Nunca! Es a ti mismo a quien no puedes tolerar. ¡Debes echar a correr para huir de ti mismo!
El se puso en pie y empezó a pasear de nuevo arriba y abajo.
¡Así que dices que no puedo soportarme a mí mismo! ¡Vaya tipo digno de compasión!
¡No se ama a sí mismo, lo cual significa que nadie puede amarle tampoco!
¡Estupideces!
¡Sí, todo lo que acabas de decir son puras estupideces!
La estupidez está en ti, no en lo que yo digo.
Si no puedes soportarme, ¿por qué no te vas? Las lágrimas rodaron por las mejillas de Alice.
¡Porque te quiero, Dick! dijo.
Pero no lo suficiente como para soportar mis insignificantes excentricidades, ¿no? Ella alzó las manos.
¿Insignificantes?
Siento la pasión por los viajes. ¿Y qué? ¿Me lo reprocharías también si tuviera alguna dolencia física, digamos por ejemplo pie de atleta?
Ella sonrió indulgente.
No, te diría que te libraras de él. Pero esto no es simplemente una dolencia, Dick. Es una compulsión.
Se alzó y encendió un cigarrillo. Agitándolo bajo la nariz de él, dijo:
Mira esto. En mi época, en la Tierra, jamás me hubiera atrevido a fumar, ni siquiera lo habría pensado. Una dama no hacía tales cosas. Especialmente una dama cuyo esposo pertenecía a la aristocracia y cuyo padre era un obispo de la iglesia anglicana. Ni tampoco bebería licores fuertes, ni por supuesto en exceso. ¡Y jamás se me hubiera ocurrido bañarme desnuda en público!
»Pero aquí estoy, Alice Pleasance Liddell Hargreaves del estado de Cuffnells, la más victoriana de las mujeres aristócratas, haciendo todo esto y mucho más. Pero mucho más, puesto que hago cosas en la cama que ni siquiera las novelas francesas a las que tan aficionado era mi esposo se atrevían a describir.
»Yo he cambiado. ¿Por qué tú no puedes?
»Para ser sincera, Dick, estoy cansada de viajar, siempre yendo de un lado para otro, encerrada en el interior de un pequeño barco, sin saber nunca lo que va a traer el día de mañana. No soy cobarde, tú lo sabes. Pero me gustaría encontrar un lugar donde se hablara inglés, donde la gente fuera de mi propia clase, donde hubiera paz, donde pudiera aposentarme, echar raíces. ¡Estoy tan cansada de viajar eternamente!
Burton se sintió emocionado por sus lágrimas. Apoyó una mano sobre el hombro de
Alice y dijo:
¿Qué podemos hacer al respecto? Yo necesito moverme sin cesar. Mira, mi...
¿Isabel? Yo no soy ella. Soy Alice. Te quiero, Dick, pero no soy tu sombra, siguiéndote a todas partes donde vayas, presente cuando hay luz, ausente cuando hay oscuridad, un mero apéndice.
Se dirigió a aplastar su cigarrillo a medio fumar en un cenicero de tierra cocida. Volviéndose hacia él, dijo:
¡Pero eso no es todo! Hay algo más que me preocupa mucho. Me duele que no confíes enteramente en mí. Tienes un secreto, Dick, un secreto muy profundo, muy oscuro.
Quizá tú puedas decirme cuál es. Yo realmente no lo conozco.
¡No mientas! Te he oído hablar en sueños. Tiene algo que ver con esos éticos, ¿no es cierto? Algo que te ocurrió y que no le cuentas a nadie, algo que pasó en algún momento durante todos esos años que estuviste ausente.
»Te he oído murmurar acerca de burbujas, acerca de suicidarte setecientas setenta y siete veces. Y he oído nombres que nunca mencionas cuando estás despierto. Loga. Thanabur. Y hablas de Equis, el misterioso desconocido. ¿Quiénes son esa gente?
Sólo el hombre que duerme solo puede mantener un secreto dijo Burton.
¿Por qué no me lo cuentas? ¿No confías en mí, después de todos esos años?
Lo haría si pudiera. Pero podría ser demasiado peligroso para ti. Créeme, Alice, no he dicho nada porque no puedo decir nada. Es por tu propio bien. Es inútil discutir. No hablaré, y me irritaré mucho si persistes en preguntarme.
Muy bien entonces. Pero mantén tus manos quietas sobre ti mismo esta noche.
Pasó mucho tiempo antes de que Burton consiguiera dormirse. En algún momento de la noche se despertó, consciente de que había estado hablando. Alice estaba sentada en la cama, mirándole fijamente.