Pasamos la noche en un hotel de lujo que lleva el nombre de la base forestal Kikoku (es fácil reconocer nuestra base). A primera hora de la mañana, después del entrenamiento matutino, regresamos. Almorcé y acto seguido fui al «Taller» donde trabajaba Herrera.
En el «Taller» los artesanos picaban con sus martillos mientras el sudor les corría por la frente, con el sonido constante de su respiración acelerada que resonaba en el metal chis- peante. Su tarea más importante: hacer un mantenimiento de nuestras armas y armaduras a diario, y hoy mi trabajo principal era ayudar a Herrera-san.
Como la otra vez, de la misma manera que no tenía las habilidades culinarias para ayu- dar a las hermanas, no podía echar una mano directamente a Herrera-san trabajando el hierro. Comparado con su nivel de experiencia, yo seguro que metería la pata, soy un completo aficionado.
Lo que sí que podía hacer era proporcionar lingotes y hacer aleaciones. Había extraído docenas, si no cientos de metales mágicos de cada mazmorra en la que había estado. Y podía hacer aleaciones fácilmente en mis brazos de plata. Servirían para que los artesanos hicieran armaduras.
Normalmente había que preparar la aleación de metal mágico de acuerdo con ciertas pau- tas. Pero se podía investigar probando nuevas combinaciones con pequeñas cantidades. En mi caso, sin embargo, puedo asimilar una amplia variedad de metales mágicos en mis brazos de plata, cambiando las proporciones y convirtiéndolos en lingotes.
Para explicarlo haciendo una analogía fácil, el proceso sería como poner distintos ingre- dientes en una masa y hacer tantas combinaciones como fuera posible. Es difícil explicarlo con más precisión, pero esto debería de ser suficiente para haceros una imagen aproxima- da.
La cosa es que era muy fácil de hacer. Y aunque pusiera a la mitad del clan a hacerlo, no irían tan rápido como yo.
Probé varias aleaciones liderado por el enorme martillo del enano encargado. Elaboramos cuidadosamente varias armaduras. Herrera-san estaba tan concentrada que no mostró ninguna otra expresión en toda la mañana.
Cada enano se encargaba de una parte específica del proceso, mientras que las llamas se filtraban incesantemente por los hornos que ardían con piedras espirituales. Los sonidos agudos de los martillos golpeaban las aleaciones mágicas, las chispas que volaban violen- tamente se dispersaban sin cesar. Los artesanos trabajaban poniendo en aquellas piezas su cuerpo y alma. Eran puras obras de artesanía.
Habían cultivado su tecnología hasta ahora por la práctica, heredada y transmitida primero por la tradición, aprendiendo el resultado final después de innumerables ensayos y errores.
Las características del metal mágico usado como materia prima, y probablemente la [Pro- fesión] de [Herrera], lograban hacer una armadura mágica, y luego sublimarla en un ob- jeto mágico que supera cualquier armadura normal.
Una espada larga ígnea con un filo mejorado, un escudo de torre para evitar ataques inclu- so si son de viento, un bastón de honda que dispara grava, incluso una maza que golpea de nuevo a la velocidad de un rayo. Estaban haciendo una amplia variedad de artículos.
Por supuesto, Oniwaka estaba en el taller con su madre. En un rincón, empuñando un martillo igual que ella. Ver a un verdadero herrero era muy interesante. Era inspirador. Así que también decidió intentar construir varias cosas. Tenía el material que se utilizaba apilado en la esquina, las aleaciones mágicas adecuadas extraídas de mis brazos de plata. Tenían una mayor cantidad de mithril mezclado, por lo que eran ligeramente azuladas.
Con un silbido como un hervidor de agua y aconsejado por Herrera-san, Oniwaka gol- peaba una y otra vez con el martillo. Terminó construyendo un cuchillo grueso, casi como un hacha.
Le acabé de pulir un cuerno en una esquina y le puse un asa de aleación mágica, pero la precisión del diseño era excepcional. Incluso cortaba las piedras donde se caía por su propio peso, y tenía [Reparación Automática] junto con otros atributos. Podía ser extre- madamente buena para desmontar cuchillos de cazar o armaduras cuando ya estuvieran demasiado usados.
Al ser la primera que hacía debía pertenecerle a Oniwaka, pero planeamos hacer más juntos para el resto de los niños: Auro, Argento, Nicola y Opushii. Nos dedicaríamos a la herrería de nuevo otro día.
Sabía lo que podía hacer, así que continuaríamos trabajando como padre e hijo. Menos Nicola, que todavía no podría usar nada porque es un bebé, los otros niños se pondrían contentísimos. Quiero seguir construyendo cosas.