El piso 36 se parecía a los pisos del 11 al 15. No había una gran cantidad de monstruos y era fácil recoger los objetos que encontraba por el camino. Varias cascadas caían sin cesar desde lo alto del techo, pero vi un lugar en el que podía disfrutar de la pesca de forma segura.
Aparte de las arawanas de acero escamoso y los pirarucús de escama plateada que atra- pé en los pisos anteriores, también había pescados como el bagre arcoíris y la trucha arcoíris de cerezo. Horneadas con una pizca de sal, son un manjar sublime.
Dado que solo unas pocas personas llegan a este punto, los peces no están acostumbra- dos a ser atraídos, por lo que pican rápidamente al poner un poco de cebo en el anzuelo.
No soy un pescador experimentado pero me bastó con simplemente dejar la caña fija varios segundos y, cuando picaron, recogerla y atrapar los peces. Después de repetirlo varias veces, se ve que aprendieron lo que estaba haciendo y la cantidad que picaba bajó. Aun así, me conformé con los que pesqué, ya que conseguí por lo menos una docena de ellos.
Aparte de la fauna, la flora en el pantano con cascadas era realmente rica. Obtuve ver- duras como la berenjena de manantial, la sandía dorada, el tomate emperador rojo y la coliflor blanca imperial.
Personalmente, mi favorita entre todas es la berenjena de manantial. Es tan suave y deli- cada que con un ligero roce se puede llegar a dañar, su brillante piel violeta y el aspecto mullido hacían que pareciera deliciosa. Y realmente lo era. Cuando di el primer bocado, su jugo invadió mi boca. Tenía la dulzura de una manzana o una fresa, a pesar de que era una berenjena. A pesar de ser un poco amarga, no podía dejar de comerla. Tuve que alejarlas de mí antes de que me comiera en un santiamén todas las que había recogido. Y eso que estaban crudas. No podía imaginar cómo serían cocinadas.
La velocidad de recuperación de magia de mi cuerpo aumentó solo por comerlas, así como lo hizo mi fuerza física. Recogí tantas de ellas como pude, ya que eran algo muy conveniente.
Las plantaré en mi huerto de regreso a casa. Lo malo es que tardan un tiempo considera- ble en crecer, cosa que no ocurre en una mazmorra. Las que arranqué ya habrían crecido de nuevo en cuanto saliera a la superficie.
Explorando por encima el lugar, me di cuenta de que había muchos tipos diferentes de hierbas, pero en cambio había un número limitado de cajas con tesoros y metales mági- cos. Aunque la comida siempre viene bien, es una pena que solo crezcan aquí.
Puede que si no hubiera tenido ninguna obligación, me habría quedado por aquí un tiempo. Era un piso muy cómodo. Un espléndido aire limpio y fresco llenaba mis pulmones, había una gran cantidad de productos de alta calidad, no había cambios bruscos de temperatura, había fuentes de agua limpia... Era un lugar muy agradable y nada aburri- do. Aunque había algo de ruido procedente de las peleas entre grandes monstruos. Pero creo que si pongo mi carro [1000 Huesos] aquí y aíslo el lugar, sería un buen sitio para descansar. Tal vez no sea mala idea construir una casa de campo cerca del lugar donde pesqué. Podría hacerlo fácilmente con los ciempiés esqueléticos.
Bueno, fuera ya tenía muchas cosas montadas, así que esto se mantendrá solo en mis sueños. En realidad me urgía llegar al siguiente piso.
Debido a las características de este, avancé sin ningún tipo de dificultad en particular, y
llegué a las profundidades del piso 40.
Había una gran cascada en el centro, y se extendía en un lago de un tamaño correlativo. La temperatura aquí era baja debido al rocío del agua que caía formando ráfagas cor- tantes de viento.
Alrededor había varias piedras y vegetación, así como zonas pantanosas muy resbala- dizas. Con ese suelo tan inestable, tenía que andar prestando mucha atención al sitio donde iba a pisar para no perder la estabilidad y caerme.
En tal campo de batalla, más o menos parecido a donde luché contra Crysora, me es- peraba lo que se asemejaba a un lobo o un perro, un animal cuadrípedo con un aspecto extraño. Sus largas y gruesas patas delanteras, con cuatro garras afiladas en cada una, parecían haberse desarrollado para atrapar a sus presas. Sus fuertes y potentes patas traseras eran más pequeñas, pero daban una excelente sensación de estabilidad pese al estado del suelo que tenía debajo.
Sobre su espalda, de un azul transparente, crecían ocho pares de tentáculos cortos y pe- sados que no paraban de moverse. Soltaba agua cargada de electricidad por las antenas. Su cola era tan ancha como el tronco de un árbol y dos veces la longitud de un animal normal, con tres garras afiladas en la punta que movía tan hábilmente como los dedos. Estas emitían un color azul claro, y probablemente las utilizaba para atacar desde un punto ciego, empleándolas como una quinta extremidad.
Todo su cuerpo estaba cubierto de un vello corporal color turquesa, parecía ser sedoso a pesar de poder endurecerse inmediatamente como una armadura con un incontable número de cuchillas en el impacto. Uno acabaría malparado si tocaba su cuerpo sin cuidado.
El lobo tenía dientes serrados en la parte delantera de la boca, que se extendían hacia delante como los de un insecto. Podía sacar una larga lengua por la abertura, con un líquido azul que le cubría la punta y goteaba. Encima de esta, tenía tres ojos azules trans- parentes y tenía la cabeza protegida por un firme exoesqueleto blanco parecido a una máscara. En sus temporales, se asomaban un par de cuernos retorcidos.
El nombre de este jefe era Pochi, el lagarto sanguinaro. Me lanzó un rugido abrumador como el de Minokichi-kun para indicar el inicio de la batalla. Cuando sus ondas sonoras llegaron hasta mí, hicieron temblar mi cuerpo como si me hubiera electrocutado.
Antes de que el rugido cesara, empezaron a aparecer un incontable número de protube- rancias alrededor de Pochi. Varios bichos saltaron de dentro de los cráteres, eran todos los monstruos de la mazmorra que había ido matando por el camino: mantis marinas cuádruples, sirenones azules, pulpos de casco y tiburones rayo.
Había alrededor de 50. Sin embargo, no estaban en su estado normal. Algunos tenían los brazos quebrados, otros tenían aplastada la cabeza y los ojos espachurrados. A otros les faltaban partes del cuerpo o tenían sus entrañas colgando. Tenían una única cosa en común: todos estaban muertos.
Pero por muchas heridas que tuviesen, no tenían ni una sola gota de sangre. Pochi so- lía drenar la sangre de su presa hasta saciar su apetito. Arrancaba con los dientes muy poca cantidad de carne, así que la mayoría permanecía en su víctima. Luego, en vez de dejarlos normalmente en ese estado, al parecer tenía la capacidad de poner parásitos dentro del cuerpo de las bestias. Y reparaba los cadáveres cadáveres haciéndoles algunos apaños.
Los parásitos absorbían la voluntad y la sangre de los cuerpos, y lo utilizaban como nu- trientes. Se desarrollaban y servían de defensa a Pochi para cazar otras criaturas. Logra que sobrevivan en la mazmorra (donde normalmente los no-muertos son purificados) ya que en realidad son cadáveres manipulados por un parásito, así que técnicamente no están del todo muertos. Se podría decir que su técnica de manipulación de cadáveres tiene un parecido a la de cierto héroe demagogo demoníaco.
El campo de batalla se llenó inmediatamente de una salvaje excitación cuando sus esbi- rros vinieron a por mí.
Jefe de mazmorra [Pochi Lagarto Sanguinario] eliminado con éxito Yatendouji puede desde ahora progresar hasta el siguiente piso sin batallar de nuevo contra [Pochi Lagarto Sanguinario].
Yatendouji ha sido recompensado con el cofre del tesoro [Colección de Cuerpos Vehementes Manipulables] como bonus por derrotarlo por primera vez.
Yatendouji ha recibido la habilidad especial adicional
[Control Completo del Medio Acuático] como bonus por el logro [Victoria En Solitario].
Pochi fue sacrificando los cuerpos de sus esbirros monstruos como peones, mientras se movía silenciosamente a alta velocidad. Usaba sus patas para atacarme con sus garras afiladas y los tentáculos en su espalda. Un movimiento de sus afiladas garras generaba un viento violento. El agua electrificada que goteaba de sus tentáculos derretía la piel que toca y electrificaba el cuerpo hasta la médula con una descarga.
Gracias a [Anulación de Daños Eléctricos], la magnitud de lo que me hiciese probable- mente no me afectaría demasiado, pero no me gustaba la idea de llegar a tocar ese fuerte ácido líquido, aun teniendo yo el mío propio.
Aparte de su capacidad individual, que era bastante molesta, estaba acompañado por sus subordinados, con los cuales otros jefes de piso no contaban. Pero al final, conseguí someterlo.
El precio por matar a tantos monstruos en la mazmorra fue que mi alabarda se volvió casi inútil, pero supongo que era inevitable. La guardé en mi inventario puesto que to- davía podría ser potencialmente reparada. En su lugar, saqué mi [Cuchillo Ancestral de Gigante]. A pesar de que es más o menos un cuchillo de cocina para un gigante, para alguien de mí físico este objeto mágico se convierte en una especie de espada larga. Si bien este tipo de espada es apenas mejor que otras espadas largas, era mejor que nada y, por encima de todo, tendría la ventaja de cortar fácilmente sashimi fresco.
Decidí que seguiría con el cuchillo por un tiempo. Como esperaba, sin usar más habili- dades, lidié con los monstruos rápidamente.
Después de recoger el cofre de tesoro y el cuerpo de Pochi, avancé hasta el piso 41, don- de no había suelo.