Estábamos en Purgatory, la ciudad-laberinto. Había tesoros de oro y de plata por to- das partes, aventureros y bribones en busca de fama... Pocas ciudades habían lograban crecer tan rápido como esta. Había varios equipos formados en su mayoría por lo que parecían híbridos merodeando de un lado a otro de la plaza principal.
Las enemistades y las fortunas producidas en los laberintos de dentro eran una gran tentación para cualquiera.
Todavía era temprano por la mañana. El sol aún no había salido. Crucé uno de los ves- tíbulos de la Sucursal de la Alianza de Purgatory. Allí las sesiones de entrenamiento estaban abiertas a los aventureros, sin cargo alguno. Podía verse todo tipo de gente de diferente especie: híbridos con frondosos pelajes vestidos con armadura completa, una mujer mayor con un bastón que llevaba una túnica, un chico y una mujer felina guerre- ros empuñando espadas, una ladrona humana practicando su puntería con los cuchillos.
Me vendría bien la cantidad de entusiastas de la ciudad-laberinto, sobre todo cuando siempre ando en busca de nuevos estilos de lucha.
Contándolos a ojo, había más de 60 personas reunidas en el campo de entrenamiento. Al parecer todos ellos habían venido hasta aquí para aceptar una misión de la alianza
que consistía en desafiar al laberinto. Hablando con uno de los aventureros, recibí una
invitación a participar. Según me dijo, un buen número de los presentes aventureros habían visto nuestra sesión de entrenamiento el otro día cuando llegamos a la ciudad, y había recibido una invitación oficial para utilizar el campo de entrenamiento.
Pensándolo, supongo que era posible.
Cuando nos vieron, puesto que yo era una especie extinguida, me agruparon con los Señores. Aun así, el combate entre nosotros fue bastante intenso, aunque hubiera sido un ogro, seguiría afirmándolo.
Actualmente Dhammi-chan era fuerte, tenía una fuerza similar a la de Pelirroja, y ambas eran capaces de defenderse adecuadamente. La cuestión radicaba en la falta de veloci- dad de Dhammi-chan.
Bueno, mientras practicaba en el campo de entrenamiento con el grupo, varios aventu- reros dejaron lo que estaban haciendo para mirarnos. Al cabo de un rato, algunos em- pezaron a ofrecerse para batirse en duelo con nosotros. Tras sopesarlo por un momento, creí que sería una buena idea permitir que algunos de mis mercenarios practicaran contra aventureros, lo que también nos daría reputación. Al ser un señor apóstol, una especie extinguida, la mayoría me veía como un oponente muy fuerte y solo algunos se atrevieron a desafiarme.
Pensando un poco, decidí convertir esa atmósfera única en un juego. Pero tuve que prescindir de Dhammi-chan, pues no había nadie que quisiera pelear contra una hembra tan bella, intimidaba incluso a las otras mujeres.
Supongo que no pasa nada... Pero Dhammi-chan no podrá beneficiarse de esta situación...
Tendré que pensar en algo que ella pueda hacer más tarde.
Luchar contra una multitud tan diversa de oponentes es una oportunidad muy rara, me viene genial para reunir experiencia en vistas al futuro. Decidí ponerlo todo más intere- sante creando un sistema de compensación.
Si alguien lograba derrotar a Ventisca-chan o Ardiente-kun, recibiría mil monedas de oro. Si ganaban contra Ilusionista-kun, recibirían un lingote de plata, valorado en diez mil monedas de oro.
En cuanto lo dije, la multitud se engrescó. Las miradas de los aventureros cambiaron; a todos ellos les había motivado al máximo el dinero.
No tenía presente lo fácil que era manipular a la gente con dinero, pero visto lo visto, es coser y cantar.
Cobré la participación al torneo de cada persona. También añadí una recompensa es- pecial si alguien conseguía derrotar a los tres; recibiría un premio de cien mil monedas de oro.
Bueno, en resumen, los tres participantes de nuestro bando terminaron exhaustos, pero no perdimos ni un solo duelo. Nuestro entrenamiento dio sus frutos, sin importar quién fuese su oponente, ellos supieron responder a los movimientos de cada atacante sin problema y los derrotaron a todos.
Después de todos los combates, algunos de los aventureros de rango superior pensaron que sería entretenido desafiarme a mí. Les cobré el triple de cuota y dejé que me ataca- sen todos a la vez. Todo terminó en un instante.
Al final saqué bastante provecho del acontecimiento; conseguimos entrenar como nun- ca y también obtuvimos algo de dinero. Matamos dos pájaros de un tiro. Cuando termi- namos, ya era casi de noche.
Acabado el torneo, recibí varias invitaciones a reunirme a diversos clanes y organizacio- nes. Pero las rechacé todas, yo ya soy el líder de mi grupo mercenario.
Por ahora, decidí no coger más trabajos, puesto que, uno, ya estábamos en una misión, y
dos, ninguno nos beneficiaba. Volvimos al hostal y nos relajamos en sus baños.
Después, repasé todos los artículos obtenidos y conté el dinero del torneo. Entregué a cada uno de los señores una pequeña suma de dinero para sus caprichos. Se lo habían ganado por su buen trabajo.
Quería hacer un poco más de turismo por el pueblo, por lo que les di a todos el día libre. Ah, sí, es verdad. También fui a ver el laberinto. No entré, pero el edificio era una torre gigante de color gris que se alzaba más allá del cielo. Era espectacular. Atraía mucho turismo a la ciudad.
Los oscuros callejones eran una zona sin ley de la ciudad. Si llegaba a faltar alguna persona de allí, a nadie realmente parecería importarle. Aunque mientras la mayoría de gente evitaba las esquinas abandonadas de la ciudad a sabiendas de eso, yo intenté atraer a algunos tontos hacia una de estas calles para que me atacasen. Como mi aspecto era parecido al de un humano, pensé que habría muchas más personas que lo intentarían.
Uno detrás de otro, varios tipos me saltaron encima. Sus habilidades eran escasas, no lograron hacerme ni un rasguño. Cogí a uno de ellos y le arranqué la cabeza, dejando a los otros con cara de póquer. En pocos segundos, también maté al resto. Recogí sus cosas y me comí los cuerpos sin bajar la guardia. Después de eso, segregué fluidos corporales ácidos para eliminar cualquier evidencia de lo que había sucedido.
Algunos de los artículos de los matones estaban bastante bien, pero no gané ninguna habilidad de ellos. Obtuve un anillo mágico, una poción mágica, algunos atuendos de terciopelo, pero el resto eran solo objetos personales.
Mirándolo por el lado positivo, llevaban una gran cantidad de dinero encima. Su sabor era nauseabundo, pero se lo perdono por la gran fortuna que les saqué. Sin embargo, con el simple hecho de comerme a cinco personas, ya estuve satisfecho.
Después de la captura de los matones en las oscuras profundidades de la ciudad, fui a dar una vuelta por las tiendas. Primero entré en una tienda de objetos mágicos sacados del laberinto.
Después visité varias tiendas de provisiones para aventureros, donde compré varios artículos decentes a buen precio.
Mientras tanto, noté que algunas tiendas tenían artículos que parecían interferir con mi inventario, aunque solo necesitaba dar varios pasos hacia atrás para poder utilizarlo de nuevo.
Provisto de los complementos, me dirigí a tiendas específicas para comprar medici- na mágica, materiales y metales. Compré varios lingotes de metales mágicos distintos como el mithril, para regalarlo a los enanos que dejamos atrás en el asentamiento. Por cierto, también reuní materiales en gran cantidad y muy diversos para Alquimista-san.
Regateé un buen precio por una gran cantidad de mercancías de la tienda mágica, tanto que el propietario tuvo que cerrar hasta poder reabastecerse. Una vez terminé las com- prar, regresé a la posada.
Auro y Argento crecieron considerablemente en mi ausencia. Simplemente habían pa- sado el tiempo jugando. Les di un nuevo juguete, aunque no iba a durar mucho tiempo con lo brutos que eran.
Después de eso, fui a probar algunas de mis habilidades en privado. Quería ver lo que
era capaz de hacer, y si podía usar en secreto mi inventario dentro del laberinto.
Aunque, pasados unos minutos, Principesa me interrumpió y tuve que terminar mis pruebas.
La noche pasó bastante rápido. Fue una noche muy intensa, ya que Dhammi-chan y Pelirroja no estaban embarazadas y eso les frustraba, por lo que insistieron bastante en hacerlo. Y... Yo no puse mucha resistencia. Como ya tengo cuatro hijos, supongo que no estará de más tener otros dos...