Hoy, igual que había ocurrido con las hermanas, los vientres de Herrera-san y Alquimis- ta-san empezaron a crecer.
Esta vez, no me asusté y seguí el proceso habitual. Les suministré energía mientras bus- cábamos un lugar donde descansar.
Desde que salimos de las montañas el otro día, no habíamos visto ninguna cueva razo- nable.
Después de un rato buscando, no tuvimos más remedio que parar.
Les pedí a Ardiente-kun y Principesa que abandonaran el carruaje, tuve que asistir el parto de mis hijos en su interior.
Principesa vio accidentalmente como cortaba a Herrera-san y toda la sangre que perdió en el proceso. Usé mis habilidades curativas justo después, por lo que no pudo haber visto los efectos de mi sangre.
Decidí que no tenía que preocuparme por ese tema.
Volviendo a la historia, Herrera-san dio a luz a un niño. Él era bastante más grande que
Argento y Auro. Era de especie [Ogro Noble].
La hija del Alquimista-san era una niña humana rubita de ojos azules con tatuajes ne- gros por todo el cuerpo. Ella nació con más de una [Profesión] aparentemente. Me gus- taría pensar que también tendría mis genes, por lo que así crecería rápidamente como el resto.
Era muy raro que nuestra hija resultase ser humana. Por sus tatuajes, supongo que será tan fuerte como el resto, pero eso no cambia mi profunda preocupación mi niñita linda.
Puesto que estaba mucho mejor preparado en comparación con la otra vez, a diferencia de las hermanas, Herrera-san y Alquimista-san solamente sufrieron dolores leves.
Su agotamiento no fue ni la mitad de terrible que la última vez tampoco.
Aun así, los niños nacieron en rápida sucesión. Me pregunto si fue por sus cuerpos fuertes.
El hecho de que naciesen con varios días de diferencia también me hizo plantear cosas sobre su concepción, pero ya pensaría en eso otro día.
Volviendo al tema, al niño ogro le puse el nombre de Oniwaka, por un guerrero históri- co, y a la hija de Alquimista-san la llamé Nicola.
Les di de comer el polvo de los cuernos del ciervo blanco a mis dos preciosos hijos recién nacidos y sus habilidades mejoraron en gran medida, al igual que las de mis otros hijos.
Al ver las dificultades que mis cuatro mujeres tenían llevando a mis hijos, los hice subir a todos en el carruaje. Puse a mis niños en unas camas especiales que había preparado con antelación.
Alrededor de media tarde, llegamos a «Purgatory», la ciudad-laberinto.
A diferencia de cuando era un ogro, ahora era de la especie Señor, y como tal, las cosas
fueron mucho más fluidas durante el viaje.
No nos costó nada entrar en la ciudad.
Estaba rodeada por un muro circular hecho de algún tipo de material metálico especial. También parecía haber algo que prohibía sacar los objetos mágicos poderosos que había en las murallas del laberinto. Pero eso a mí no me afectaba, ya que podía poner lo que quisiera en mi inventario. Aunque no tenía planeado desafiar al laberinto, en el primer lugar.
Entonces, como algo semejante a una notificación en mi mente, se me informó de que no iba a poder acceder a mi inventario dentro del laberinto. Solo estaba permitido llevar necesidades como alimentos metidos en mochilas, las cuales son comprobadas minucio- samente antes de entrar.
Por ahora, nos limitamos a buscar un buen lugar para descansar.