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Chapter 112 - Día 101

Partimos por la mañana según lo previsto, pese a que hacerle de niñera a Principesa se volvió molesto en varios aspectos.

Un gran monstruo-pollo gris, llamado coccorón6 había hecho su guarida justo al lado de la carretera. Probablemente ni siquiera habría sido capaz de lastimar el caballo esquelé- tico que tiraba del carro, y mucho menos la mayor parte del grupo.

Principesa también tuvo algunos problemas con las Hermanas y Herrera-san. Hasta hace poco tan solo nos había venido con exigencias a Herrera-san e incluso a mí mismo, del tipo Deben inclinarse ante mí. Supongo que esto era natural para alguien criado como miembro de la realeza. El hecho de que ella fuese nuestro cliente, sin embargo, me impedía castigarla de ninguna forma.

Volviendo al monstruo. Coccorón, más conocido como Misutenddo, era un monstruo de poca monta que los aventureros novatos tendían a cazar teniendo pocos niveles por la experiencia que daba. Sin embargo, un monstruo era un monstruo. Si un joven desarma- do se encontrara con él, no sería capaz de vencerlo y salir ileso.

Engañé varias veces a Principesa desplegando una de las alas de Misutenddo e inten- tando librarme de su constante atención, pero aun así ella me plantaba cara con su tenacidad.

Al final, empecé a contemplar que podía entrenarla de alguna forma, para distraerla de sus constantes intentos de molestarme. Si utilizaba algunas de mis habilidades in- visibles, podría asegurarme de que ella no se lesionara al toparse con un Misutenddo. Aunque aun así no estaría exenta de riesgos; ella podría llegar a perder un ojo y eso era algo que no deseaba que sucediera.

Luego pensé en enfrentarla a alguno de mis animales esqueléticos; eran de nivel débil, pero con mi fuerza actual siempre existía el riesgo de que ella recibiera lesiones. En el peor de los casos, podría llegar a morir.

Entonces, en un incidente donde ella trató de pelear con un Misutenddo con un cuchillo de cocina, tuve que intervenir.

El comportamiento de Principesa era problemático, aunque realmente no me afectase personalmente. Pero es la responsabilidad de un adulto regañar a los niños cuando ha- cen algo peligroso.

Ella trataba de usar su condición de miembro de la familia real para evitar las repri- mendas. Pero le hundí el plan al afirmar que su condición no tenía ningún efecto en mí. Después de dejar eso claro, empecé dándole charlas acerca de cómo ella precisamente por ser un miembro de la realeza— debía tener un nivel refinado de disciplina.

6 En inglés lo llaman Big Cocco, que sería Gran Cocco.

Así, castigaría su mal comportamiento con nalgadas, y recompensaría su buen compor- tamiento con palmaditas en la cabeza.

La única otra persona con quien llegaba a considerar esta forma de tratamiento sería

Pelirroja, aunque darle nalgadas a ella no se vería como un castigo...

En todo caso, la información que recibí de Caballerito en lo que respecta a Principesa era bastante escasa. Dicho esto, creo con firmeza que es probable que ella tenga algún tipo de poder misterioso o un importante secreto.

Es casi inconcebible, ya que uno nunca pensaría que una familia real habría educado un niño a tener tan poco conocimiento sobre este mundo. Principesa tenía una vaga idea de cómo era la gente, le faltaba sentido común. Era evidente que no estaba familiarizada con los riesgos que implicaba luchar contra monstruos, ya que solía acercarse a ellos frecuentemente. Era similar a un niño con un perro de verdad habiéndolo visto solo en los libros anteriormente, pensando que es seguro acariciarlo porque nadie le ha dicho lo contrario.

De camino al castillo, debatiendo sobre el tema de si debíamos o no protegerla, decidí que sería mejor si pudiera disfrutar del mundo exterior al máximo. Podría ser algo que ella no iba a ser capaz de hacer de nuevo en un futuro, debido a su condición de princesa.

Cuando ese pensamiento cruzó mi mente, descarté inmediatamente el más vil de mis pensamientos. Pese a que técnicamente ella era mucho mayor que yo, era mejor no to- carla hasta que se convirtiera en una chica mayor.

Aunque cuando sonreía era casi como si me ordenase devolverle la sonrisa, y a menudo lo hacía, cogiéndole más y más cariño.

Cada vez que se cansaba, venía donde yo estaba, subía a mi espalda, y esperaba hasta que yo la ponía en mi hombro. Me rendí, al menos con esto. Mi hombro parecía haberse convertido en el asiento especial de Principesa. No era algo que me importase realmen- te, la pobre estaba callada la mayoría del tiempo, jugando con mi pelo y actuando de manera entrañable. Admito que, por lo menos, puede ser una niña buena cuando no está causando problemas.

Ahora que lo pienso, la mayoría de sus arrebatos son cuando intento ignorarla...

Dios bendito, tengo que tener cuidado, las niñas a menudo hacen mella en los hombres fuertes... Es peligroso...

Sin embargo, voy a permitir que se monte en mi hombro por ahora. A pesar de que la imagen de nosotros dos sea tal vez demasiado notable. Varios aventureros y comercian- tes de varias tribus que vieron nuestro convoy en la carretera siempre me miraban, o más bien nos miraban a nosotros, con asombro. Dado que Principesa era bastante joven, necesitaba un poco de entretenimiento, por eso tuvimos que cantar canciones durante el viaje para impedir que se aburriera y vagara por su cuenta. Nos gustase o no, de este modo la cantidad de problemas que podía entrañar la personita de mi hombro era mu- cho menor que si la dejábamos de lado...

Como fuese. En cuanto a Caballerito, Alquimista-san y Dhammi-chan estuvieron mo- lestando al pobre muchacho haciéndole escarnios. Dado que ninguna de las chicas tenía puestas sus gafas, el chaval fue su juguete durante casi todo el día. Se divirtieron mucho con el inocente niño, pero para nada tuve celos de algo tan trivial como eso.

Hoy acampamos en un lado de la carretera.