Temprano por la mañana, después de entrenar un poco con las chicas en un descampado junto al hostal, decidí que iba a explorar las calles yo solo hoy.
Dhammi-chan dijo que Herrera-san y ella irían a comprar ropa. Mandé a los tres seño- res, con ellas, Ardiente-kun e Ilusionista-kun, que se encargaron de llevar las bolsas, y Ventisca-chan, puesto que también es una mujer, debería disfrutar de las compras con las otras chicas.
Dado que se habían convertido en mis sustitutos por un día, me los llevé a un lado y les di rápidamente las gracias antes de marcharme.
Como iba a estar deambulando solo, no podía ocultar mi cuerpo de ogro bajo mi capu- cha y mi capa. Así que usé [Metamorfosis] y [Cambio Radical de Forma] para convertir mi cuerpo a su previo aspecto humano.
Tengo que ir con cuidado, será mejor que no parezca sospechoso y dé la nota.
Continué con la recopilación de la información en la ciudad mientras vagaba por sus calles; los rumores se extienden muy rápido aquí, ya saben.
Básicamente, los ogros son conocidos como monstruos que a menudo se empeñan en dañar a otras especies. No ocurre lo mismo con un raro ogro mago, quien raramente atacaría a humanos; pero dado su estereotipo de raza muy peligrosa, los humanos pro- bablemente sigan tomando muchas precauciones al tenerlo cerca. Mis problemillas en la puerta también fueron a causa de esto.
La escena de la puerta sucedió porque no fueron capaces de reconocer que yo era dife- rente a la mayoría de los ogros.
Prejuicios sin fundamento. Típico de los humanos.
Estuve andando por la calle principal de la ciudad durante unas tres horas. Paré a comer en un restaurante donde reuní algo más de información. Después, me fui a continuar explorando la ciudad.
Al llevar encima una equipación bastante buena, algunos pendencieros pensarían que sería un buen objetivo.
Efectivamente, empezaron a acecharme. Creo que había seis en total, armados con cu- chillos y destrales. Lo más divertido de esos idiotas era su risa estúpida de Uejejeje. Me pareció gracioso que fuera similar a la típica de los villanos.
Bajé por el callejón para persuadir a los idiotas de atacarme. Cuando no hubo nadie alrededor, los matones comenzaron su ataque sin siquiera molestarse en amenazarme. En ese momento no pensé que estaba en mi forma humana, y mi cuerpo era mucho más pequeño de lo que estaba acostumbrado. Mi sentido de la distancia se vio distorsionado y el primer cuchillo logró atravesarme el corazón.
Por desgracia para mis oponentes, en el fondo todavía era un ogro, solo que en forma humana. Una herida como esa nunca llegaría a suponer nada para mí. Al ver que no ha- bía muerto, ni siquiera de dolor, el matón que me apuñaló se echó para atrás sorprendi- do. Jugué con ellos un rato, para que sufrieran todo lo posible hasta que desearon que les matara, lo que acaté al segundo en que lo pidieron. No soy cruel después de todo. Termi- né rápidamente rompiéndoles el cuello. Decidí comer sus cadáveres en el callejón. Pese a que no había nadie en mi [Sensor de Presencia], me los comí igualmente a toda prisa.
Habilidad [Profesión Ladrón] aprendida Habilidad [Puñalada Sigilosa] aprendida Habilidad [Bomba de Humo] aprendida
Al parecer, los seis eran ladrones. Puesto que había un patrón común en los anillos que cada uno de ellos llevaba, deduje que pertenecían a la misma organización y que esta organización podría tener un gran número de miembros.
Bueno, esto realmente no tenía nada que ver conmigo, así que decidí dejarlo por el mo- mento.
No valía la pena quedarme con nada de lo que llevaban, por lo que disolví todas sus posesiones sin valor con mis fluidos corporales ácidos, limpiando el sitio por completo tras la muerte de estas seis personas.
Me quedé un rato caminando por el callejón, esperando a ver si más matones trataban de asaltarme. Vi a un niño discutiendo violentamente con cinco hombres.
Esos hombres tenían un aura dura y severa, y su edad promedio era de alrededor de treinta años. Puesto que tenían cuchillos escondidos en el pecho, sospeché que el derra- me de sangre sería su pan de cada día.
A su vez, el niño que estaba entre los hombres tenía unos trece o catorce años de edad.
Su pelo rubio reflejaba la luz tenue del callejón; tenía una cara muy bonita por la forma en que brillaba. Sin duda, iba a convertirse en un hombre muy atractivo en el futuro. Llevaba una armadura ligera de color blanco plateado, un manto y una capa roja. Podría tratarse de un aprendiz de caballero, a juzgar por la espada atada a su cadera. Por su aspecto, imaginé que venía de una familia noble de alto standing de una casta elitista.
Escondido, decidí espiarles. Al parecer, la situación giraba alrededor de un secuestro.
Caballerito parecía estar presionando a los matones para obtener información. Mientras lo hacía, se preparaba lentamente para desenvainar su espada en el caso de necesitarlo. A mí no me interesaba participar. De hecho, pensé en volver, pero entonces... Entonces me di cuenta de que esos matones tenían los mismos anillos en los dedos que los que tenían los otros a quienes me acababa de comer.
Justo cuando pensaba que me había convencido a mí mismo de no mirarles más y así evitar involucrarme, como esperaba, se desató una pelea.
Aunque los matones le superaban en número, el chico tenía de largo una mejor equipa- ción. La diferencia en el número, sin embargo, no le fue tan fácil de superar. Al final, el muchacho terminó anulado y capturado por los cinco matones.
Uno de los hombres puso su cuchillo en el pecho del niño, mientras que el resto lo suje- taba. Ese hombre iba a clavarle el cuchillo con tanta fuerza como para cortar un caballo, con intención de perforar el pecho del niño indefenso. En ese momento, salté a escena y dejé fuera de combate a los cinco matones. Decidí dejarles a todos con vida momen- táneamente. Usando mi habilidad [Parasitar] en ellos, investigaría la ubicación de su escondite, por si acaso.
Me llevé a cuestas al chico abatido y salí del callejón. Habría sido problemático, por no decir fácil, ser atrapado al abandonar la escena como lo hice, dejando a varios hombres inconscientes detrás de mí, por lo que me aseguré de esconder los matones para que nadie los descubriera.
Una vez llegamos a un lugar remoto, me encargué de curarle las lesiones al niño, cobrán- dole por ello, por supuesto. El muchacho se enfureció bastante conmigo por dejar vivos a los matones. Le colé una mentira diciendo que al final los había matado y que le había salvado a él la vida. Fue solo una mentira parcial; probablemente termine matándoles en cuanto cumplan su cometido. Me preguntó quién era, pero le di una respuesta vaga, afirmando que solo era un mercenario ordinario, sin revelar mi verdadera identidad.