Punto de vista de un elfo macho
Incluyéndonos a nosotros, los elfos, todas las razas no humanas pueden evolucionar si acumulan grandes cantidades de experiencia y llegan al nivel 100. La dificultad y el total de experiencia necesarias difiere según la raza, pero el hecho de que esto se dé en casos contados es una característica compartida por todas las razas, pues a pesar de alcanzar el nivel 100 muchos todavía son incapaces de evolucionar.
Por ejemplo, entre los goblins que son débiles pero a cambio maduran deprisa, normal- mente solo hay dos o tres, como mucho cuatro, de entre más o menos un centenar, que evolucionan a hobgoblins. Yo tengo poco conocimiento acerca de los goblins, a quienes consideraba que eran los más débiles hasta hace poco, pero por lo que he escuchado esto suele ser así.
Así pues, aquellos que reúnen los requisitos y evolucionan a razas más fuertes son cada vez menos a medida que suben de rango. Debido a unos requisitos tan severos como esos, los que se convierten en dragonoides, señores y midians solo aparecen una vez cada diez mil años.
Pero el grupo que nos capturó y nos esclavizó, dirigido por un ogro negro que podía describirse como nada menos que imposible, cada noche evoluciona más y más.
La dhampiro-variante con una belleza que compite incluso con la de las elfas. La apren- diz de señora terrestre con su naturaleza heroica pero cálida. La aprendiz de señora sangrienta que esconde una ferocidad del color de la sangre. Y muchos otros hobgoblins.
Este tipo de cosas, deberían de haber sido imposibles. Van completamente en contra del sentido común. Si hubiera sido así de sencillo que los no humanos evolucionáramos, hoy en día los detestables humanos serían perseguidos hasta los confines del continente, y no vivirían tan tranquilamente como lo hacen ahora.
O así lo creía hasta hace poco. Pero a estas alturas, ya no me sorprende.
Pero el sentido común que había cultivado, viviendo en el bosque durante tanto tiempo, ya me lo han hecho añicos.
Fui consumido por un poderoso libido que nunca antes había experimentado hasta que vine aquí. Los adornos o los agujeros en las orejas se suponía que eran tabús severos, pero mediante todos los medios posibles, nos acorralaron y no quedó más opción que ponernos los pendientes. Nos forzaron a entrenar tan arduamente que, comparado con nuestros esfuerzos hasta entonces, esos eran un juego de niños, ni siquiera se nos per- mitía desmayarnos.
Ante ese enorme estrés, la conmoción de hallarnos en lo desconocido trajo cambios que los elfos que antes pasaban sus días ociosamente no podían reconocer. Abandoné mi sentido común, ya que si no lo hubiera hecho, habría sido mi cordura la que se habría
desviado, es el resultado de mis esfuerzos para reconstruir mi mentalidad, tendría que ser perfectamente comprensible a fin de mantenerme impasible ante todas las anorma- lidades.
Bueno, en el entrenamiento de hoy, luchamos contra esqueletos negros caballeros que el ogro negro renombrado como Ogarou en vez de Goburou invocó. Primero, una parte de mí los subestimó, aunque los esqueletos fueran caballeros más fuertes de lo normal, al fin y al cabo seguían siendo una especie de esqueletos. El motivo era que mi equipación consistía de una espada corta de mithril que es efectiva contra los no muer- tos a los cuales pertenecen los esqueletos, y un escudo redondo ligero pero robusto, así como la confianza que había ganado del entrenamiento diario. Aunque llegara a recibir algún ataque, pensé que podría ganar fácilmente por los efectos que el mithril produce.
Pero en contra de todo pronóstico, según los resultados finales acabé perdiendo. Cier- tamente no soy inferior en términos de destreza, pero perdí contra los esqueleto negro caballero debido al aguante. El propósito de la batalla era acabarla antes de que se con- virtiera en una prueba de resistencia, pero las capacidades del esqueleto negro caballero excedieron mis expectativas, aunque yo no recibí daño alguno, tampoco pude asestar un ataque. Cuando terminó, me quedé frustrado, pero también me sentí aliviado. Sentí un sosiego que nunca antes había sentido.
Inesperadamente, en alguna parte de mi corazón sentí, de algún modo, que vivir así no estaba mal.
Con los pendientes, nunca podré volver a ver a mi familia ni a mis amigos, e incluso si lo hiciera, no sería bien recibido en casa, pero no tengo sentimientos de desesperación. Más bien tengo otro tipo de sentimientos. Quizás el cambio en mí, a pesar de mi desin- terés por el mundo exterior hasta el momento, tiene algo que ver con esto.
Lo que es seguro es que este grupo es absolutamente inimaginable.
Mientras me preguntaba qué sería de nosotros ahora, sintiendo tanto entusiasmo como inquietud, creo que voy a continuar con mi vida aquí.