Punto de vista del Heredero del Imperio
Por el bien de curar a Diana, que era la persona con quien estaba dispuesto a casarme, mi novia y mi amada, la princesa del Reino Sternbild, de la «Enfermedad de Chrysindo» que la estaba consumiendo, busqué un remedio, usando todo lo que pude, y finalmente di con la existencia de un recurso a través de una [Revelación Divina] del [Semidiós de la Curación].
Intenté negociar con los elfos una y otra vez, quienes habían heredado la técnica para purificar el remedio, para que me lo vendieran a cambio de grandes sumas de dinero. Pero a pesar de mis ofertas, ellos estaban obligados por sus leyes antiguas y no podían entregar el remedio.
Por eso conduje las tropas al bosque, con el fin de tomarla por la fuerza.
No había previsto que se prolongaría durante tanto tiempo, pero la resistencia de los elfos era más violenta de lo esperado y las bajas que recibimos no fueron pocas.
El bosque estaba lleno de trampas que disminuían la velocidad de nuestra marcha, monstruos que aparecían con frecuencia y resultaban una carga, y problemáticas flechas que los elfos nos disparaban desde las sombras de los árboles y la oscuridad de la noche.
Como era de esperar, ya que esta era su bosque, ni siquiera podíamos perseguirlos cuan- do huían. También hubo algunas unidades con las que no pude ponerme en contacto, así que supuse que habían sido eliminadas.
Pero no podía creer que todas estas muertes fueran causadas por los elfos. Mi intuición me llevó a sentir que había otro ser temible, además de ellos.
No sabía qué tipo de existencia era exactamente. Solo podía sentir que eran algo similar a la [Brigada de los Ocho Heroicos Caballeros Armados], una de las fuerzas más pode- rosas del Imperio.
Y mi intuición era correcta
Hubo un ataque sorpresa de los elfos en la sede central, donde yo estaba. Envueltos por la oscuridad de la noche, llegaron por un lateral con tropas de esclavos y avanzaron mientras iban liberando a los nuestros.
Aunque me sorprendió que llegaran tan cerca sin que me diera cuenta de su presencia, estaba contento por haberlos detectado gracias al alboroto de la quimera. Ella estaba matando e hiriendo al enemigo y a los esclavos liberados de raza mixta.
Pude ver claramente la situación, incluso desde lejos. La quimera era un monstruo sinté- tico, creado mediante la combinación de muchas técnicas de las cuales el Imperio podía presumir. Aun así, había impedimentos, como la recopilación de las materias primas, por lo que el aumento de la producción de quimeras no era posible. Pero tenían la suficiente fuerza oculta para jugar un papel activo en las guerras contra otros países en un futuro próximo.
La quimera tenía un cuerpo más grande que un elefante blindado, las extremidades de un tigre emperador, los colmillos venenosos de una serpiente de muchas cabezas, y las tenazas de un cangrejo azul sin caparazón. Era puro poder y habría superado fácilmente a los monstruos comunes. Sin embargo, esos la mataron demasiado rápido.
En la distancia, aunque no podía confirmar la aparición del enemigo ya que el sol no había salido aún, la quimera había sido definitivamente rematada. Me quedé sin habla, pero el ataque del enemigo era tan feroz que solo podía permitirme estar desconcertado por un momento.
Fui capaz de confirmar la aparición de goblins, ogros, aprendices y demás, entre el ejér- cito atacante de los esqueletos de color negro.
Como pensaba, el enemigo no eran solo elfos.
Es probable que los ogros que vivían en este bosque hubieran conspirado con los elfos, y su ejército mixto estaba ahora en un alboroto violento.
Me fijé especialmente en el daño propinado por una subespecie de ogro, que era espe- cialmente grande. Uno tras otro, este iba tumbando a nuestros élites.
Mientras observa la situación desde lejos, transmití órdenes a mis subordinados y me dediqué a comandandarlos. La batalla todavía no había llegado hasta mi posición. Y bajé la guardia.
Me encontré temblando ante el enemigo, que se me había acercado por la espalda sin que los compañeros a mi alrededor se dieran cuenta de su presencia.
Si hubiera querido matarme, ya podría haberlo hecho. Sin embargo, el enemigo me dijo algo al oído y puso un pequeño frasco con líquido en el bolsillo de mi pecho. El remedio estaba dentro.
La condición para recibirlo fue nuestra retirada del bosque. Solo eso.
Lo acepté. Es una lástima que no lográramos obtener el beneficio que podríamos haber conseguido de los elfos, pero cuando tu vida depende del enemigo, no hay más remedio que ser un hombre y rendirse.
Había perdido contra los elfos. No, contra ese enemigo desconocido.
Ese tipo consiguió colarse en la sede enemiga sin ser interceptado. A pesar de que po- dría haberme robado la vida fácilmente, me había ofrecido un intercambio.
Probablemente, si yo no hubiera sido el heredero emperador, y si el enemigo no hubiera sido consciente de este hecho, estaría muerto.
Rechinando los dientes, el fin de matar algún día a ese demonio no identificado se con- virtió en mi principal meta de ahora en adelante. Con mis propias manos, algún día. Detuve mi ira y ordené la retirada. Decidí que si este remedio era una falsificación, iba a matarlos a todos, aunque tuviera que terminar hecho polvo. Y abandonamos el bosque.
Fue una experiencia amarga, pero al haber obtenido mi objetivo, juré hacer el Imperio más fuerte y, al mismo tiempo, fortalecerme a mí mismo.