4:00 am. Empezamos nuestra incursión al campamento militar del ejército humano. Su comandante era el heredero del Imperio Kirika (un joven de 24 años), y en ese momento también estaba presente en el campamento.
El número de enemigos rondaba los 2000. Aparentemente había una unidad de esclavos bajo las órdenes de lo que presuntamente era el escuadrón de élite. Tenían altamente protegido su cuartel general por muchos soldados haciendo guardia para ahuyentar a los intrusos. Al parecer habían aprendido la lección con nuestros ataques previos, su vigilancia es casi imposible de franquear esta vez.
Nuestras fuerzas actuales estaban alrededor de los 650 en total, siendo 500 un grupo de elfos de élite dirigido por Padre Elfo.
No habría prisioneros de guerra esta vez, iba a ser una confrontación directa con noso- tros al frente. Tampoco habría grandes maniobras, por lo que padeceríamos bajas.
Primero consideramos el momento. Mis condiciones actuales me permitían usar la su- ficiente oscuridad como para invocar a mis esqueletos negros caballeros. Eso nos haría partir con ventaja, y además no desperdiciaría nada de poder mágico ya que podría absorber magia de la oscuridad de la zona. De hecho, las únicas fuentes de luz eran las hogueras y similares.
Por eso no me pareció necesario empezar el ataque a ciegas.
El Heredero del Imperio tenía un código ético similar al mío, puesto que también dis- ponía de una unidad de esclavos. Esta estaba dirigida por un aparente tirano que había llevado a cabo varias crueldades. Por tanto, decidí que sería beneficioso dispensar un esqueleto negro asesino con el único propósito de eliminar a ese hombre. Por la descrip- ción que me dio Oxidado, parecía que él no se fiaba mucho del susodicho. Por mí bien, tres pájaros de un tiro. Una vez que elimináramos a ese hombre, podríamos usar su uni- dad de esclavos para causar el caos entre las fuerzas enemigas, puesto que el único que tenía control sobre sus collares de esclavos iba a ser aniquilado. Cabía la posibilidad de que esos collares fueran similares a los míos, en cuyo caso tendríamos que quitárselos. También parecía ser que este hombre empleaba el uso de una quimera, si se vuelve loca después de asesinar a su amo, entonces no habría ninguna necesidad de acabar con el animal. Quién sabe, puede que incluso consiguiese dominar a la bestia yo mismo.
Hmm, debería considerar tal cosa, pero no había manera de asegurarme de eso solo por matar a su amo, la bestia no percibiría su muerte y se volvería loca y atacaría a todos los humanos en áreas cercanas. Si por casualidad lo hacía, entonces podríamos aprove- char esa distracción para quitarles los collares a los esclavos. La bestia era una mezcla entre ciertas partes de un elefante, un trigre, una serpiente y un cangrejo, y medía casi
6 metros.
Llegó la hora, asesinamos al hombre, por desgracia la bestia decidió escapar sin más. Tengo que admitir, que me molestó enormemente. Una vez liberados los esclavos, con- seguimos miembros adicionales, aunque los que no reaccionaron inmediatamente des- pués de ser liberados fueron asesinados por el escuadrón de élite que los controlaba. El mayor resultado de este primer golpe fue que reducimos en gran cantidad el número de enemigos así como su poder de batalla. Además, mientras el caos por la rebelión de los esclavos se alzaba, usé mis esqueletos negros asesinos para cargarme a individuos importantes. Eliminé a unas cuantas docenas de personas sin que los humanos se dieran cuenta. Pero al cabo de un rato decidí que ya había invertido suficiente tiempo en esa táctica. Por ello, empezamos el ataque y el campamento de los humanos se convirtió en un campo de batalla a gran escala.
Pronto salió el sol y los movimientos de los esqueletos negros soldados empezaron a degenerar, y no tardó en incrementar progresivamente el número de esqueletos destrui- dos. Uno de los estúpidos oficiales humanos contó a gritos esta obviedad a sus hombres, y al parecer hizo mella en ellos y les subieron los ánimos. El sol se fijó en el cielo y los esqueletos negros se hicieron claramente visibles. Aunque hubieran perdido mucha efectividad, todavía quería aplazar la confrontación directa hasta que se diera el mo- mento adecuado.
A pesar de que ya era de día, aún había suficiente oscuridad en el bosque de la que absorber más poder mágico. Con los cadáveres frescos que habían dejado mis esclavos no-muertos, generar nuevos esqueletos era muy fácil. Iba sacándolos rápidamente en grupos pequeños, pero mi prioridad era crear un escuadrón más grande.
Aunque sus movimientos se vieron dificultados por el sol, su fuerza no debía tomarse a la ligera, pese a ser más lentos, con la cantidad que yo era capaz de generar, todavía podían recortar un buen número de humanos.
Puesto que los esqueletos resultaron ser efectivos, para incrementar el tiempo que po- día mantenerlos invocados decidí empezar a poner más magia en cada uno para que así también aumentara su resistencia. Como resultado, la efectividad de combate de los esqueletos dio una subida pronunciada. Los llantos de terror de los humanos pensando que los esqueletos caballeros se estaban volviendo inmunes al sol me concedieron cierto placer, por lo que se me escapó una sonrisa. Obviamente, el aumento de fuerza de mis esqueletos causó que la moral de los enemigos decayera bastante. Como era de esperar, a medida que la batalla progresaba, el número de humanos enfrentándose a mis esque- letos continuaba aumentando constantemente. Sin embargo, puesto que los esqueletos seguían dando guerra, irían mermando inevitablemente su moral.
Desafortunadamente, no podía confiar en los esqueletos para siempre, a medida que el número de humanos aumentaba, el sol continuaba alzándose y el número de esqueletos empezó a disminuir drásticamente. Al darme cuenta, di la orden a todos mis escuadro- nes de que atacaran desde múltiples puntos. Ogakichi-kun tomó la delantera donde la lucha se haría más feroz, mientras que los demás tomaron sus posiciones respectivas. La pelea se volvió arrolladora en el campo de batalla. Con cada uno de nosotros flanquean- do por un lado, la moral de los humanos se tambaleó por un momento, pero cada vez lograban de algún modo reponerse y hacerse más fuertes. No iba a ser una batalla fácil, ya había visto como dos kobolds caían tras ser apabullados por los humanos.
¿Hmm? Creo que he visto a algunos goblins desafiando a la quimera por ahí, bien por ellos, deseo comérmela cuando terminen con ella.
Mientras observaba el espectáculo, me fijé en un único enemigo que estaba en el cuar- tel de los humanos. Mantenía una supervisión constante del enfrentamiento. Por su apariencia, el humano era sorprendentemente un blanco perfecto. Activé [Profesión
Hechicero] para romper su concentración. Después activé [Profesión Asesino] e [Impedir Reconocimiento] para ocultar mi presencia. Puesto que necesitaba una gran cantidad de fuerza, decidí dotar al artículo mágico [Capa de Hermitaño] de seguridad extra para evitar ser detectado.
Todo eso para acercarme al Heredero del Imperio y comandante de las fuerzas huma- nas invasoras. Iba vestido con una armadura completa espléndida y se parecía a mí. Sin embargo, pese a estar acercándome a él, no tenía intención de matarlo. Por la simple razón de que si quisiera matar al heredero, haría de este conflicto una guerra personal de venganza por parte del Imperio por perder a su sucesor. Este desenlace sería una mala situación y ocasionaría la muerte de muchos elfos como resultado. En serio, tenía que evitar matarlo, debía evitar a cualquier coste que los elfos y el bosque pudieran ser absorbidos por el Imperio. Con un vasto incremento en números, nos iban a pisotear como cucarachas.
Preferiría que los encargados del bosque siguieran siendo los elfos, dada mi buena rela- ción con ellos. Otra razón para evitar matar al heredero en esta situación.
Considerando todo esto, dominé rápidamente al Heredero. Acercándome a sus oídos, le di instrucciones acerca de nuestra localización. Mientras lo hacía, introducí un fras- co con líquido rojo en su bolsillo. Le informé de que eso era, de veras, la medicina que cura cualquier enfermedad. Y después de decírselo, lo solté. Asintió con la cabeza para mostrarme que había entendido mis intenciones. Seguidamente, nos separamos para empezar con nuestro siguiente deber.
Como mis negociaciones ya habían concluído, di el aviso a Asue-chan para que creara un muro gigante de barro para dividir los dos bandos. Con esto debería bastar por el momento.
Antes de que pudieran abrirse paso a través de la pared de barro, recogimos todos los cuerpos, incluída la quimera. Juntamos a los heridos y a los supervivientes de lo que quedaba de la antigua unidad de esclavos y nos retiramos rápidamente. Para ser honesto, quería llevarme a casa tanta carne como fuera posible y llenarme hasta las trancas, pero en ese momento el tiempo era crucial. Por suerte, participé en tantas cosas en plena batalla que ahora tenía mis premios de guerra. Como por ejemplo la quimera.
Fiuu, la paciencia es una virtud... Paciencia...
Y así, volvimos a la cueva para curar a los heridos. Puesto que pedimos una unidad mé- dica del ejército de los elfos de camino a casa, no tardaron en llegar para ayudarnos a tratar a los luchadores con heridas más graves. El ritmo de curación incrementó en gran medida. Por desgracia, no pudimos recuperar a los que cayeron en el campo de batalla porque el tiempo no nos lo permitía. Todos los 100 hombres de nuestra propia anti- gua unidad de esclavos consiguieron volver a salvo. Todos los elfos también regresaron intactos a excepción de los que todavía llevaban puestos los pendientes de esclavo, a quienes dejé atrás con Potsun. Aunque no debería de haber más violencia, unas medidas extra de protección nunca están de más.
Al final, por primera vez en esta guerra, hubo bajas. Un total de 20: murieron 3 hobgo- blins, 2 hobgoblins magos, 5 goblins, 6 kobolds y 4 elfos macho. Fue una trifulca brutal y la fuerza del enemigo no podía tomarse a la ligera. Puedo decir que probablemente ha- yamos tenido buena suerte de que nuestras bajas sean solo de esta severidad, teniendo en cuenta la situación. Celebramos una ceremonia y una incineración como es debido para aquellos cuyos cuerpos logramos recuperar. Ofrecimos plegarias y hubo un inmen- so nivel de emociones flotando en el aire, se derramaron muchas lágrimas hoy.
Aunque no cabía la duda de que había tristeza en el aire, en realidad no puedo decir que yo personalmente estuviera triste. No me salió ni una sola lágrima. No obstante, como suelo vivir mi vida de manera egoísta hasta cierto punto, tomé algunas partes de cada uno para consumirlas. Al verlo como algo natural, no le di mayor importancia.
Me comí un trozo de carne de la quimera, y a pesar de coger trocitos de cada uno de los caídos de camino a la base, ver sus cuerpos en llamas me molestó un poco. Me pareció una pérdida de tiempo que nos molestáramos en traerlos de vuelta solo para quemarlos. Uh...
Habilidad [Síntesis] aprendida
Esta era la interesante habilidad que recibí de la quimera. Parece ser que una habilidad que ya tenía se parece mucho a ella. Me pregunto si esto también ocurre con otras ha- bilidades de mi arsenal. Bueno, por hoy, preparar las camas para la antigua unidad de esclavos fue mi prioridad. Tras bañarme en las aguas termales durante un rato, volví a mi habitación.
Hmmmm... Si las cosas van bien, esto podría ser el fin de la guerra y de mi contrato con
Padre Elfo. Con este último pensamiento, caí en un sueño profundo.