Hoy recibí noticias de Padre Elfo a través del dispositivo de comunicación que le di. Al parecer, necesitaba hablar conmigo. Puesto que me encontraba entrenando con Pelirroja e Hidalga, decidí llevarlas conmigo de escoltas. Los demás estaban ocupados entre el en- trenamiento, la caza y el estudio. Senté a Pelirroja en Kumajirou mientras que Hidalga y yo montamos en Kurosaburou, y partimos juntos hacia Villa Elfo.
Al acudir casi de inmediato, había poco riesgo de fuga de información y, como pensé, no nos metimos en problemas de camino a allí. Cuando llegamos, recibí alguna mirada envenenada de un elfo que atendía al ganado. Cuando le devolví la mirada, él desvió sus ojos.
Bueno, cuando llegamos a la mansión del Padre Elfo, ya casi ni me acordaba de esa mira- da irritante. Nadie dijo prácticamente nada hasta que se sirvió el té, aunque a Pelirroja e Hidalga se les ofreció una especie de bebida de coco. Ambas escudriñaron el habitáculo con curiosidad, al fin y al cabo era la primera vez que visitaban Villa Elfo, y las dos son humanas.
No estaban siendo maleducadas u ofensivas, así que lo dejé pasar.
Ah, el alcohol es fabuloso. Después de un trago me di cuenta de que Doncella se encon- traba detrás de Padre Elfo esta vez.
Empezamos con una discusión sin importancia sobre la actual progresión de los con- flictos mientras Doncella nos servía más alcohol a ambos. Naturalmente, yo me lo bebí todo. El tono de la conversación se animó.
Al cabo de un rato, después de soltarnos un poco y de terminar de hablar de frivolidades, pasamos al sujeto principal del día. Al parecer, Padre Elfo era el siguiente en la línea de sucesión para convertirse en Señor de la Villa. Empezó abordando el tema del ejército principal de los humanos, contándome cómo comenzar el ataque con la unión de nues- tras fuerzas en la vanguardia y el soporte del ejército élfico en la retaguardia. La razón de esto era que, al parecer, el ejército principal humano planeaba venir a Villa Elfo y rodearla durante varios días. Y, bueno, dado que ninguna de las dos partes deseaba una guerra prolongada, ese movimiento era razonable.
Así que, viendo nuestras más recientes acciones, era comprensible que el enemigo tu- viera la intención de atacarlos en cuanto antes. Y esta situación no era para nada confor- table para ellos. Si la villa se perdiera, entonces los elfos serían convertidos en esclavos. No es que me perturben especialmente los problemas de los elfos, pero siempre hay el riesgo de que en un futuro se compita por si el bosque ha de estar bajo control del Reino Sternbild o del Imperio Kirika. Después de la vasta cantidad de soldados a quienes he- mos asesinado durante esta última semana, no puedo ni imaginarme el acuerdo de paz al que ambas naciones humanas involucradas llegaron. Tras tantas pérdidas, seguro que han querido llegar a un acuerdo mutuo para reparar sus heridas. Igualmente, los elfos querían acabar con ese conflicto, la guerra nunca fue muy popular y ahora que estaba en
peligro la villa entera, el descontento se estaba evidenciando rápidamente.
Bueno, al fin y al cabo somos mercenarios, no podemos rechazar las peticiones de su ca- pataz tan fácilmente. Padre Elfo dejó claro que su petición era firme y no aceptaría una negativa, me aseguró una remuneración substancial por defender a su gente. Aunque sea él quien me lo pida, no tengo muchas ganas de encontrarme con toda la marabunta de humanos en mi contra. Eso es exactamente lo que había estado evitando con mis tácticas de guerrilla. Pero al ver que no había mucho más que discutir sobre el tema puesto que el tiempo se nos venía encima, empezamos a planearlo. Me dio el permiso de entregarles el elixir si la situación se torcía tanto como para tener que hacerlo.
Después de un extenso debate para confeccionar el plan, mi grupo empezó las prepara- ciones para volver. Hablé con Hidalga de camino a casa para discutir el tema del elixir que ahora poseíamos. Si las cosas fueran a ir de mal en peor, podía usarla a ella a modo de negociante diplomático de paz entre ambos bandos en conflicto. Podía preparar el elixir a partir de mi sangre y enviárselo al Reino para curar a la princesa y acabar con el conflicto. De hecho no era mala idea, me ganaría la confianza del Reino mientras que los elfos seguirían teniendo una deuda pendiente conmigo, la cual podría utilizar más adelante. Como Hidalga era la hija de un noble, sería una mediadora perfecta en la ciu- dad capital del Reino, dado que un ogro andando por la ciudad puede que no fuera muy buena idea.
Valoré esa situación mientras avanzábamos.
Era algo más complicado, especialmente porque teníamos una cantidad importante de las fuerzas del Reino como esclavos. Los humanos son muy religiosos y lo que nosotros les hemos hecho va en contra de su doctrina. Se dice que la actual reina es una firme creyente en la [Fe de los Cinco Dioses Supremos], la cual es la religión con más adeptos alrededor del mundo. Iba a ser complicado negociar con esta gente, sobre todo si al final rechazaban la propuesta de negociación para obtener la medicina. En principio, cabía la posibilidad de negociar, pero cuando empecé a considerar las consecuencias de entregar el elixir y de la batalla misma, cada vez era más partidario de la negociación después de un combate decisivo.
Con eso aclarado, inicié las preparaciones para la batalla del día siguiente.