Hoy, los otros goblins de nuestra generación me suplicaron postrados: Por favor, enséñenos el arte de matar.
Los goblins de dentro de la cueva se pusieron en fila uno detrás de otro de rodillas. Fue
una escena bastante surrealista de ver.
A ver, los goblins que me traían comida lograron sobrevivir matando conejos cornudos, como era de esperar. Sin embargo, también tenían como oponentes a las víboras. Y como nosotros fuimos capaces de matarlas, ellos querían que nosotros o, mejor dicho, que yo les enseñase cómo sobrevivir a las víboras nocturnas.
¿Qué ganamos con esto?
Cuando les dijimos eso, dijeron que nos iban a rendir homenaje por ello.
Bueno, no era una gran pérdida para nosotros, así que antes de que el sol alcanzara su cenit, la mayoría de los goblins sobrevivientes, junto con Gobukchi y Gobumi-chan, tuvieron una sesión de práctica combinada.
Este es un mundo donde el más fuerte somete al débil, por lo que, desde el principio, iba a meterles a fondo en sus cuerpos que yo era superior a ellos. Sin importar si el alumno era hombre o mujer. Además, dado que tratar con insurrecciones es molesto, iba a hacer que obedecerme fuera un instinto, mediante la repetición infinita si hacía falta.
Mi objetivo era llevarlos al límite para asegurarme de que no tuviesen ninguna energía de reserva, siempre previniendo que sus cuerpos y mentes colapsasen.
El resultado fue que todos, incluídos Gobumi-chan y Gobukichi-kun, quedaron sin las
fuerzas suficientes para moverse.
Para los goblins que practicaron y trabajaron hasta el punto de no poder más, planeé usar lo del homenaje que ellos habían reunido para hacer algo para ellos.
Estaba motivado a hacer algo, pero probablemente era mejor que no hiciera nada muy llamativo. Estás acabado, una vez muerto.
Gobumi-chan se tumbó agotada y temblando entre las otras hembras, mostrando su
armadura y el collar con orgullo extremo, pero voy a fingir que no vi eso.
Por la tarde, fui a cazar en solitario por primera vez desde mi reencarnación.
No sé cómo era al principio, pero ahora podía moverme por este bosque como si fuera mi tierra natal, y cuando de alguna manera me las arreglé para conseguir suficiente para los que no pueden moverse, concluí la caza diaria.
Esa noche, fui a las partes internas de la cueva, donde las mujeres humanas permane- cían cautivas. Desde que me convertí en un hobgoblin, me he vuelto más parecido en apariencia a un humano, así que pensé que podría tener una conversación con ellas.
Bueno, el resultado fue que no pude mantener una conversación con ellas. Estaban to- talmente destrozadas. Sus ojos estaban absolutamente muertos, y babeaban sin control. Había un vago olor a cadáver a su alrededor.
Comparado con cómo estaban la última vez, su estado ahora era mil veces peor; además, en este corto periodo de tiempo la chica más joven había quedado embarazada. Aunque fuera inevitable, sentía mucha pena por ella. No puedo evitar pensar que una chica tan bonita como ella podría haberse casado y tenido una familia, pero ella terminó aquí solo para ser constantemente violada.
No quería que continuara así, por eso le pregunté:
¿Quieres morir?
Si hubiera sido el yo de antes, habría acabado juntando las manos con fuerza para ofre- cer una plegaria, pero ahora que he subido de rango a hobgoblin, lo pregunté. De la forma que soy ahora, podría matar o ayudar a esas chicas si me lo pidieran. Pues aunque me descubrieran, mi seguridad estaba garantizada.
Sin embargo, mi pregunta se quedó sin respuesta. Hubo algún movimiento; sus labios pequeños y débiles se movieron ligeramente, como si acabara de recordar cómo hacerlo, y le cayó una lágrima del ojo. Al entender las intenciones de la mujer, saqué de mi bolsa una botella pequeña llena de líquido que obtuve de la caza de los kobolds. Tras dársela a ellas, volví al dormitorio de la cueva. No miré atrás.