PERSPECTIVA: Rozuel Drayt
Sin armas, rodeado de numerosos individuos armados que contaban con magos adiestrados al combate a distancia con arco, Riha y yo fuimos llevados y encerrados en una carreta junto a otros prisioneros. Presuntamente quizás sean esclavos o desafortunados capturados para ser posteriormente convertido en uno, y un destino similar nos esperaría a los dos, una vez llegáramos al destino que esta caravana tenía como rumbo.
— Ghrayb…
Aquella palabra era mencionada repetida veces por los esclavitas montados en camello, y el hecho de que nos vieran a Riha y a mi cuando la nombraban, era claro que hablaban sobre nosotros, ¿qué significaba?, no tenía absoluta idea.
Observe como algunos de ellos se acercaron a los cuatro cadáveres, echando un extraño polvo azul sobre la piel de los fallecidos. Al hacerlo, en cuestión de segundos una marca se manifestó en cada uno de los cuerpos, todos eran iguales, tenía el aspecto de un triángulo invertido con el grabado de una mano de solo cuatro dedos, faltando el dedo meñique.
Un intercambio de palabras se da entre ellos, luego ignoran los cuerpos para subir a sus monturas, los jinetes inician su marcha y las carretas también. Las personas encerradas adentro eran humanos, todos de piel bronceada, la mayoría llevaba únicamente pantalones y algunos que otro un turbante, la mayoría tenían la marca del triángulo invertido con la mano de cuatro dedos.
Todos nos miraban fijamente, pero de entre todos destacaba un hombre calvo de barba corta negra, brazos y pectorales marcados, con un llamativo punto purpura en la frente, era de los pocos que no tenía dicha marca en su piel.
—Ghrayb… -Pronuncio el hombre del punto purpura en la frente hablándome.
—Sí, sí, si… sigue hablando, igual no te entiendo un demonio –Dije en voz alta.
— ¿Crees que esté intentando socializar amablemente contigo? -Pregunto Riha.
—Honestamente me importa un bledo, preferiría enfocar mi atención en pensar como saldremos de aquí.
La vida en esclavitud no está en mis planes, mire minuciosamente a la carreta a la que éramos llevado, sus barrotes y suelo estaban hecho de hierro, fácilmente podría usar mi poder ESP para manipular el metal y licuarlo para crear una salida. El problema principal de mi plan radica en que estábamos rodeados de sujetos armados sobre monturas y sobre todo de arqueros mágicos que fácilmente podrían abatirnos en uno o dos disparos.
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Media hora ha transcurrido, a la distancia avisto lo que parece ser vegetación en abundancia, ¿un oasis?, la respuesta visual llega al poco tiempo. Se trataba de una selva, una vasta selva ubicada en medio del desierto, ¿cómo era posible que tal bioma pueda existir en una zona tan árida como esta?.
No permití que tal incógnita me distrajera, tenía que hallar una manera de escapar antes de que llegaran a su destino, ya tenía la manera de crear una salida, lo único que faltaba en mi plan era…
—"Necesito una distracción, algo que mantuviera ocupado a todos ellos".
— ¡IINDRHATAQ!...
El exclamar de cierta frase por uno de los jinetes de camello, me llevo a observar el aterrizar de una sospechosa flecha en las cercanías de varios de ellos. El proyectil repentinamente invoca un círculo mágico comparable a una tienda de campaña para tres personas, mana fluye de sus bordes como llamas incoloras y dos docenas de sables flotantes surgen del dichoso círculo.
Como si cada uno fuera empuñado por una entidad invisible de hábil maestría con la espada, atacaron al grupo de jinetes de camello, pero no eran los únicos, detrás de las pocas rocas de gran tamaño y por medio de Espíranos con la habilidad de camuflarse en el arenoso terreno, más atacantes surgieron. Los agresores vestían túnicas blancas con turbantes, cubrían sus rostros con un pañuelo dejando solo sus ojos al descubierto.
Pronto una batalla campal se cernió a nuestro alrededor, aunque nos encontrábamos dentro de carretas lejos de las espadas o cualquier arma blanca capaz de rebanar o atravesar nuestra carne, no estábamos del todo fuera de peligro. Flechas y proyectiles mágicos volaban por los cielos, algunos caían cerca de nuestra posición y en cuestión de tiempo terminaríamos siendo herido por alguna.
—¡¡INDHETOK!!...
Uno de los prisioneros de la carreta exclamo dicha palabra, la razón se debía a una flecha que había caído cerca de nosotros, emitía un brillo sospechoso y no tarde en darme cuenta de la razón. Desato una explosión, pues el brillo era el producto de mana concentrado, su estallar me envió hacia atrás dándome contra los barrotes (sin daño serio o moderado) hasta terminar en el suelo, cegó mi vista e hizo zumbar los oídos.
Mi visión se recupera, mis oídos seguían zumbando, observo que la jaula ha sido abierta, producto de aquella explosión, los prisioneros aprovechan y huyen por dicha abertura. El hombre de brazos fornidos y punto purpura en la frente es escoltado por dos sujetos vestidos de túnicas blancas, mismos integrantes de la facción atacante.
En la espalda de su vestimenta noto que ambos llevaban una misma marca, la figura de un hombre sin rostro ni cabello, carente de piernas y con seis brazos, cada una empuñando un sable. El hombre del punto purpura de me mira unos segundos y luego se retira con sus escoltas de blanco.
— ¡Roz, Roz…!
Mi sentido auditivo finalmente se recupera, el zumbido desaparece y oigo con claridad la voz de Riha llamarme.
— ¡Es nuestra oportunidad, tenemos que irnos de aquí! –Dijo la Lupian.
Me ayudo a ponerme de pie y ambos corrimos hacia el lado destruido de la carreta, al salir observamos como la batalla entre los atacantes y nuestros secuestradores estaban en su clímax. Los esclavistas tenían ampliamente la ventaja, los atacantes tuvieron la mayoría de las bajas e iniciaron inmediatamente la retirada.
El líder secuestrador de larga barba y cicatriz en el ojo derecho noto la fuga de los prisioneros de una de las carretas, de hecho, da la pura casualidad de que la única carreta dañada y con los prisioneros en fuga, era en la que Riha y yo nos encontrábamos. Ordeno a sus arqueros disparar contra nosotros, una lluvia de flechas fue dispara hacia nuestra posición, todos los fugados corren hacia una dirección en concreto, misma que no tarde en decirle a mi compañera.
— ¡A la jungla! –Exclame.
Riha y yo corrimos con todas nuestras fuerzas, a la Lupian le costaba usar Fortalecimiento, era evidente la razón del porqué, en cuanto a mí, pronuncio el llamado del Intense Iron en su modo Knight, pero nada ocurrió. El collar no ha reaccionado a mi llamado, ¿qué ocurre?, sin importar la veces que pronuncio la palabra clave, este sigue sin reaccionar a mi llamado.
La lluvia de flechas termina asestando a unos cuantos de los fugitivos, para nuestra fortuna, conseguimos llegar a la jungla y cubrirnos detrás de un árbol de ancha y gruesa madera. Los arqueros volverían a atacar y su líder enviaría a un grupo por nosotros, proseguimos nuestro escape pasando de un arenoso terreno a una densa vegetación.
Flechas aterrizaban a nuestra cercanía, algunos arqueros nos habían fijado, oíamos a alguno de esos hombres hablar fuertemente en alto su idioma incomprensible a mi conocimiento, pasos más constantes se acercaban a nuestra posición. Nuestro camino nos lleva hacia un precipicio, abajo se observaba una fuerte corriente de agua, sería imposible para nosotros nadar a nuestras anchas, nos arrastraría sin importar cuanto lo intentáramos.
— ¡Ya casi están aquí! –Me advierte Riha.
Los pasos se hacían más fuerte, estaban a segundos de encontrarnos, aquellos hombres armados dudo mucho que quisieran capturarnos de nuevo si lograban dar con nosotros, nos matarían como al resto. Mire tanto por debajo del precipicio como por la dirección donde nuestros agresores se acercaban, la decisión debía tomarse cuanto antes.
—Riha, ¿confías en mí? –Le pregunte.
—Claro que sí, ¿por qué lo preguntas?.
— ¡Aguanta la respiración! –Le aconseje tras tomar su muñeca.
Saltamos del precipicio, mientras descendíamos hacia el agua, los hombres armados de túnicas y turbantes observaban nuestra huida, flechas eran disparada por los arqueros que le acompañaban, en vano sus disparos, pues no nos alcanzaron. Caímos hacia el agua, como supuse la fuerza de la corriente nos arrastraba hacia una dirección y nuestros esfuerzos de llevarle la contraria eran inútiles, solo espero que el rumbo que nos lleve no sea una catarata.
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Terminamos en las orillas de alguna parte de la jungla, el vasto follaje y los arboles nos aguardaban más adelante, aunque desconocíamos cual camino nos llevaría fuera de aquí o lejos de nuestros secuestradores.
—Me siento tan… débil –Dijo Riha.
Como Niels me lo había explicado, el mana del cuerpo de Riha se encuentra actualmente en un estado de debilitamiento considerable, consecuencia producida por su curación a través del poder de esper. Lo que por resultado sus capacidades respaldadas por su magia se ven entorpecidas hasta casi inutilizable, pero incluso también parte de su aguante físico ha sido afectado.
El mana forma parte de todo ser viviente en este mundo, incluido animales o plantas, los magos o aquellos capaces de emplear la magia, poseen una reserva de mana más amplia que las personas comunes (no magos). Pero actualmente, la reserva de mana de Riha está por debajo incluso de la cantidad de mana que posee un no-mago, y dado a que la energía mágica es en esencia una parte vital como lo es el aire, esto afecta también las cualidades físicas de Riha.
—No te exijas más de la cuenta Riha –Le aconseje —Hasta saber dónde proseguir, de momento descansemos aquí y planearemos sobre qué hacer a partir de ahora.
Lo primero sin duda era averiguar dónde estábamos, estas tierras extranjeras están fuera de mi saber y también el de Riha, pero también está el tema de nuestra seguridad. No contaba con mis armas, ninguna de ellas, lo peor es que tampoco puedo usar Intense Iron y Riha en su condición actual no estaba acta para luchar y ella desconocía tal hecho.
¿Qué hacer primero?, ¿darle prioridad a la información o al confort de nuestro bienestar físico?, que estupidez fue preguntar eso, la seguridad ante todo, si muero, lo primero me es inútil. Pero para conseguir armarme, precisaba metal, ¿dónde hallaría dicha fuente en esta inusual jungla situado en medio de un desierto?.
Un sonido sospechoso me quita de mis pensamientos, al voltear soy testigo de cómo Riha es dejada inconsciente a causa de un preciso golpe en su nuca por la empuñadura de un arma. Había sido tomada por sorpresa, pues el atacante surgió desde las alturas y tomo desprevenido a la Lupian.
El responsable aterriza firmemente en el suelo y con una postura en guardia me mira fijamente, se trataba de una mujer de talla adulta, pero no era humana, tenía la cabeza de un chacal, y sus manos estaban envuelto en pelaje, pero el resto de su cuerpo como las extremidades conservaban apariencia humana. Portaba un peto de hierro que cubría todo su torso, dejando sus brazos, piernas y cuello expuesto.
Su arma principal consistía en un sable rojo, la atacante con cabeza de chacal, deleitaba una cabellera negra en su cabeza animal, enseñaba sus colmillos de bestia en señal de hostilidad e incluso gruñía. ¿Un semihumano de estas tierras?, es la primera vez que veo uno de su raza, la presencia de un par de bultos en el diseño de su peto me indicaba su inclinación de ser una criatura de sexo femenino.
Mientras me apuntaba con su arma, me hablaba en un idioma que era incapaz de comprender, quizás el mismo pronunciado por los esclavistas, en cualquier caso, no podía dialogar correctamente con ella. De entre las numerosas palabras que pronuncio, destaco una que había oído varias veces antes.
—Ghrayb –Fue una de las tantas palabras que dirigió hacia mi persona.
—Lo siento, pero no logro entender nada de lo que dices –Le hable con las manos en alto para indicarle estar desarmado.
Ella se acercó lentamente sin quitarme la mirada de encima, acto seguido se desplaza velozmente hacia mí, y antes de que pudiera reaccionar, soy golpeado por la semihumana en mi retaguardia, mi consciencia se desvanece.
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Mis ojos vuelven a abrirse, solo para encontrarme con los brazos y piernas encadenados a una silla, un panorama familiar, me hallaba en un cuarto pequeño iluminado por un farol mágico, y rodeado de cuatro hombres de piel bronceada de protecciones livianas, armados con una lanza y un escudo de hierro.
— ¿Hola?, ¿alguien puede ser tan amable de decirme donde diablos estoy?...
Sin importar las interrogantes que hiciera, ninguno de ellos me dirigía la palabra, tan solo se quedaban en su lugar, mirándome en total silencio, era difícil no sentirme incómodo. Riha no estaba cerca, mi intuición fue concluir que esa semihumana tras dejarnos inconsciente, nos llevó a alguna parte, ¿estarán ellos con esos esclavistas del desierto?.
—"Fácilmente podría quitarme estas cadenas con mi habilidad ESP, pero sin nada con que defenderme a la mano, la tengo muy difícil para salir de aquí" –Pensé.
Podría usar la "materialización" de mi poder Esper para conseguir del metal de mis ataduras un arma de fuego y eliminar con ello a los cuatros guardias que me rodeaban. Pero había dos graves problemas con ese plan, en realidad siendo realista serían más de dos, pero "DOS" son lo que más destacaban para darme cuenta lo mala idea que era llevarla a cabo.
El primero era mi capacidad de PSI, no era lo bastante grande, puede que me haya convertido en un EVO, pero mi reserva de energía psi seguía siendo bajo, quizás me permitiría materializar una pistola, pero el degaste seguiría siendo grande y me dejaría posiblemente muy agotado. El segundo era la orientación, ¿adónde me encontraba?, sin saber mi ubicación y la consecuencia de una fatiga próxima, me exponía a otros peligros latentes en la zona.
Del pequeño cuarto en el cual me encontraba, solo había una puerta, la única que tomar, ¿y si del otro lado se encontraban más guardias armados?, ahí estaba la cuestión, nuevamente estaría en peligro e indefenso. Por lo que de momento, lo único que podía hacer para garantizar mi vida, era seguir encadenado en esta silla y buscar una mejor oportunidad, espero que Riha esté bien, a saber dónde ha sido llevada.
La puerta se repente es abierta, ingresando una mujer adulta a la habitación, deleitando un vestido semejante al badlah azul, una indumentaria que recordaba a las danzantes árabes. Su piel bronceada era una señal de su etnia con estas tierras, tenía un punto purpura (igual al sujeto prisionero de la carreta) y lo más llamativo aparte era su largo cabello de inusual color turquesa.
La mujer hablo con los cuatro guardias en el idioma que desconocía, estos le respondían en breves palabras y con el mover de su cabeza con un "si" o "no".
—Otro más al que no entiendo, que bien –Dije sarcásticamente en voz alta.
—Pero yo puedo entender perfectamente lo que dice –La mujer del cabello turquesa me hablo.
¿Finalmente alguien que hablaba mí mismo idioma?, ¿será posible?, oculte mi asombro con el fin de entablar una conversación con ella.
— ¿Entiendes cada palabra que digo o solo algunas? –Le pregunte para confirmar su comprensión de mi lengua.
—No es la primera vez que hablo con un Ghrayb como tú, aunque estoy sorprendida de encontrar uno tan joven.
Otra vez esa palabra, pero no podía distraerme, ella era la fuente de información más cercana que tenía para saber dónde me encontraba.
— ¿Eres del continente de Gresswold? –Me pregunto la mujer.
—Sí, ¿no es este el continente Gresswold? –Conteste haciendo mi propia pregunta.
Ella hizo un gesto de confusión y luego se puso a reír brevemente.
—Estas muy lejos de tu hogar, Ghrayb de Gresswold, este es el continente de Sharya.
Su afirmación fue como un golpe emocional a mi psiquis que me dejo desconcertado, porque de tener esta mujer razón en sus palabras, quiere decir que no solo he terminado en un país desconocido, sino que encima, he venido a parar a otro continente desconocido.
—Es tiempo de que contestes algunas preguntas, y te lo advierto, la más mínima mentira podría costarte un dedo de la mano, no pienses que tendré piedad solo por que seas alguien muy joven –Fue la advertencia que la mujer de cabello turquesa me dio.
Ella camino hacia la puerta y al abrirla deja ingresar a un tipo descalzo de contextura física fornida de su misma etnia, vistiendo únicamente un largo pantalón y una tela marrón atada a su rostro que cubría toda su cara. Cargaba con ambas manos unas tijeras, cuyas hojas no envidaban en tamaño y filo a una espada, comprendí mejor entonces a que se refería con "costarte un dedo de la mano".
Continuara…