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Chapter 75 - cap. 13

El sábado en la mañana me desperté temprano, me puse unos shorts de algodón y una blusa sin mangas, y salí a correr.

Golpear los pies contra el suelo se sentía extrañamente fortificante y sudar expulsaba todos mis problemas inmediatos. Estaba haciendo mi mejor esfuerzo por no pensar en la noche anterior. Hasta allí habían llegado mis intenciones de probar mi valentía al deambular sola por la noche, en lo que a mí respecta, a partir de ahora, estaría muy feliz de estar encerrada en mi casa para el momento en que la luna apareciera. Y si nunca tenía que volver a visitar ese 7-Eleven en particular, mucho mejor.

Sin embargo, por extraño que parezca, no era Gabe quien rondaba mis pensamientos. Esa tarea le pertenecía a un par de ojos pecaminosamente negros que habían perdido su contorno mientras me estudiaban, volviéndose tan suaves y sensuales como la seda. Jev me dijo que no fuera a buscarlo, pero no podía dejar de fantasear sobre todas las diferentes maneras en que podríamos encontrarnos otra vez. De hecho, el último sueño que recordaba antes de despertar esta mañana era el de ir a la Playa Ogunquit con Vee, sólo para descubrir que Jev era el salvavidas en servicio. Había salido del sueño con mi corazón palpitante, y el más extraño dolor haciendo trizas mi interior. Podía interpretar el sueño lo suficientemente bien por mí misma: A pesar de la enfurecida y complicada forma en la que él me había dejado sentir, quería ver a Jev de nuevo.

El cielo estaba nublado, manteniendo el aire fresco, y después de que micronómetro sonó para indicar tres millas, le di una sonrisa satisfecha y me desafié a una más, no muy dispuesta a renunciar a mis pensamientos privados sobre Jev. Eso, y que estaba disfrutando enormemente. Había ido a clases de spinning y Zumba en el gimnasio con Vee, pero sin lugar a dudas optaba por estar fuera en el aire limpio, lleno de los olores de pino y corteza de árbol cubierta de rocío, prefería sudar al aire libre. Después de un rato, hasta me quité mis audífonos, lo que me permitió concentrarme en los sonidos pacíficos de la naturaleza que surgían al amanecer.

En casa me di un largo y lujoso baño, luego me paré frente a mi closet, mordiéndome la punta de la uña mientras examinaba mi guardarropa. Al final, me puse unos jeans entubados, botas hasta la rodilla y una camisola de seda turquesa. Vee recordaría el atuendo, ya que fue ella quien me convenció de comprarlo en las ventas de banqueta del verano pasado. Observándome cuidadosamente en el espejo, decidí que pasaba como la misma vieja Nora Grey. Un paso en la dirección correcta, sólo mil más por dar. Estaba un poco preocupada por sobre que Vee y yo hablaríamos, sobre todo teniendo en cuenta el evidente problema de mi secuestro, pero me aseguré que era eso lo que nos hacía a Vee y a mí tan compatibles. Yo podía dirigir estratégicamente nuestra conversación al plantear ciertos temas, y Vee podía hablar tonterías sobre ellos eternamente. Sólo tenía que asegurarme de hacerla hablar de lo que yo quería.

Sólo faltaba una cosa, concluí, mientras verificaba mi reflejo. Mi atuendo necesitaba un accesorio. Joyería. No, una bufanda.

Abrí el cajón de mi cómoda, una sensación de malestar me atravesó cuando vi la larga pluma negra. Me había olvidado de ella. Probablemente estaba sucia. Hice una nota mental para tirarla a la basura tan pronto como volviera de almorzar, pero no había mucha convicción detrás del pensamiento. Me sentía cautelosa de la pluma, pero no lo suficiente como para renunciar a ella todavía.

Primero quería saber de qué tipo de ave se había desprendido, y quería una explicación de por qué sentía como si fuera mi responsabilidad mantenerla a salvo. Era una idea ridícula y no tenía sentido, pero nada lo había tenido desde que había despertado en el cementerio. Empujando la pluma más al fondo del cajón, agarré la primera bufanda que vi.

Luego corrí escaleras abajo, embolsándome un billete de diez dólares del cajón de dinero para gastos menores recién abastecido, y me encogí detrás del volante del Volkswagen. Tuve que golpear el tablero cuatro veces con mi puño antes de que el motor arrancara, pero me dije a mí misma que no era necesariamente un signo de avería. Significaba que este coche era viejo como, bueno, el buen queso. Este coche había visto el mundo. Lo más probable es que al menos hubiera transportado a algunas personas interesantes. Era aclimatado y experimentado y mantenía todo el encanto de 1984. Lo mejor de todo, yo no había pagado ni un centavo por él.

Después de bombear algunos dólares de gasolina en el tanque, fui a Enzo's.

Arreglando mi cabello en la ventana de la tienda, entré.

Me quité los lentes de sol, abarcando con la mirada la impresionante ambientación. Enzo's había sufrido una gran transformación desde lo último que recordaba. Un amplio conjunto de escaleras conducían al mostrador y a un comedor circular. Dos pasarelas se extendían de un lado a otro del puesto de la anfitriona, llenas de mesas de aluminio industrial que eran parte estilo vintage, parte estilo chic. Música de estilo big band sonaba a través del sistema estéreo, y por un momento, sentí como si hubiera viajado a través del tiempo y llegado a una taberna clandestina.

Vee estaba de rodillas en su silla para ganar altura, moviendo su brazo sobre su cabeza como una hélice.

—¡Nena! ¡Por aquí!

Ella me encontró a mitad de camino por la pasarela a mi derecha y me apretó en un abrazo.

—He pedido mocas heladas y un plato de donas espolvoreadas para nosotras.

Hombre, tenemos mucho de qué hablar. No iba a decírtelo, pero al diablo con las sorpresas. He perdido tres libras. ¿Puedes notarlo? —Ella giró frente a mí.

—Te ves increíble —le dije, y lo dije en serio. Después de tanto tiempo, finalmente estábamos juntas. Podría haber subido diez libras, y yo hubiera pensado que estaba absolutamente preciosa.

—La revista Self dijo que las curvas son una tendencia de otoño, así que me siento muy confiada —dijo ella, desplomándose en su silla. Estábamos en una mesa para cuatro, pero en vez de tomar la silla frente a Vee, me deslicé en una justo al lado de ella—. Entonces —dijo, inclinándose conspirativamente hacia adelante—, cuéntame lo de anoche. Santo circo. No puedo creer lo de tu mamá y Hanky Panky.

Levanté las cejas.

—¿Hanky Panky?

—Vamos a llamarlo Hanky Panky. Es tan preciso que duele.

—Creo que deberíamos llamarlo Chico de Fraternidad.

—¡Eso es de lo que estoy hablando! —dijo Vee, dando un palmazo en la mesa—. ¿Qué edad crees que tiene? ¿Veinticinco? Tal vez en realidad es el hermano mayor de Marcie. ¡Tal vez tiene complejo de Edipo, y la madre de Marcie es su mamá y su esposa!

Me estaba riendo tan fuerte que accidentalmente resollé. Lo cual sólo nos puso más histéricas.

—Está bien, alto —dije, apretando mis manos en mis muslos y tratando de poner cara seria—. Esto es mezquino. ¿Qué pasaría si Marcie entra y nos escucha?

—¿Qué haría ella? ¿Envenenarme con su alijo secreto de Ex-Lax?

Antes de que pudiera responder, las dos sillas disponibles en nuestra mesa fueron arrastradas hacia atrás, y Owen Seymour y Joseph Mancusi se sentaron.

Conocía a ambos chicos de la escuela. Owen había estado con Vee y conmigo en la clase de biología del año pasado. Era alto y delgado, y usaba lentes negros de apariencia intelectual y camisetas polo de Ralph Lauren. En sexto grado me había vencido como representante de nuestro curso en el concurso de ortografía de toda la ciudad. No es que yo tuviera resentimientos. No había tenido una clase con Joseph, o Joey, en años, pero nos conocíamos desde la escuela primaria, y su padre era el único quiropráctico de Coldwater. Joey se aclaraba el pelo, usaba sandalias incluso en el invierno, y tocaba la batería en la banda. Sabía a ciencia cierta que en la secundaria, Vee había estado enamorada de él.

Owen se ajustó los lentes en la nariz y sonrió benignamente. Me preparé para un aluvión de preguntas acerca de mi secuestro, pero él simplemente dijo con voz un poco nerviosa:

—Las vimos sentadas aquí y pensamos en, eh, aproximarnos.

—Caramba, que coincidencia. —El tono cortante de Vee me sorprendió. No era típico de Vee, que era una auto-proclamada coqueta, pero ¿quizá estaba optando por ser reservada?—. ¿Y qué quieres decir con ―aproximarnos? ¿Quién habla así?

—Er, ¿tienen planes para el resto del fin de semana? —preguntó Joey, cruzando las manos sobre la mesa, donde descansaban a unos centímetros de las de Vee.

Ella retrocedió, poniendo su columna vertebral rígida.

—Planes que no los incluyen.

Bueno, no reservada. La miré de reojo, tratando de capturar su mirada el tiempo suficiente para articular no verbalmente: ¿Qué pasa? pero ella estaba demasiado ocupada mirando a Owen con odio.

—Si no les importa —dijo, implicando claramente que ya era hora de que se fueran.

Owen y Joey intercambiaron miradas breves y perplejas.

—¿Recuerdas cuando tuvimos educación física juntos en séptimo grado? —Joey le preguntó a Vee—. Fuiste mi compañera de bádminton. Eras muy buena en bádminton. Si no recuerdo mal, ganaste el torneo de la clase. —Levantó la mano para chocarla con ella.

—No estoy de humor para dar un paseo por el mundo de los recuerdos.

Joey dejó lentamente caer su mano debajo de la mesa.

—Er, correcto. Uh, ¿seguro que no quieren que les compremos una limonada o algo así?

—¿Para que puedan echarle GHB ? Paso. Además, ya tenemos bebidas, algo que podrías haber notado si hubieras mirado más arriba de nuestros pechos. —

Agitó su moca helado en su cara.

—Vee —dije en voz baja. En primer lugar, ni Owen ni Joey habían estado mirando cualquier parte remotamente cerca de donde Vee insinuó, y en segundo lugar, ¿cuál era su problema?

—Um... está bien... lamentamos molestar —dijo Owen, poniéndose torpemente de pie—. Simplemente pensamos...

—Pensaron mal —espetó Vee—. ¿Cualquiera que sea el malvado plan que ustedes dos tienen en mente? No va a suceder.

—Malvado, ¿qué? —repitió Owen, acomodándose los lentes de nuevo y parpadeando como una lechuza.

—Lo entendemos —dijo Joey—. No deberíamos haber interrumpido. Conversación privada de chicas. Tengo hermanas —dijo a sabiendas—. La próxima vez, eh, ¿preguntamos primero?

—No va a haber una próxima vez —dijo Vee—. Considérenos a Nora y a mí... — sacudió el pulgar entre las dos—... fuera de sus negocios.

Me aclaré la garganta, pero sin tratar de encontrar la manera de salvar esto lo suficiente como para terminar con una nota positiva. Aclarando las ideas, hice lo único que podía. Con una sonrisa de disculpa, le dije a Owen y Joey:

—Um, gracias, chicos. Que tengan un buen día. —Sonaba como una pregunta.

—Sí, gracias por nada —gritó Vee tras ellos, mientras se alejaban, con sus rostros fruncidos por el desconcierto.

Cuando estuvieron fuera del alcance de la audición, ella dijo:

—¿Qué pasa con los chicos de hoy? ¿Piensan que simplemente con dar un paseo, mostrar una sonrisa bonita, y nos derretiremos en sus manos? Uh-uh. Denninguna manera. No nosotras. Somos más sabias que eso. Ellos pueden llevarse su estafa de romance a otro lugar, muchas gracias.

Me aclaré la garganta.

—Wow.

—No me digas wow. Sé que viste la intención de los chicos también.

Me rasqué la ceja.

—Personalmente, creo que simplemente estaban entablando una conversación... pero lo que sé yo —agregué rápidamente cuando ella me lanzón una mirada fulminante.

—Cuando un hombre aparece de la nada y al instante se convierte en un encanto, es una fachada. Siempre hay un motivo más profundo. Esto es lo sé.

Sorbí de mi pajita. No estaba segura de qué más decir. Yo nunca sería capaz de mirar a Owen ni a Joey a los ojos de nuevo, pero tal vez Vee estaba teniendo un mal día. Tal vez estaba de mal humor. Cuando vi las películas originales de Lifetime, me llevó un día o dos superar la idea de que el chico lindo de la puerta de al lado es en realidad un asesino en serie. Tal vez Vee estaba pasando por una fase similar de un lento regreso a la realidad.

Yo estaba a punto de preguntarle directamente, cuando mi teléfono móvil sonó.

—Déjame adivinar —dijo Vee—. Esa será tu mamá para comprobar que estás bien. Me sorprendió que te dejara salir fuera de la casa. No es ningún secreto que ella no me gusta. Por un tiempo, creo que incluso pensé que de alguna manera ella estaba detrás de tu desaparición. —Ella hizo un gruñido dendesprecio.

—A ella le gustas, simplemente no te entiende —le dije, leyendo lo que parecía ser un mensaje de texto de nada menos que Marcie Millar.

POR CIERTO, EL COLLAR QUE LLEVA UNA CADENA DE PLATA DE HOMBRE. ¿LO ENCONTRASTE?

—Dale un descanso —dije en voz alta.

—¿Y bien? —dijo Vee—. ¿Qué triste excusa te dio la mujer para arrastrarte de vuelta a casa?

¿CÓMO CONSEGUISTE MI NÚMERO? 

Escribí a Marcie.

NUESTROS PADRES INTERCAMBIAN MÁS QUE SALIVA, GRAN TONTA.

Lo mismo que tú, pensé.

Cerré el teléfono y le di mi atención de nuevo a Vee.

—¿Puedo hacerte una pregunta estúpida?

—Mi clase favorita.

—¿Fui a una fiesta en casa de Marcie durante el verano?

Me preparé para una ronda de carcajadas, pero Vee simplemente mordió un pedazo de rosquilla y le dijo:

—Sí, lo recuerdo. Me arrastraste a ella también. Todavía me debes una, por cierto.

No era la respuesta que había anticipado.

—Pregunta aún más extraña. ¿Era yo —aquí va— amiga de Marcie?

Ahora llegó la reacción que había estado esperando. Vee casi tosió su donut en la mesa.

—¿Tú y la zorra, amigas? ¿He oído bien? Sé que estás pasando por todo eso de la pérdida de memoria temporal, pero ¿cómo podrías olvidarte de los peores once años de la Pequeña Señorita Horrible con lo que tú sabes?

Ahora estábamos llegando a alguna parte.

—¿Lo que me estoy perdiendo? Si no éramos amigas, ¿por qué me invitó a su fiesta?

—Ella invitó a todo el mundo. Ella estaba recaudando fondos para la nueva indumentaria de las animadoras. Nos pidió veinte dólares en la puerta —explicó Vee—. Casi nos marchamos en ese momento, pero tú tenías que espiar. —Ella cerró la boca de golpe.

—¿Espiar a quién? —empujó.

—Marcie. Fuimos a espiar a Marcie. Eso es lo que fue. —Ella asentía con la cabeza un poco demasiado fuerte.

—¿Y?

—Queríamos tomar su diario —dijo Vee—. Íbamos a publicar todas las partes jugosas en el eZine. Bastante épico, ¿verdad?

Yo la observaba, sabiendo que algo andaba mal con esta imagen, pero sin saber el qué.

—Te das cuenta de cómo de preparado suena eso, ¿verdad? Nunca habríamos obtenido el permiso para publicar su diario.

—Nunca está de más intentarlo.

La apunté con un dedo.

—Sé que estás ocultando algo.

—¿Quién, yo?

—Suéltalo, Vee. Me prometiste no ocultarme nada otra vez —le recordé.

Vee agitó sus brazos.

—Está bien, está bien. Fuimos a espiar a... —pausa dramática—...Anthony Amowitz.

Anthony Amowitz y yo compartimos la misma clase de educación física el año pasado. De altura media, apariencia mediocre. La personalidad de un cerdo. Por no hablar que Vee ya había jurado que ya no había nada entre ellos.

—Mientes.

—Yo... estaba enamorada de él. —Se ruborizó furiosamente.

—Estuviste enamorada de Anthony Amowitz —repetí dudosa.

—Un error de juicio. ¿Podemos no hablar de ello, por favor?

Después de once años, Vee podría todavía sorprenderme.

—En primer lugar, jura que no estás ocultando nada. Porque toda esta historia suena poco sólida.

—Honor de Chica-Scout —dijo Vee, ojos amplios, expresión determinada—. Fuimos a espiar a Anthony, fin de la historia. Sólo un favor, mantén el abuso verbal a un mínimo. Ya me siento lo suficientemente humillada tal como lo es.

Vee no me mentiría más, no después de que acabáramos de superar esto, así que a pesar de algunos detalles inestables que atribuí a la vergüenza, yo estaba contenta con el conocimiento que me había conseguido.

—Está bien —cedí—. Volvamos a Marcie, entonces. Ella me arrinconó en la última noche de Coopersmith y me dijo que su novio, Patch, me dio un collar que se suponía que debía ser para ella.

Vee se atragantó con su bebida.

—¿Ella dijo que Patch era su novio?

—Creo que el término exacto que usó fue ―aventura de verano‖. —Ella dijo que Patch era amigo de ambas.

—Huh.

Di golpecitos con mi dedo impacientemente sobre la mesa.

—¿Por qué me siento como si estuviera en la oscuridad de nuevo?

—No conoces a ningún Patch —dijo Vee—. De todos modos, ¿no es nombre de perro? Tal vez ella lo inventó. Si Marcie es buena en una cosa, es en jugar con las mentes de la gente. Lo mejor es olvidar todo sobre Patch y Marcie. ¿Madre mía, no están estos donuts para morirse? —Ella empujó uno hacia mi cara.

Tomé el donuts, poniéndolo a un lado.

—¿Te suena el nombre de Jev?

—¿Jev? ¿Sólo Jev? ¿Es la abreviatura de algo?

Por el sonido de ello, Vee nunca había oído su nombre antes.

—Me encontré con un muchacho —expliqué—. Creo que nos conocíamos, tal vez durante el verano. Su nombre es Jev.

—No puedo ayudarte, cariño.

—Tal vez es la abreviatura de algo. Jevin, Jevon, Jevro...

—No, no, y nope.

Abrí mi teléfono móvil.

—¿Qué estás haciendo ahora? —preguntó Vee.

—Enviándole un mensaje de texto a Marcie.

—¿Qué le vas a preguntar? —Ella alzó la voz—. Escucha, Nora...

Negué con la cabeza, adivinando los pensamientos de Vee.

—Este no es el comienzo de una cosa a largo plazo, confía en mí. Te creo, no a Marcie. Este será el último mensaje de texto que la envíe. Voy a decirle que buen intento con sus enormes mentiras.

La expresión de Vee perdió su tensión. Ella asintió sabiamente.

—Díselo, nena. Dile que intentar engañar con sus mentiras son inútiles conmigo observando detrás.

Escribí mi mensaje y pulsé enviar.

MIRÉ EN TODAS PARTES. NINGÚN COLLAR. BOOMER.

Menos de un minuto más tarde, su respuesta llegó.

BUSCA CON MAYOR INSISTENCIA.

—Alegre como siempre —murmuré.

—Esto es lo que creo —dijo Vee—. Tu mamá y Hanky Panky podría no ser tan malo. Si te da una ventaja sobre Marcie, yo apoyaría el promover la relación con toda la fuerza.

Le lancé una mirada astuta.

—Por supuesto que sí.

—Hey ahora, nada de eso. Sabes que no tengo un hueso malvado en mi cuerpo.

—¿Sólo doscientos seis de ellos?

Vee sonrió.

—¿He mencionado lo bueno que es tenerte de vuelta?

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