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Chapter 46 - cap. 12

El martes después de clases, estaba en camino hacia la salida del edificio para encontrarme con Vee, quien se había saltado las clases para salir con Rixon, me había prometido volver a la escuela más la tarde para llevarme a casa, cuando sonó mi celular abrí el mensaje de texto justo mientras Vee gritaba mi nombre desde la calle.

–¡Ey! nena, ¡por aquí!

Caminé hacia donde ella estaba estacionada, paralelo a la acera y cruce mis brazos sobre el borde de la ventana abierta.

–¿Y bien? ¿Valió la pena?–

–¿Saltarme las clases? Diablos, si. Rixon y yo pasamos la mañana jugando Xbox en su casa. –se extendió y abrió la puerta del pasajero.

–Suena romántico. –dije, subiendo dentro.

–No lo golpees hasta que hayas tenido relaciones. La violencia realmente pone a los chicos de ánimo.

–¿De ánimo? ¿Hay algo que debería saber?

Vee me dedicó una sonrisa de cien voltios.

–Nos besamos. Oh hombre, estuvo bueno. Comenzó todo lento y suave, y luego Rixon realmente comenzó a volverse...–

–¡Está bien!– Le corté en voz alta. ¿Había sido igual de cursi cuando Patch y yo estábamos juntos y Vee erabla persona que sobraba? Rogaba que no.

–¿Dónde vamos ahora?

Se deslizó rápidamente de vuelta al tráfico.

–Estoy cansada de estudiar Necesito inyectar un poco de emoción a mi vida, y eso no va a pasar con mi nariz en un arrollo.

–¿Qué tienes en mente?

–¿La antigua playa de Orchard? Estoy de humor para un poco de sol y arena. Además, mi bronceado podría usar una capa de base.

La antigua playa de Orchard sonaba perfecto. Tenía un largo muelle que se extendía sobre el agua, y un parque de atracciones y fuegos artificiales y bailes por la noche. Desafortunadamente, la playa tenía que esperar.

Agité mi celular.

–Ya teníamos planes para esta noche. –

Vee se inclinó hacia el lado para leer un mensaje de texto e hizo una mueca.

–¿Un recordatorio de la fiesta de Marcie? ¿De verdad? No sabía que ustedes eran nuevas mejores amigas.

–Me dijeron que perderme su fiesta era la mejor forma de sabotear mi vida social.

–Ella es una puta. Faltar a su fiesta es la forma más segura de hacer mi vida completa.

–Quizás quieras reconsiderar tu actitud, porque yo voy... y tú vendrás conmigo.

Vee presionó su espalda contra el asiento, sus brazos se pusieron rígidos contra el volante.

–¿Cuál es su idea de todas formas? ¿Por qué te invitó?

–Somos compañeras en química.

–A mí me parece que la estás perdonando por ese ojo negro demasiado rápido.

–Le debo al menos, aparecer por una hora. Como su compañera de química. – Agregué.

–Así que estás diciendo que la razón por la que nos estamos arrastrando hacia la fiesta de Marcie esta noche es porque te sientas a su lado cada mañana entre química. – Vee me dio la mirada de alguien que sabe más.

Yo sabía que era una excusa pobre, pero no tanto como la verdad.

Necesitaba estar absolutamente segura de si Patch había seguido adelante con Marcie. Cuando toqué sus cicatrices dos noches atrás y fui transportada dentro de su memoria, él parecía reservado respecto a Marcie. Hasta su beso no había sido breve con ella. Yo no me hacía la idea de cómo se sentía él acerca de ella.

Pero si seguía adelante, me lo haría mucho más fácil para hacer lo mismo. Una relación confirmada entre Patch y Marcie me haría fácil el odiarlo. Y yo quería odiarlo. Por el bien de ambos.

–Tú aliento huele a mentira, el mentiroso jadea en fuego. –dijo Vee –. Esto no es acerca de ti y Marcie. Esto es sobre Patch y Marcie. Tú quieres averiguar que pasa entre ellos.

Agité mis manos en el aire.

–¡Está bien! ¿Es eso tan malo?

–¡Hombre! –dijo meneando su cabeza–. Tú realmente eres masoquista.

–Pensé que quizás podíamos mirar en su habitación. Ver si podemos encontrar alguna prueba de que están juntos.

–¿Como condones usados?

De repente mi desayuno estaba subiendo por mi esófago. No había pensado en eso. ¿Estuvieron durmiendo juntos? No. No lo creía. Patch no me haría eso a mí. No con Marcie.

–¡Ya sé! –dijo Vee –. ¡Podríamos robar su diario!

–¿El cual ella ha estado llevando desde el primer año?

–El cual ella jura que hará que el National Enquirer se vea trivial. –dijo sonando extrañamente jubilosa–. Si algo está pasando entre ella y Patch, estará en el diario.

–No sé.

–¡Oh!, vamos. Lo devolveremos en cuanto terminemos. Sin daño, no hay castigo.

–¿Cómo? ¿Lanzarlo a su jardín y correr? Nos matará si averigua que lo hemos tomado.

–Seguro. Lanzarlo a su jardín, o tomarlo durante la fiesta, leerlo en alguna parte, y devolverlo antes de irnos.

–Es sólo que parece malo.

–No le contaremos a nadie lo que leamos. Será nuestro secreto. No es malo si nadie sale herido.

Me convencí de robar el diario de Marcie, pero podía decirle a Vee que no dejaría que lo lanzara. Lo más importante era convencerla de ir a la fiesta conmigo. No estaba segura de tener el coraje suficiente para ir por mi cuenta.

Especialmente desde que no podía contar con tener al menos un amigo ahí. Así que dije:

–Entonces ¿me recogerás esta noche?

–Cuenta con ello. ¡Ey!, ¿Podríamos encender con fuego su habitación cuando salgamos?–

–No. Ella no puede saber que estuvimos espiando ahí.

–Si, pero lo sutil realmente no es mi estilo.

Miré hacia el lado alzando las cejas.

–¿En serio?–

Era justo después de las nueve cuando Vee y yo subíamos la colina que lleva hacia el barrio de Marcie. El mapa socioeconómico de Coldwater era fácil de determinar mediante una sencilla prueba: arroja una canica sobre cualquier calle de la cuidad. Si la canica rueda hacia abajo, eres de la clase superior. Si la canica no rueda, eres de clase media. Y si pierdes la canica en medio de la niebla antes de averiguar si rueda, eres... bueno, vives en mi barrio. La parte posterior.

Vee empujó el Neón hacia la colina. El barrio de Marcie era antiguo, con árboles viejos que se derramaban alrededor de la calle, bloqueando la luz de la luna. Las casas tenían jardines profesionalmente decorados y semicírculos para las entradas de coches. La arquitectura era colonial georgiana; cada casa era blanca con adornos negros. Vee bajo la ventana del Neón y a la distancia oímos el pulso constante del hip-hop a todo volumen.

–¿Cuál es su dirección? –preguntó Vee entrecerrando los ojos a través del parabrisas–. Estas casas están tan lejos del camino que no puedo leer los números sobre los garajes.

–#1220 en la calle Brenchley.

Llegamos a una intersección y Vee dobló hacia Brenchley. La música se intensificaba a medida que avanzábamos por la calle, y yo asumía que íbamos en la dirección correcta. Los autos estaban aparcados parachoques con parachoques a ambos lados de la calle. Mientras pasábamos delante de una casa elegantemente remodelada, la música alcanzaba un punto máximo, haciendo vibrar el auto. Un montón de gente estaba cortando el paso hacia el interior de la casa. La casa de Marcie. Una mirada y me comencé a preguntar porque ella robaba tiendas. ¿Por la emoción de ello? ¿Para escapar de sus padres y esa imagen diseñada perfecta y cuidadosamente?

No iba a seguir pensando en ello. Un dolor profundo se arremolinó en mi estómago. Aparcado en la entrada estaba la camioneta negra de Patch.

Obviamente él fue el primero en llegar. Probablemente había estado dentro a solas con Marcie horas antes de que comenzara la fiesta. Haciendo qué, no quiero ni saberlo. Tomé una respiración profunda y me dije que podía manejar esto. ¿Y no era evidencia lo que habíamos venido a buscar?

–¿En qué estas pensando? –preguntó Vee, su mirada también pegada en la camioneta, mientras pasábamos por delante.

–En que quiero vomitar.

–Sobre el vestíbulo de Marcie sería genial. Pero en serio. ¿Estás bien con eso de Patch estando acá?–

Encajé mi mandíbula, inclinando mi barbilla ligeramente hacia arriba.

–Marcie me invitó esta noche. Tengo el mismo derecho de Patch para estar aquí. No dejaré que él dicte donde debo estar o que debo hacer –gracioso, porque eso era exactamente lo que estaba haciendo.

La puerta principal estaba abierta, conduciendo hacia una sala de mármol oscuro repleta de cuerpos girando con Jay-Z. El vestíbulo llevaba hacia una gran sala de estar con un techo alto y muebles victorianos. Todos los muebles, incluyendo la mesa de café, estaban siendo usados de asiento. Vee dudaba en la puerta de entrada.

–Solo tomándome un momento para prepararme mentalmente para esto. – Me dijo por sobre la música. –digo, el lugar estará infestado con Marcie, retratos de Marcie, muebles de Marcie, olores de Marcie. Hablando de retratos, deberíamos tratar de encontrar algunas fotos familiares viejas. Quiero ver como lucía su papá hace diez años atrás. Cuando sus comerciales pasaban por la televisión, no puedo decidir si es cirugía plástica lo que lo hace ver más joven o solo grandes cantidades de maquillaje. – La agarré del codo y tiré de ella hacia mí.

–No me estarás abandonando ahora.

Vee miró dentro, frunciendo el ceño.

–Está bien, pero te estoy advirtiendo, si veo un sólo par de bragas, me largo de aquí. Lo mismo va para condones usados.

Abrí mi boca, y luego la cerré. Las posibilidades de ver ambos eran bastante altas y fue de mejor interés no aceptar sus términos.

Me salvé de seguir discutiendo por Marcie, quien salía de la oscuridad sosteniendo un tazón. Dividió una mirada crítica entre las dos.

–Te invite a ti –me dijo–, pero no la invité a ella.

–Me alegro de verte también –dijo Vee.

Marcie estudió a Vee lentamente, de la cabeza a los pies.

–¿Sigues usando esa estúpida dieta de colores? Me parece que te diste por vencida incluso antes de comenzar –volvió su atención hacia mí–. Y tú. Bonito ojo negro.

–¿Escuchaste algo Nora? –Vee preguntó. –Me pareció escuchar algo.

–Definitivamente escuchaste algo –agregué.

–¿Podría haber sido un pedo de perro lo que escuché?–me preguntó Vee.

Asentí.

–Yo creo.

Marcie entrecerró los ojos.

–Ja, ja.

–Ahí está de nuevo –dijo Vee–. Aparentemente el perro tiene problemas de gases. Tal vez deberíamos alimentarlo.

Marcie empujó el tazón hacia nosotras.

–Donación. Nadie entra sin una.

–¿Qué?– Vee y yo dijimos al mismo tiempo.

–Do-na-ción. ¿Realmente crees que te invite aquí sin un programa? Necesito tu dinero. Puro y simple.

Vee y yo miramos el tazón, el cual estaba lleno de billetes de un dólar.

–¿Para qué es el dinero? –pregunté.

–Nuevos trajes de porristas. El equipo quiere unos con el torso desnudo, pero la escuela es demasiado tacaña para gastar en unos nuevos, por lo que estoy recaudando fondos.

–Esto debería ser interesante – dijo Vee–. El término puta de equipo tendrá un nuevo significado

–¡Eso es!– dijo Marcie, su cara enrojeciéndose. –¿Quieren entrar? Es mejor que tengan veinte dólares. Si hacen otro comentario, aumentaré la carga a cuarenta.

Vee me empujó del brazo.

–Yo no vine para esto. Tú pagas.

–¿Diez por cada una?–ofrecí.

–De ninguna manera. Esta fue su idea. Ustedes recogieron la ficha.

Encaré a Marcie y forcé una sonrisa.

–Veinte dólares es mucho, – razoné.

–Si, pero piensa en lo increíble que me voy a ver con ese uniforme. Tengo que hacer 500 abdominales cada noche, así que puedo adelgazar mi cintura de 63 a 60 centímetros antes de que comiencen las clases. No puedo tener ni una pulgada de grasa si voy a andar con el torso desnudo.

No me atreví a contaminar mi mente con una imagen mental de Marcie en un promiscuo uniforme de porrista, e instantáneamente dije,

–¿Qué tal quince?–

Marcie puso una mano en su cadera y nos miró preparada para cerrar la puerta.

–Está bien, cálmate, pagaremos –dijo Vee, buscando en su bolsillo trasero.

Ella dejó un fajo de dinero dentro del tazón, pero estaba oscuro y no pude ver cuanto era. –Me debes una bien grande –me dijo.

–Se supone que tenías que dejarme contar el dinero primero –dijo Marcie excavando en el tazón, tratando de capturar la donación de Vee.

–Asumí que veinte dólares serian muy alto para ti para contar – dijo Vee – Mis disculpas.

Los ojos de Marcie se entrecerraron de nuevo, luego se dio vuelta sobre sus talones y llevo el tazón de vuelta a la casa.

–¿Cuánto le diste? –le pregunté a Vee.

–No lo hice. Arroje un condón.

Levanté mis cejas.

–¿Desde cuando llevas condones?–

–Lo recogí del jardín mientras veníamos para acá. Quien sabe, tal vez Marcie lo use. Entonces tendré que poner de mi parte para mantener su material genético fuera de la reserva de genes. – Vee y yo caminamos hacia dentro y apoyamos nuestras espaldas en la pared. Sobre una silla de terciopelo de la sala de estar, varias parejas estaban enredándose como un montón de clips. El centro de la sala estaba lleno de cuerpos bailando. Saliendo de la sala de estar, una entrada arqueada llevaba a la cocina, donde la gente estaba bebiendo y riéndose. Ninguno nos prestó atención a Vee o a mí, y trate de mejorar mi estado de animo por la idea de que meterme inadvertida en el interior del cuarto de Marcie no seria tan difícil como pensaba. El problema era, que estaba comenzando a pensar que no había venido aquí para espiar el cuarto de Marcie y encontrar evidencia de que estuvo con Patch. De hecho, estaba peligrosamente cerca de pensar que vine porque sabía que Patch estaría aquí. Y yo quería verlo.

Parecía que iba a obtener mi oportunidad. Patch apareció en la entrada de la cocina de Marcie, vestido con una camisa polo oscura y pantalones vaqueros negros. No estaba acostumbrada a estudiarlo a la distancia. Sus ojos eran del color de la noche y su cabello se rizaba bajo sus orejas como si ya hubiesen pasado seis semanas desde que necesitara un corte. Tenía un cuerpo que inmediatamente atraía al sexo opuesto, pero su postura decía, 'no estoy abierto a conversaciones'. Su gorra aún estaba perdida, lo cual significaba que estaba en posesión de Marcie. No es gran cosa, me recordé a mi misma. Ya no era mi problema. Patch podía dar su gorra de béisbol a quien quisiera. Solo porque nunca me la prestó a mi no hería mis sentimientos.

Jenn Martin, una chica con la que tuve matemáticas el primer año, estaba hablando con Patch, pero él se veía distraído. Sus ojos rodaban por la sala de estar, mirando, como si no estuviera dispuesto a confiar en ninguna alma de ahí. Su postura era relajada pero atenta, casi como si esperara que algo pasara de un momento a otro.

Antes de que sus ojos llegaran hasta míi, aparte mi mirada. Era mejor no ser atrapada mirándolo con arrepentimiento y anhelo.

Anthony Amowitz sonrió y me saludo desde el otro extremo de la sala.

Automáticamente sonreí de vuelta. Teníamos una clase juntos este año, y mientras tanto yo le decía apenas diez palabras, era agradable saber que alguien estaba emocionado de vernos a Vee y a mi ahí.

–¿Por qué Anthony Amowitz está usando su sonrisa de chulo contigo?– preguntó Vee.

Rodeé mis ojos.

–Tú sólo lo estas llamando chulo porque está aquí. Donde Marcie.

–Si. ¿Y?

–Él está siendo amable –le di un codazo–. Sonríe de vuelta.

–¿Siendo amable? Él está siendo caliente.

Anthony levantó su vaso rojo de plástico hacia mí y gritó algo, pero estaba muy lejos para oír sobre la música.

–¿Qué?– le pregunté.

–¿Te ves genial!–. Una sonrisa tonta se plasmó en su cara.

–¡Oh! chico– dijo Vee–. No solo un chulo, sino que un chulo destrozado.

–Así que quizás esta un poco borracho.

–Borracho y esperando acorralarte sola en una de las habitaciones de arriba.

¡Que asco!

Cinco minutos después, estamos en la misma posición frente a la puerta de entrada. Me habían derramado accidentalmente media lata de cerveza en mis zapatos, pero afortunadamente, no había sido vomito. Estaba a punto de sugerirle a Vee que nos moviéramos lejos de la puerta, dirección a la que todos parecían correr momentos antes de vaciar el contenido de sus estómagos, cuando Brenna Dubois se acerco sosteniendo un vaso rojo de plástico hacia mí.

–Esto es para ti, un obsequio del chico del otro lado de la sala.

–Te lo dije –me susurró Vee.

Le dirigí una rápida mirada a An caliente, quien me guiño un ojo.

–Eh, gracias, pero no estoy interesada –le dije a Brenna. No tenía mucha experiencia cuando venia a fiesta, pero sabia que no debía aceptar bebidas de origen cuestionable. Por todo lo que sabia, se contaminaban con GHB. –Dile a Anthony que yo no bebo nada más que una lata sellada –¡Oh!, soné más tonta de lo que sentí.

–¿Anthony?– Su rostro se tiñó de confusión.

–Si, Anthony chul-o-witz –dijo Vee–. El chico que está haciendo a que juegues al repartidor.

–¿Ustedes piensan que Anthony me dio esta copa?–sacudió su cabeza–. Inténtelo con el chico del otro lado de la sala. – Se volvió hacia donde Patch había estado parado minutos atrás. –Bueno, él estaba ahí. Supongo que se fue. Era muy atractivo y estaba usando una camiseta negra, si eso ayuda.

–¡Oh! chico –dijo Vee nuevamente, esta vez bajo su aliento.

–Gracias –le dije a Brenna, viendo que no había otra opción mas que tomar el vaso. Se desapareció entre la multitud. Yo deje el vaso de lo que olía como cherry Coke  en la mesa de entrada que estaba detrás de mí. ¿Patch estaba tratando de enviarme un mensaje? ¿Recordándome mi fracaso en la pelea en el Devil's Handbag cuando Marcie me había rociado con cherry Coke?

Vee puso algo en mi mano.

–¿Qué es esto?– Le pregunté

–Un walkie-talkie, los saqué prestados de mi hermano. Me voy a sentar en las escaleras y estaré alerta. Si alguien sube, te lo comunico por la radio.

–¿Quieres que yo espié en la habitación de Marcie ahora?

–Quiero que tú robes el diario.

–Si, acerca de eso. Tengo una especie de cambio de idea.

–¿Estas bromeando? –dijo Vee–. No puedes acobardarte ahora. Imagina lo que hay en ese diario. Esta es tu gran oportunidad de averiguar lo que esta pasando con Marcie y Patch. No puedes dejarlo pasar.

–Pero está mal.

–No se sentirá mal si lo robas tan rápido que la culpa no tendrá tiempo de meterse en tu cuerpo.

Le di una mirada.

–Las auto charlas también sirven – agregó Vee –. Di a ti misma 'esto no está mal' varias veces y comenzaras a creerlo.

–No robaré el diario. Yo sólo quiero... mirar alrededor. Y recuperar la gorra perdida de Patch.

–Te pagaré el presupuesto anual de la revista digital, si me entregas el diario en los próximos 30 minutos – dijo Vee, comenzando a sonar desesperada.

–¿Es por eso que quieres el diario? ¿Para publicarlo en la revista digital?

–Piénsalo. Podría hacer mi carrera.

–No – dije firmemente –. Y lo que es más... eres malvada.

Ella lanzó un suspiro.

–Bueno, valía la pena intentarlo. – Miré el walkie-talkie en mi mano.

–¿Por qué no podemos solo enviarnos mensajes de texto?

–Los espías no lo hacen.

–¿Cómo lo sabes?

–¿Cómo sabes que lo hacen?

Sabiendo que no valía la pena refutar, metí el walkie-talkie en la cinturilla de mi pantalón.

–¿Estás segura que la habitación de Marcie está en el segundo piso?

–Uno de sus ex novios se sienta detrás de mí en español. Él me contó que todas las noches a las diez en punto Marcie se desviste con las luces encendidas.

Algunas veces cuando él y sus amigos están aburridos manejan hasta aquí para mirar el espectáculo. Él dice que Marcie nunca se asoma, y para cuando ella acaba, él tiene un calambre en el cuello por estirarlo. Él también dijo que hubo una vez...

Puse mis manos en mis oídos.

–¡Detente!–

–Ey, si mi cerebro ha sido contaminado con esta clase de detalles, supongo que el tuyo también debería serlo. La razón por la que sé toda esta información de inducir vómitos es porque estaba tratando de ayudarte.

Guié mis ojos hacia las escaleras. Mi estómago pareció revolverse justo como hace tres minutos atrás. No había hecho nada y ya me sentía enferma de culpa. ¿Cuándo caí tan bajo para espiar en la habitación de Marcie? ¿Cuándo permití que Patch me enredara de esta forma?

–Supongo que voy a subir –dije poco convincente–, ¿Tú me cubres?

–Si.

Subí las escaleras. Había un baño con piso de baldosas y cornisas en la cima. Me moví por el pasillo hacia la izquierda, pasando por que parecía una habitación y una sala de ejercicios equipada con una cinta de correr y una escaladora. Di marcha atrás, esta vez tomando la derecha del pasillo. La primera puerta estaba agrietada y me asomé dentro. El color de la habitación era un espumoso rosa en las paredes, cortinas rosa y un edredón rosado con un montón de cojines rosa. El contenido del armario se había arrojado sobre la cama, piso y otras superficies de muebles. Un montón de fotos en tamaño póster estaban puestas en la pared con Marcie posando seductoramente en su uniforme de porrista. Experimente una leve urgencia de nauseas, entonces vi la gorra de béisbol de Patch en el vestidor. Atravesé la habitación. Enrolle la gorra en un cono estrecho y la metí en mi bolsillo trasero. Al lado de la gorra de béisbol, descansando en el vestidor, había una solitaria llave de auto. Era una de repuesto, pero tenía la etiqueta de una camioneta. Patch le había dado a Marcie un repuesto de su camioneta.

Robé la llave del vestidor, la empujé bien adentro de mi otro bolsillo trasero. Mientras lo hacia, me fijé que no hubiera nada mas que le perteneciera a él.

Abrí y cerré unos pocos cajones del vestidor. Miré debajo de la cama, esperanzada y en el estante superior del armario de Marcie. Finalmente metí mi mano entre el colchón y la base de la cama. Saqué el diario. El pequeño diario azul de Marcie, se rumoreaba que contenía mas escándalos que un tabloide.

Sosteniéndolo entre mis manos, sentí la abrumadora tentación de abrirlo. ¿Qué habría escrito ella de Patch? ¿Qué secretos esconderían sus páginas?

Mi walkie-talkie crujió.

–Oh mierda –dijo Vee a través de él.

Lo saqué de la cinturilla de mi pantalón y presione el botón para hablar.

–¿Cuál es el problema?–

–Perro. Gran perro. Está tumbado en el centro de la sala de estar, o como quieras llamar a este gigantesco lugar. Me está mirando. Como, mirándome fijamente.

–¿Qué clase de perro?–

–No estoy actualizada en las clases de perro, pero creo que es un 'Doberman pinscher'. Señalo, está gruñendo. Se asemeja un poco a Marcie, si eso ayuda. Oh-oh. Sus orejas se levantaron. Esta viniendo directamente hacia mí. Creo que es uno de estos perros psíquicos. Sabe que no estoy aquí solo pensando en mis cosas. –

–Mantente calma...–

–Fuera, perro, dije ¡fuera! –

El inconfundible gruñido de un perro sonó por el walkie-talkie.

–Eh, ¿Nora? Tenemos un problema –dijo Vee unos momentos después.

–¿El perro no se ha ido?

–Peor. Está subiendo las escaleras.

Justo cuando hubo un sonido en la puerta. El ladrido no terminó, sonó más fuerte y más cerca.

–¡Vee!– siseé al walkie-talkie. –¡Deshazte del perro!

Ella dijo algo en respuesta, pero no pude oírlo sobre los ladridos del perro.

Acerque la mano a mi oído.

–¿Qué?–

–¡Viene Marcie! ¡Sal de ahí!

Empujé el diario de vuelta bajo el colchón, pero no resultó. Un montón de notas y fotos se derramaron de las páginas. Entré en pánico, junté las notas y las fotos en una pila y las puse de vuelta en el diario. Luego lo apreté, el cual estaba muy pequeño considerando la cantidad de secretos que se rumoreaba que contenía, y puse mi walkie-talkie dentro de la cinturilla de mi pantalón y apague la luz. Trataría de poner el diario de vuelta mas tarde. Ahora, tenía que salir. Me plante en la ventana, esperando tener que remover la pantalla, pero ya estaba hecho. Probablemente Marcie lo había hecho antes para evitar la molestia cuando se escapara. Ese pensamiento me dio un poco de esperanza. Si Marcie se había subido antes, yo también podía. No era como que iba a caer y morir.

Por supuesto, Marcie era una porrista y tenía mucha más flexibilidad y coordinación. Metiendo mi cabeza hacia fuera de la ventana, mire hacia abajo.

La puerta de entrada estaba directamente a continuación. Bajo un pórtico sujeto por cuatro pilares. Pasando una pierna afuera, encontré tracción en las tejas.

Después de estar segura de que no me iba a deslizar por el pórtico inclinado, saque mi otra pierna. Balanceando mi peso, baje la ventana a su lugar. Me agaché debajo justo cuando el vidrio se iluminó. La nariz del perro chocó contra el vidrio, y pronunció una ronda de furioso ladridos. Apreté mi estómago tan cerca como pude de la casa y rogué para que Marcie no abriera la ventana y mirara hacia abajo.

–¿Qué pasa? –la voz de Marcie traspasó la ventana. –¿Cuál es el problema, Boomer?

Una gota de sudor bajo por mi espina dorsal. Marcie iba a mirar hacia abajo y me iba a ver. Cerré mis ojos y trate de olvidar que su casa estaba llena de gente y tenia que asistir a la escuela por los próximos dos años. ¿Cómo iba a explicar que hacia espiando en la habitación de Marcie? ¿Cómo iba a explicar qué hacia sosteniendo su diario? El solo pensarlo era demasiado humillante.

–¡Cállate Boomer! –gritó Marcie–. ¿Podría alguien sostener a mi perro mientras abro la ventana? Si no lo sostienen él será tan estúpido como para saltar hacia fuera. Tú, el del pasillo. Si, tú. Agarra el collar de mi perro y no lo sueltes. Sólo hazlo.

Esperando que los ladridos del perro disfrazaran cualquier ruido que yo hiciera, rodeé y puse mi espalda en contra de las tablillas. Tragué el nudo de mi garganta. Tenía una especie de fobia a las alturas y el saber sobre todo acerca del aire que había entre el césped y yo, llenaba de sudor mi piel.

Arrastrando mis talones por el suelo para poner mí peso tan lejos como fuera posible de la repisa. Luche por sacar el walkie-talkie de mi pantalón.

–¿Vee?– susurré.

–¿Dónde estás?– dijo por sobre la música resonando en el fondo.

–¿Crees que puedes sacar al perro ahora?

–¿Cómo?

–Se creativa.

–¿Como envenenándolo?

Golpee mi frente con el dorso de mi mano.

–Yo estaba pensando más en encerrarlo en el armario.

–¿Quieres decir, tocándolo?

–¡Vee!

–Está bien, está bien. Pensaré en algo.

Treinta segundos después, oí la voz de Vee a través de la ventana del cuarto de Marcie.

–¡Ey!, ¿Marcie? –la llamó sobre los ladridos–. No quiero interferir, pero la policía esta en la puerta de entrada. Ellos dicen que respondieron una queja sobre el ruido. ¿Quieres que los haga pasar?

–¿Qué?– Chilló marcie directamente sobre mí–. No veo ningún auto de policía.

–Probablemente tuvieron que aparcar un par de casas mas abajo. De todos modos, como estaba diciendo, noté sustancias ilegales en las manos de unos sujetos.

–¿Y? –le espetó–. Es una fiesta.

–El alcohol es ilegal bajos los veintiún años.

–¡Genial! –gritó Marcie–. ¿Y qué voy a hacer?–. Hizo una pausa y luego elevó la voz de nuevo–. ¡Probablemente tú los llamaste!

–¿Quién, yo?– dijo Vee–. ¿Y perderme toda la comida gratis? De ninguna manera.

Un momento más tarde, los ladridos frenéticos de Boomer se perdían dentro de la casa y la habitación quedó a oscuras.

Me quedé perfectamente quieta por un largo momento, escuchando.

Cuando estuve segura de que la habitación de Marcie estaba vacía. Rodee sobre mi estómago y arrastre mi vientre hacia la ventana. El perro se había ido. Marcie se había ido, y si solo pudiera...

Presioné mis palmas contra la ventana para forzarla a subir, pero no cedió.

Aprovechando que mis manos estaban en el panel, empujé con toda mi fuerza.

No pasó nada.

Está bien, pensé. No hay problema. Marcie debió haber bloqueado la ventana. Todo lo que tenia que hacer era estar por aquí otras cinco horas hasta que la fiesta acabara y luego volver con Vee y una escalera.

Escuche pasos en el camino de abajo y estire mi cuello para ver si era algún golpe de suerte y Vee venia a rescatarme. Para mi horror, Patch iba de espaldas a mí, caminando hacia la camioneta. Marcó un número en su celular y lo llevó hasta su oreja. Dos segundos después, mi celular sonó en mi bolsillo.

Antes de que pudiera lanzarlo hacia los arbustos del borde de la propiedad, Patch se detuvo.

Miró sobre su hombro, sus ojos viajando hacia arriba. Su mirada cayó sobre mí y pensé que hubiera sido mejor que Boomer me hubiese despedazado viva.

–Y yo que pensaba que eran lo llamados mirones –no necesitaba mirarlo

para saber que sonreía.

–Para de reírte – dije con las mejillas rojas de humillación–. Bájame.

–Salta.

–¿Qué?

–Yo te atraparé.

–¿Estás loco? Ve dentro y abre la ventana. O trae una escalera.

–No necesito una escalera. Salta. No voy a dejarte caer.

–¡Oh, seguro! ¡Como si creyera eso!

–¿Quieres mi ayuda o no?

–¿Llamas ayuda a esto?– siseé furiosamente–. ¡Esto no es ayuda!

Giró su llavero entre sus dedos, luego comenzó a alejarse.

–¡Eres un idiota! Regresa aquí.

–¿Idiota?– Repitió–.Tú eres la que espiaba en la ventana.

–Yo no estaba espiando. Yo estaba... estaba...– ¡Piensa en algo!

Los ojos de Patch viajaron hacia la ventana sobre mí y vi como la comprensión iluminaba su rostro. Inclinó su cabeza hacia atrás y soltó una carcajada–. Tú estabas buscando en la habitación de Marcie.

–No –rodeé mis ojos como si fuera una sugerencia absurda.

–¿Qué estabas buscando?

–Nada –tiré de la gorra de béisbol de Patch fuera de mi bolsillo y se la arrojé–. Por cierto, aquí está tu estúpida gorra.

–¿Fuiste por mi gorra?

–¡Una gran perdida, obviamente!

Puso la gorra en su cabeza–. ¿Vas a saltar?

Di una mirada inquieta sobre el borde del pórtico y el suelo parecía estar a seis metros fuera de mi alcance. Evadiendo una respuesta, pregunté, –¿Por qué llamaste?

–Te perdí de vista allí dentro. Y quería asegurarme de que estabas bien– sonaba sincero, pero era un mentiroso sin problemas–. ¿Y la bebida?

–Ofrenda de paz. ¿Vas a saltar o qué?

Viendo que no había alternativa, me moví cuidadosamente al borde del pórtico. Mi estómago se revolvió.

–Si me sueltas...– advertí.

Patch tenía sus brazos levantados. Apretando mis ojos cerrados, me deslicé por la repisa. Sentí el aire a mí alrededor y luego estaba en brazos de Patch, apretada contra él. Me quede ahí un momento, con el corazón latiendo tanto por la adrenalina de la caída y por estar tan cerca de Patch. Lo sentía calido y familiar. Él se sentía sólido y seguro. Quería adherirme a su camiseta, enterrar mi cara en la curva de su cuello y nunca dejarlo ir.

Patch metió un rizo detrás de mi oreja.

–¿Quieres volver a la fiesta?–murmuró.

Sacudí mi cabeza negando.

–Te llevaré a casa –usó su barbilla para señalar la camioneta, porque todavía tenía sus brazos a mí alrededor.

–Vine con Vee –dije–.Debería volver con ella.

–Vee no pasara a recoger comida china para llevar en el camino a casa.

Comida china para llevar. Eso implicaría que Patch entre a la granja para comer. Mi mamá no estaba en casa, lo cual significaba que estaríamos solos...

Bajé la guardia. Probablemente estaríamos a salvo. Probablemente los arcángeles no estarían cerca. Patch no parecía preocupada, así que yo no debería estarlo. Y era solo una cena. Tuve un largo e insatisfactorio día en la escuela y estaba hambrienta luego de una hora en el gimnasio. La comida con Patch sonaba perfecta. ¿Cómo iba a herirnos una cena casual juntos? La gente cenaba junta todo el tiempo y nunca llevaba a más.

–Solo una cena – dije más para convencerme a mi que a Patch.

Él me dio el saludo de Boy scout, pero su sonrisa no estaba ni cerca de ser buena. Una sonrisa de chico malo. La sonrisa maliciosa y encantadora de un chico que besó a Marcie dos noches atrás... y me estaba ofreciendo una cena ésta noche, muy probablemente con la esperanza de que la cena nos llevaría a algo más. Él pensaba que una sonrisa que me derretía el corazón seria todo para borrar mi dolor. Para hacerme olvidar que besó a Marcie.

Toda mi confusión interna se dispersó mientras era sacudida hacia el presente. Mis especulaciones murieron, fueron reemplazadas de repente por un fuerte sentimiento de malestar que no tenía nada que ver con Patch, o la noche del domingo. Se me puso la piel de gallina. Estudie las sombras que rodeaban el césped.

–¿Mmm? –Patch murmuró, detectando mi preocupación, apretando sus brazos protectoramente a mi alrededor.

Y luego lo sentí de nuevo. Un cambio en el aire. Una niebla invisible, extrañamente calida, bajando, presionando por todos lados, zigzagueando,Como un centenar de serpientes en el aire. La sensación era tan destructiva, tuve un tiempo difícil creyendo que Patch no podía al menos notar que algo estaba mal incluso si no podía sentirlo directamente.

–¿Qué pasa, ángel?– su voz fue baja, interrogando.

–¿Estamos a salvo?

–¿Importa eso?

Desplacé mis ojos por la cercanía. No estaba segura porque, pero seguía pensando, los arcángeles, están aquí.

–Quiero decir, los arcángeles –dije tan bajo que a penas pude oír mi propia voz–. ¿No nos están mirando?

–Si.

Trate de retroceder, pero Patch se negó a soltarme.

–No me preocupa lo que vean. Estoy harto de esta farsa –se detuvo acariciando mi cuello, y vi cierto desafío en sus ojos.

Luche duramente por salir.

–Suéltame.

–¿No me quieres?–su sonrisa era de zorro.

–Ese no es el tema. No quiero ser responsable de que te pase algo. Suéltame.

¿Cómo podía estar tan despreocupado por esto? No podía ser visto sosteniéndome.

Acarició mis brazos, pero mientras yo tomaba la oportunidad para escapar, el agarró mis manos. Su voz resonó en mi mente.

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Lo dijo tan decididamente, tan fácilmente, yo sabia que ésta no era la primera vez que lo pensaba. Este era un plan con el que él había fantaseado muchas, muchas veces. Mi corazón estaba latiendo salvajemente. ¿Irse? ¿Dejar de jugar las reglas?

–¿De qué estás hablando?–

Vivo en movimiento, escondiéndome constantemente, esperando a que los arcángeles no me encuentren.

–¿Y si lo hacen?

- Iré a juicio. Seré encontrado culpable, pero nos daría un par de semanas a solas,;mientras ellos deciden.

Podía sentir que me veía afectada.

–¿Y luego?

-Me  enviaran al infierno. Hizo una pausa y luego agregó con convicción, no me da miedo el infierno. Me merezco lo que viene. He mentido, hecho trampa, engañado. He hecho daño a gente inocente. He cometido más errores de los que puedo recordar. De una forma u otra, he estado pagando por ellos la mayor parte de mi existencia. - Su boca se curvó brevemente, una sonrisa irónica. -  Pero estoy seguro de que los arcángeles tiene un par de ases bajo la manga. Su sonrisa se desvaneció y me dirigió una mirada llena de honestidad.- Estar contigo nunca se sintió mal. Es la única cosa que hice bien. Tú eres lo único que hice bien. No me importan los arcángeles. Dime lo que quieres que haga. Di las palabras. Haré lo que quieras. Nos podemos ir ahora.

Me tomé un momento para digerir sus palabras. Miré hacia la camioneta.

La pared de hielo que había entre nosotros se cayó. La pared estaba ahí solo por los arcángeles. Sin ellos, todo por lo que Patch y yo habíamos estado peleando no significaba nada. Ellos eran el problema. Quería dejarlos, y todo lo demás, atrás y seguir adelante con Patch. Quería ser osada, pensar solo en el aquí, el ahora. Podíamos olvidarnos de las consecuencias. Reírnos de las reglas, los limites, y mas todavía, del mañana. Que fuésemos solo Patch y yo, que nada mas importara.

Nada a parte de la promesa de lo que pasaría cuando se nos acabaran las semanas.

Tenía dos opciones, pero la respuesta estaba clara. La única forma en que podía tener a Patch era dejándolo ir. No tener nada que ver con él.

No me había dado cuenta de que estaba llorando hasta que Patch paso sus dedos bajo mis ojos.

–Tranquila –murmuró–. Todo estará bien. Te quiero. No puedo seguir haciendo lo que hago ahora, viviendo a medias.

–Pero ellos te enviaran al infierno –tartamudeé, sin poder controlar el temblor de mi labio inferior.

–He tenido harto tiempo para hacerme la idea de eso.

Estaba determinada a no mostrar a Patch lo duro que era esto para mí, pero me atraganté con las lágrimas corriendo por mi garganta. Mis ojos estaban húmedos e hinchados y mi pecho dolía. Todo esto fue mi culpa. Si no hubiese sido por mi, él no sería un ángel guardián. Si no hubiese sido por mí, los arcángeles no se hubiesen decido a destruirlo. Yo era la responsable de llevarlo hasta este punto.

–Necesito un favor –dije finalmente tan bajo que sonó mas como un extraño que yo misma–. Dile a Vee que me fui caminando a casa. Necesito estar sola.

–¿Ángel? –Patch alcanzó mi mano, pero yo me liberé. Sentí mis pies caminar lejos, un paso por delante del otro. Cada vez más lejos de Patch, como si mi mente se hubiese entumecido y volcado todas las acciones de mi cuerpo.