—¿Cómo pudiste, Caden? — retrocedí—. Me juraste que no harías nada.
—¿Y realmente me creyó? Te hacía más inteligente que esto— se levantó, y seguí retrocediendo—. ¿Tiene miedo de mi, doctora? ¿No me insinuó que yo le gustaba? Debes aceptar también esta parte de mi.
No sabía qué hacer en estas circunstancias. Él se veía muy relajado, no parecía que fuera a lastimarme, pero tenía miedo de que se acercara y me hiciera lo mismo.
Seguí retrocediendo hasta que no pude hacerlo más, y él logró acercarse.
—No te haré nada, doctora. Acabo de ayudarla con ese estorbo. Ya no tendrá que pasar por ese proceso de divorciarse, porque ahora es viuda— sonrió.
—No te acerques más, Caden.
—¿Por qué pones una barrera entre los dos? Antes la había, pero ahora no debe haberla. Ya no estoy en ese lugar, ni tampoco estoy amarrado. Pensé que vendrías a abrazarme y a cenar conmigo, pero veo que me ilusioné demasiado.
—Esto está mal. No debí sacarte de ahí.
—¿Te estás arrepintiendo?— arqueó una ceja—. Te debo mucho, y solo por eso no te mataré ahora.
—Hablemos de esto, ¿De acuerdo?
—No comience con esas charlas, por favor. Ya tuve suficiente por todos esos años de ellas— acarició mis labios y pude percibir el olor y sabor de la sangre—. Eres mucho más linda así, doctora. No habíamos estado así de cerca nunca, ¿Qué piensas de mí ahora? — me quedé en silencio sin saber qué decir o hacer—. ¿No dirá nada? Que aburrida se ha vuelto.
—Caden, esto que hiciste está mal. ¿Estás consciente de eso?
—¿Mal? Llevo años encerrado en ese miserable lugar. Ni siquiera me permitían alimentarme. ¿Cuál es el maldito problema de hacerlo ahora?
—Acabas de matar a alguien.
—¿Lo querías? Eso explicaría sus lágrimas y su ridículo reclamo. A menos que, ya no quieras estar conmigo.
—No es eso.
—Entonces ¿Qué es?
—Que no debiste hacerlo.
Suspiró molesto, y cerró los ojos.
Si continúo haciendo esto, terminará molesto y sería capaz de hacerme algo. Debo buscar una forma de persuadirlo.
—Vamos a sentarnos a hablar y arreglemos esta situación de una forma civilizada.
—¿Tú realmente me quieres? — entrelazó un mechón de pelo entre sus dedos, y me encaró.
—Claro que sí, Caden.
—Demuéstralo.
—¿Cómo?
—Cenemos juntos.
—No, eso no.
—¿Acaso te disgusto?
—No, para nada.
—Bueno, supongo que deberé comer solo. Saber que hace tantos años mi querida Suzy me encontró en una situación similar y no me rechazó. A pesar de haberme visto en esa situación, ella no se quejó ni hizo este tipo de drama. No quiero pasar por lo mismo de todos estos años, doctora. No creo tener más remedio ni paciencia para soportarlo. No me das más opciones que acabar contigo— puso su mano en mi cuello, y la sujeté.
—Yo lo haré, Caden.
—¿De verdad?
—Sí, cenaré contigo.
—Que buena noticia— me soltó, y acarició mi mejilla—. Me gusta tu inteligencia, doctora— me agarró la mano y me hizo caminar con él hasta el cuerpo de mi esposo—. La comida se está enfriando, debe comenzar a comer— se arrodilló, y me hizo hacerlo con él.
Estaba acostumbrada a ver de todo tipo de cosas, pero esto era algo de lo que jamás podría acostumbrarme. Conocía sobre su pasado, y realmente pensé que había logrado algún cambio en él, pero me equivoqué. Lo sé, estaba muy tarde para arrepentirme. Había deseado por mucho tiempo poder estar con él, pero no así.
Caden rompió la camisa de Junior, y dejó al descubierto su torso y hombros. Al ver que se acercó y lo mordió, mi cuerpo sintió un ligero escalofrío y giré mi rostro. Extendió su mano a mi rostro con un pequeño pedazo, y cerré mis ojos.
—Quise que probaras una de las mejores partes. Come.
Al ver el pedazo traté de agarrarlo, buscaba la forma de fingir haberlo comido, pero Caden no lo permitió. No quiso soltarlo y lo acercó a mis labios.
—Quiero alimentarte.
Al ver su insistencia, no tuve de otra que abrir la boca. Tan pronto sentí ese sabor y textura, sentí náuseas, pero traté de soportarlo. Si vómito, me matará.
Miré a Caden mientras masticaba, y sonrió.
El sabor no era tan malo, más bien era la textura lo que lo hacía difícil de masticar. Mientras lo hacía; Caden acercó su pulgar a mis labios para limpiarme y luego lamió su dedo.
—¿Es eso un beso indirecto? — rio—. Ahora que lo pienso, aún no he probado tus labios.
Tragué el pedazo, y desvié la mirada. Al ver que se acercó, me puse nerviosa.
—¿Te gustó?
Asentí con mi cabeza temblorosa.
—Mírame— no tuve de otra que hacerlo, y me miró fijamente—. Te ves muy atractiva mientras comes, no puedo dejar de mirarte.
Cruzamos miradas por unos instantes; y a pesar de todo lo que pasó, seguía sintiendo esa conexión y emoción dentro de mi. Debo estar enferma para sentir esto por alguien así.
—Me gustas, doctora.
Estaba tan hechiza con su mirada, que no sé en qué momento ocurrió, pero ya sus labios estaban a centímetro de los míos. Cuando caí en cuenta de lo que estaba a punto de suceder, ya era tarde, sus labios robaron los míos; tan descarada e intensamente, como si hubiéramos estado esperando por eso, que ni siquiera sentí arrepentimiento o asco de él.
Me enamoré de ese monstruo; de ese monstruo que me hechizó con su mirada dulce, pero que por dentro, estaba llena de maldad. He podido comprender que los peores y más dañinos demonios, suelen disfrazarse de ángeles de luz.