En el momento que saqué el cuchillo de su cuello, escuché el sonido de la puerta corrediza y tuve que darme prisa a esconderme. Por el espejo de la sala, pude ver que estaba cerrando la puerta. No podía dejar que gritara al ver a mi papá, así que acudí a improvisar.
—¡Mamá! — le grité—. ¿Me podrías servir un vaso de jugo?— no tuve otra forma de llamar su atención, y dirigirla a otra parte.
Si grita, será un problema para mí.
—Está bien, corazón— vi que se metió para el área de la cocina, y suspiré aliviada.
Caminé sigilosamente hasta llegar a la esquina entre la cocina y la antesala, esperando a que mi mamá se acercara. El tiempo seguía corriendo y ella no se daba prisa.
Al ver cuando dobló justo en la esquina donde yo estaba, actúe rápidamente y clavé el cuchillo en su costado derecho. No fue una puñalada fulminante como quería, pero traté de terminar con su sufrimiento rápido.
Cayó al suelo y se arrastró; la sangre iba marcando el área por donde se arrastraba, dibujando un hermoso camino, que deseaba recorrer para acabar con esa maldita, que alguna vez llegó a pensar que podría ocupar ese puesto de mi madre.
«Que ilusa»
Escuchaba sus débiles quejidos, y el sonido de sus uñas al enterrarse en el suelo. No tenía fuerzas ni siquiera para gritar, algo que me hacía sumamente feliz. Hace mucho tiempo no me sentía tan viva como ahora. Es el momento de poner todo en su sitio, y de acabar con esa miserable etapa que me tocó vivir por tantos años.
Caminé lentamente por el lado de ella, hasta llegar a nivel de su cabeza y me agaché. Ella giró la cabeza hacia mí dirección, y al verme, me reconoció de inmediato. No sé cómo lo hizo, pero me importó poco.
—Emily… — murmuró casi con un hilo de voz.
—Hola y Adiós, mamá— reí, antes de levantar el cuchillo y enterrarlo en su frente.
La fuerza que tuve que ejercer para enterrarlo, fue la misma que para removerlo. El sonido que emitió, fue tan placentero, que incluso mi cuerpo se estremeció. Sentía una energía, que recorría por todo mi cuerpo, a una velocidad indescriptible.
Me levanté del suelo, y fui en busca de la billetera de mi padre y la cartera de mi madre. Traté de hacer un desastre, para fingir que alguien había entrado a la casa. Algunas cosas de valor las destruí, y otras solamente las dejé en el suelo. La caja fuerte que tenía mi padre también la abrí, y traje conmigo todo lo que tenía ahorrado. Todo lo guardé en un escondite secreto, que nadie más podría encontrar.
Faltaban sólo seis minutos para que Kevin llegara, y tuve darme prisa y quitarme toda ropa para guardarla en una bolsa, junto al cuchillo y los guantes. Tenía que salir de toda esa evidencia, y no quise guardarlo en el mismo sitio por precaución.
Me quedé en el traje púrpura, y me miré por última vez en el espejo, asegurándome de no tener nada que pudiera delatarme. La bolsa la llevé a mi auto para ponerla en el baúl, pero antes de que pudiera hacerlo, vi el auto de Kevin estacionarse.
—¿Te ibas?
—Te extrañaba tanto, que estaba a punto de ir a buscarte, mi amor.
—Te ves hermosa—desvió la mirada, y sonreí.
—¿Puedo poner esto en el baúl de tu auto, amor?
—¿Eso qué es?
—Desperdicios. Necesito botarlos en el vertedero. ¿No te molesta?
—Claro que no.
—Gracias.
Nos subimos a su auto, y me dio unas rosas rojas. Se veían muy bonitas, de hecho, nunca nadie me había regalado unas.
—Feliz cumpleaños, Emily— sacó de su bolsillo una pequeña caja, y me la dio.
Al abrirla, tenía un hermoso collar en color oro, el colgante era de un corazón color púrpura, y era muy bonito. Hasta me combinaba con el traje que escogí hoy.
—Es hermoso, Kevin. Gracias— lo encaré, y lo besé.
Sus labios siempre son igual de deliciosos. Lamí mis labios y Kevin desvió la mirada.
—No deberías hacer eso— llevó su mano a la nuca, reí.
—¿Te excitas?— solté, y llevó las manos temblorosas al guía.
—Mi mamá nos está esperando. ¿Hablaste con tus padres?
—Sí, están de acuerdo. Tengo una sorpresa para ti esta noche. No puedo esperar para dártela— sonreí, al entender el doble sentido en que lo dije.
Antes de ir a su casa, nos detuvimos cerca del vertedero y tiré la bolsa dentro del sitio. Luego nos dirigimos a su casa, su madre muy amablemente nos recibió. Era la primera vez que nos conocíamos; aunque ya la había visto varias veces antes. Se veía muy amable, y demasiado dulce para mi gusto. Ahora entiendo a quien salió Kevin.
—Mi hijo me ha hablado mucho de ti. Eres más linda de lo que él te describió. Por cierto, feliz cumpleaños.
—Gracias, Sra. Lucía. Permítame decirle que se ve muy hermosa con ese vestido.
—Gracias por ese halago, corazón. Siéntete como en casa.
Estuvimos hablando sobre Kevin, y él se veía avergonzado al ver que incluso su madre, me mostró fotografía de él cuando bebé. No ha cambiado en nada físicamente.
—¿Podrías dejar de enseñar esas cosas tan vergonzosas de mi? — preguntó nervioso.
—¿Por qué? Es tu novia, ¿No?
—Sí, pero esas cosas no se enseñan.
—No te enojes, amor. Eras muy lindo y tierno, pero te prefiero más ahora— dije, y reí.
—No le sigas el juego, por favor.
—¿Cuál es tu vergüenza, mocoso? Estamos en confianza. Iré a preparar la mesa. Me encantaría que te quedes para cenar, linda.
—Con mucho gusto, Sra. Lucía.
Sonrió, y se fue a la cocina. Al quedarme a solas con él, me levanté del sofá y lo abracé, frotando mis senos en su torso.
—¿Te gustaba estar pegado a los senos de tu madre? En todas las fotos sales muy a gusto. ¿Te gustan mucho los senos? Puedes tocar los míos de nuevo si quieres.
—¿Qué estás diciendo, Emily?
—Que siento celos, y quiero que hagas lo mismo conmigo. Verás, no me has tocado, ni siquiera me has prestado la atención necesaria; y ellas, al igual que yo, nos sentimos solas— hice un gesto de tristeza, y agarré su mano para llevarla a mi seno.
—No deberíamos estar haciendo esto aquí.
—Pero ¿si en otro lado? — reí.
—No, lo que quería decir es que...— lo interrumpí:
—Tócame, por favor.
Al pedírselo, apretó un poco la mano y gemí al sentir su suave agarre.
—Lo siento— quitó su mano nervioso, y reí.
No siempre podrá escaparse de esto. Pronto será mío.
Nos unimos los dos a la mesa, y cenamos. Todo el ambiente se sentía tranquilo. No podía dejar de mirar a Kevin en la mesa. Su timidez es lo que lo hace ver lindo.
Al terminar, estuvimos compartiendo con su madre por un rato más y nos despedimos para regresar a mi casa.
—Ven.
—Pero tus padres están ahí.
—¿Y eso qué? Ya saben de nuestra relación. Ya conocí a tu mamá, ahora te toca a ti conocer a los míos. Además, quiero que duermas conmigo hoy.
—¿Qué?
—Esa es la sorpresa. Camina— agarré las rosas, y nos dirigimos a la puerta de entrada.
«Ahora es el momento de hacer un buen espectáculo, Emily»
La puerta la había dejado entreabierta y Kevin lo notó.
—¿Dejaste la puerta abierta antes de salir?
—No, esto es muy extraño.
Abrí la puerta y entré con él. Cuando nos paramos en la sala, dejé caer las rosas al suelo y solté un grito de sorpresa, o más bien de espanto. Kevin se tapó la boca con una mano y abrió sus ojos en sorpresa; su reacción automática fue girarme hacia él y me abrazó contra su pecho.
«Yo estuve con él y su madre todo el tiempo, ¿Cierto?»
—Claro que sí—murmuré, y reí internamente.