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Mireya Muñoz estaba sentada en el escritorio de su oficina mientras revisaba y firmaba algunos documentos, su expresión era solemne pero sus acciones no eran naturales y parecía como si todavía intentará acostumbrarse al puesto directivo. Era cierto, ella jamás había querido ser la Presidenta de la Corporación Flórez, nunca espero que su cuñado y su hijo murieran, tampoco le gustó que su esposo y su hijastro dejarán el mundo de los vivos, ella admitía que no tenía la experiencia y la habilidad para dirigir una gran corporación como esa, esperaba que su hija se hiciera cargo de este asunto pero Melani se había negado en redondo a tomar la posición de Presidente, por esta razón Mireya debía cargar un gran peso sobre sus hombros y no se sentía feliz con ello.
- ¡Presidenta Muñoz! - la secretaria personal de Mireya entró de repente a la oficina con el rostro mortalmente pálido.
- ¿Qué sucede? - Mireya levantó la mirada sin emoción alguna en su rostro, al ver la cara de la secretaria sintió un mal presentimiento en su corazón.
- Un... un hombre quiere hablar con usted...
- No tengo reuniones programadas a esta hora... rechaza su visita.
- Presidenta Muñoz... pero el hombre dijo que debía hablar con usted ahora mismo... también... también dijo que su nombre era Miguel Flórez...
Mireya se levantó de su asiento con una cara pálida, en su expresión se mostraba terror e incredulidad.
- No... no es verdad...
- Más vale que lo crea, Señora Mireya - Miguel se paró en el marco de la puerta y miró fríamente a la mujer, su aura helada cubrió toda la oficina.
Mireya observó al hombre parado en el marco de la puerta, fue incapaz de decir palabra alguna y sólo pudo sacudir la cabeza para intentar despertar del que ella creía era un sueño, lastimosamente eso no pasó y la imagen del hombre sólo se hizo más nítida cuando él se acercó unos pasos dentro de la oficina.
- Tú... tú moriste... cómo...
- ¿Morir yo? - Miguel levantó su ceja con desdén y burla en sus ojos - Como ves estoy bastante bien... Veo que algunas personas les gusta maldecir a la gente, ¿qué te parece, abogado Hemsworth?
- Me parece un acto despreciable, Señor Flórez - Chris se paró a unos pasos de Miguel, su expresión no tuvo cambios evidentes pero sus ojos lanzaron una mirada de desdén hacia Mireya.
- Esto puede ser más sencillo si usted coopera, Señora Muñoz - Miguel camino hacia un armario bastante antiguo en una esquina de la habitación, saco una llave de su bolsillo y abrió el cajón más alto de la comida, rebusco tranquilamente hasta sacar una carpeta roja del fondo del cajón, después se giró hacia Mireya para continuar hablando fríamente - No obstaculice mi camino. Ahorrese problemas y ahorreme mi tiempo. Entrega el puesto de Presidente y la escritura de la mansión Flórez que pertenecía a mi padre, si lo haces consideraré dejarte en paz, de lo contrario me encargaré de que lo que resta de tu vida sea más parecido a un infierno. Y sabe que no es una amenaza vacía. Hace siete años te dejé tranquila, a ti y a tu hija, ese año fui indulgente por respeto a mi tío. No será el caso en esta ocasión.
Miguel abrió la carpeta roja que tenía en sus manos y la ojeo rápidamente antes de cerrarla y pasarla a Chris, él abogado tomó la carpeta roja y la guardó tranquilamente en su maletín.
- Te daré 24 horas para pensarlo, ni una hora más, ni una hora menos. Eres una mujer inteligente, sabrás elegir qué es lo mejor para ti y para tu hija...
- No puedes quitarnos todo - Mireya apretó los dientes y levantó sus ojos furiosos - Mi nieta es parte legal de la familia según el testamento de tu tío...
- Ese asunto lo solucionaré dentro de pocos días - Miguel sonrió fríamente - Deberías preguntar a tu hija si esa niña es realmente su hija... o la rapto de alguien más...
Después de decir estás palabras, Miguel cerró de golpe el cajón que permanecía abierto y le echó llave con tranquilidad, se guardo la llave en el bolsillo y se dio la vuelta para irse. Antes de salir de la oficina le echó una última mirada desdeñosa a Mireya y se marchó cerrando la puerta detrás de él. Aunque se haya ido del edificio, su presencia helada y la amenaza que lanzó a Mireya quedaron en el aire, casi convirtiendo a la Corporación Flórez en un edificio fantasma.
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Miguel condujo su auto pacientemente con su aura helada aún a su alrededor.
'Bip-bip-bip'
Su celular vibro y él contestó sin prestar atención al identificador de llamadas.
- ¿Diga?
- Por tu voz puedo saber que estás de mal humor - la melodiosa voz del otro lado de la línea sonaba bastante tranquila, era Marta - ¿Como te fue?
La actitud de Miguel cambio al instante, una sonrisa cariñosa se dibujó en sus labios.
- Me enoja ver ese rostro... debiste ver su cara pálida como si hubiera visto un fantasma, fue patético...
- Sólo no pienses demasiado en ella, no merece tu atención... ¿tuvo el valor de defenderse?
- No realmente, sólo mencionó a su nieta para escudarse... pero es un asunto menor y estará resuelto dentro de ocho días... no te preocupes, esas dos pagarán por lo que han hecho...
- Está bien, no quiero vengarme, sólo quiero tener a mi hija devuelta sin el miedo a que me la quiten... y estar a tu lado...
- No te preocupes, de ahora en adelante nadie te podrá lastimar, tú y Leidy estarán a salvo.
- Lo sé. Confío en ti. ¿Nos vemos en casa entonces?
- Creo que podremos vernos más pronto...
- ¿Por qué?
- Iré a hablar con tu hermano y puedo pasar a verte por unos minutos.
- Te espero entonces. Te quiero.
- Y yo a ti.
Miguel cortó la llamada con una radiante sonrisa en su rostro. Él era muy diferente en público y en presencia de las personas que le importaban, frente a los desconocidos era indiferente e imponente, con su familia era protector y cariñoso, siempre pensó que esa era la mejor manera de evitar malentendidos y problemas. Lo único que deseaba era proteger a las personas que más quería, su madre y su hermana, también su novia y su hija. Esto sería así siempre y para toda la eternidad.