Correr, era en lo único que podía pensar la chica. Sus hermanas estaban persiguiéndola. Ella no quería volver a aquel oscuro mundo de sombras. Quería ser como esos seres llamados humanos.
Dobló la esquina, quizá así sus hermanas la perderían de vista.
—Dead end¹... —Dijo una de sus ellas riendo.
Callejón sin salida, camino equivocado.
La chica comenzó a temblar y llorar. No quería ser lo que era, debía hacer el pacto. Corrió hasta el final del callejón y creó una barrera ante ella. No duraría mucho, pero sería más que suficiente para que no la molestaran mientras realizaba el ritual.
Giró sobre sí misma con los brazos extendidos, creando un huracán de oscuridad y sombras a su alrededor, siendo ella el ojo del mismo.
—Renuncio a mi parte demoníaca —susurró.
Una luz violeta la cegó y su ropa y aspecto de bruja se desvaneció, dando paso a una nueva ella. Catlin se había marchado para siempre.
Agotada y rodeada por demonios, cayó al suelo. Sus hermanas ya no estaban, ¿por qué habrían huido?
Una de las criaturas se lanzó hacia ella, pero un disparo le reventó la cabeza al engendro, dejando anonadada a la chica.
Por desgracia, otra de las alimañas se lanzó a por su brazo, y al francotirador no le dio tiempo a detenerla.
Un grito agudo cortó la noche como un cuchillo lo haría con un flan. Miró hacia la boca del callejón con la vista borrosa.
Un hombre alto se encontraba allí.
—¡Socorro! —Exclamó antes de caer inconsciente por el dolor.
Aquella noche muchas cosas cambiaron en muchos sitios. Un solo ser había cambiado el destino de muchos.
N/T¹: Dead end, del inglés, callejón sin salida.