Chereads / SERIE FITZWILLIAM DARCY, UN CABALLERO / Chapter 277 - Capítulo 277.- La corriente del amor verdadero III

Chapter 277 - Capítulo 277.- La corriente del amor verdadero III

Darcy se dirigió lentamente hasta la ventana, intentando sobreponerse al horror que le habían causado las palabras de lady Catherine. Pero aquel sentimiento dio paso de inmediato a un torrente de indignación por sí mismo, pero aún más por Elizabeth. Cuando volvió a mirar otra vez a su tía, sus emociones se habían fundido en una furia que no podía ocultar.

—¿Me está diciendo —comenzó en un tono preciso y exigente— que ha ido a Hertfordshire para acusar a la señorita Elizabeth Bennet de ese rumor y exigirle algún tipo de promesa? ¡Por Dios, señora! ¿Con qué propósito y con qué derecho interfiere en un asunto que sólo a mí me corresponde resolver?

Los ojos de lady Catherine brillaron con una luz marcial. Se enderezó y, agarrando su bastón, volvió a golpear el suelo.

—¡Por el derecho que me concede el hecho de ser tu pariente más cercana y pensando sólo en tus intereses! —Lady Catherine se levantó y se dirigió a Darcy con mordacidad—. ¡Sí, por tu bien! ¡Ay, yo capté tu debilidad cuando ella estuvo en Rosings durante la primavera, pero no podía creer que estuvieras tan dominado por las artes y los encantos de esa muchacha —¡y bajo mi propio techo!—, como para permitir ningún tipo de presunción! Si hubiera puesto este asunto en tus manos, ¿qué habría sucedido? Si ella no se conmueve con los argumentos del deber, el honor y la gratitud, ¿cómo se la puede convencer sino con la verdad de lo que le esperaría a semejante presunción? ¡Y yo estoy en todo mi derecho de decírselo! ¡Ella no debe atentar contra el deber que tienes con tu familia, ni puede interponerse en la felicidad de mi hija!

Darcy rodeó la mesa y le devolvió la mirada con toda la rabia que habían generado las palabras y las acciones de su tía.

—Se ha extralimitado, señora. No puede haber excusa suficiente para perdonar su intromisión en un asunto tan personal como el que describe, o para importunar a alguien tan absolutamente ajeno a usted, pero que, sin embargo, está sometido a sus caprichos por la superioridad de su rango.

—¡Si hubiese recurrido a ti, sólo lo habrías negado! Entonces, ¿dónde estaríamos? Ella, al menos, no negó…

—¿Negar qué? —Darcy sintió el impulso de sacudir a la mujer que tenía delante, aunque se tratase de su tía—. ¿Cómo quedaron las cosas entre ustedes?

—¡Ella no quiso prometerme nada! Aunque le hice un recuento de todas las desventajas que resultarían de semejante matrimonio, ¡no quiso oír nada! Se negó a prometer que no aceptaría un compromiso si le fuera ofrecido. ¡Criatura tozuda y obstinada! ¡Así se lo dije! ¡Ella está decidida a arruinarte! ¡Está determinada a convertirte en el hazmerreír de todo el mundo!

Algo parecido a la esperanza penetró a través del hielo que había rodeado el corazón de Darcy. ¡Ella se había negado a prometer! ¡Había sufrido la mayor invasión de su privacidad y un escandaloso enjuiciamiento de su carácter, y sin embargo se había negado a prometer! Elizabeth… Una sensación de calidez brotó dentro de su pecho y sintió deseos de alimentarla. Si alguna vez pudiera llegar a convertirse en algo más, tenía que allanar primero el camino, una tarea que debía comenzar inmediatamente.

—Su señoría —Darcy dio un paso atrás y se inclinó—, debo ser claro con usted. Nunca podré aprobar o excusar sus acciones con respecto a la señorita Elizabeth Bennet. Sin embargo, tal vez ha sido error mío.

—¡Hummm! —resopló su tía, cuyo rostro se iluminó con un aire de triunfo—. ¡Que yo tenga que recordarle al hijo de George Darcy su deber para con él mismo y con su familia!

—No, señora, mi error reside en algo totalmente distinto. La idea de un compromiso matrimonial entre Anne y yo es algo que ninguno de los dos desea y nunca hemos deseado. —Su señoría intentó abrir la boca en señal de protesta, pero Darcy la interrumpió—: Debí aclarar este asunto hace años, pero en lugar de eso tomé el camino más fácil de guardar silencio ante sus insinuaciones y manipulaciones, con la esperanza de que usted misma llegara a ver la imposibilidad de semejante unión. Debo rogarle humildemente que me perdone por lo que ahora veo que fue no sólo una cobardía sino una crueldad.

—Darcy, tú no puedes… Anne espera…

—Mi prima no espera casarse conmigo. Hemos hablado sobre este asunto y estamos de acuerdo. Mi crueldad reside en el hecho de permitir que usted siguiera albergando una ilusión imposible, en lugar de ser claro con respecto a la verdad de nuestra situación. Le ruego que me perdone por eso, señora. —Darcy volvió a inclinarse.

Por una vez en la vida, su tía se quedó sin palabras. Contrajo la cara por el esfuerzo que tuvo que hacer para asimilar lo que acababa de oír. Dio media vuelta, se puso de espaldas, y luego volvió a su postura original. Finalmente, con gran esfuerzo, hizo a un lado su decepción y atacó desde otro flanco.

—Aunque así sea, sobrino, ¡tú nunca le podrás imponer esa… esa… mujer a tu familia! ¡No puedes pretender hacerlo en contra de todos nuestros deseos y expectativas!

—¡Señora! —le advirtió Darcy.

—¡Semejante alianza va en contra de todos los intereses! ¡Ella no será bien recibida, no lo dudes! ¿Quién es su familia? No tienen ninguna influencia o posición, excepto por el hecho de ser el tema del escándalo más abominable. La hija más joven —¡seguramente lo habrás sabido!— huyó a Londres con un oficial. ¡Un matrimonio arreglado y vergonzoso!

—¡Señora, basta ya! —rugió Darcy, y por un momento su tía se estremeció.

Buscó apresuradamente su chal y su sombrero. Aferrándose a ellos, se volvió hacia él con una rabia que él nunca había visto.

—¡No me quedaré callada! Soy tu pariente más próxima y debo actuar en representación de tus padres. ¡Por su bien y por el tuyo, te digo que contraer matrimonio con esa mujer sería una desgracia! —Darcy se quedó mirándola en impasible silencio—. ¡Si persistes en esta locura —lo amenazó—, las puertas de Rosings quedarán cerradas para ti, tu nombre nunca volverá a ser pronunciado en mi presencia y te repudiaré!

—Que así sea, señora; como usted quiera. —Darcy le hizo nuevamente una reverencia y avanzó hacia la puerta—. ¡El carruaje de lady Catherine! —gritó y, dando media vuelta, le sostuvo la puerta abierta—. Su señoría.

—¡No creas que yo seré la única que rechazará semejante unión! —siguió diciendo lady Catherine, mientras pasaba delante de él y comenzaba a bajar las escaleras—. ¡Le escribiré de inmediato a tu tío, lord Matlock! Él te hará entrar en razón. Te hará saber…