Chereads / SERIE FITZWILLIAM DARCY, UN CABALLERO / Chapter 268 - Capítulo 268.- La alianza de las mentes sinceras VI

Chapter 268 - Capítulo 268.- La alianza de las mentes sinceras VI

Cuando Darcy llamó de nuevo a la puerta de los Gardiner a la mañana siguiente, la pequeña fregona había sido reemplazada por una mujer mayor que conocía perfectamente sus obligaciones. Lo hicieron pasar al vestíbulo en medio de murmullos corteses y reverencias y lo dejaron esperando unos minutos, hasta que el dueño de casa apareció en la puerta de su estudio, mirándolo con asombro.

—¡Señor Darcy! —Se adelantó para saludarlo—. ¡Me siento muy honrado, señor!

—Señor Gardiner. —Darcy inclinó la cabeza para responder al saludo del hombre—. Espero que se encuentre usted bien.

—Vaya, sí… tan bien como es posible, dadas las circunstancias —tartamudeó—. Pero, sea bienvenido, y entre, por favor. —Señaló su estudio—. ¿Puedo ofrecerle algo? ¿Un poco de té…?

—No, gracias. Por favor, no se moleste ni moleste a sus criados.

El señor Gardiner hizo otra inclinación y se sentó en un sillón frente a él.

—¿Qué puedo hacer por usted, señor Darcy? —comenzó—. Debo confesar que estoy realmente asombrado de verlo en mi casa, pero —se apresuró a decir, con los ojos le brillando de curiosidad— eso no significa que no esté encantado de poder devolverle la excelente hospitalidad que usted nos brindó durante nuestra visita a Derbyshire. ¿En qué puedo servirle, señor?

A pesar de la naturaleza tan delicada del asunto en que estaba a punto de embarcarse, Darcy había pensado que estaba bien preparado para aquella entrevista; sin embargo, la franqueza y afabilidad del hombre que tenía delante lo hicieron dudar. Se dio cuenta de repente de que le caía bien el tío de Elizabeth y no le gustaría que su rostro honesto y amable se endureciera con un gesto de irritación e incomodidad. Pero no había nada que hacer. Lo que Elizabeth le había revelado en medio de la desesperación, Darcy lo había convertido en algo bueno para el hombre que tenía delante de él y para su familia, y el señor Gardiner tenía que conocer todos los detalles para completar lo que él había conseguido hasta ahora.

—Su sobrina, la señorita Elizabeth Bennet, le debe de haber comentado que, casualmente, yo fui a visitarla minutos después de que ella recibiera una noticia muy perturbadora que acababa de enviarle su hermana —comenzó a decir Darcy.

Los ojos del señor Gardiner se ensombrecieron, pero luego puso una expresión afable.

—Sí… sí, lo hizo, y le agradezco mucho su comprensión… y también la de la señorita Darcy, estoy seguro. Lizzy estaba ansiosa por reunirse con su familia y ¿qué puede hacer un hombre frente a semejante súplica, excepto satisfacerla? —dijo el señor Gardiner con una sonrisa.

Darcy respiró hondo.

—Entonces, al parecer ella no le contó que, en medio de su turbación, me reveló el contenido de esa carta.

—Ah… —El señor Gardiner se recostó contra el respaldo de sillón, como si le acabaran de dar un golpe y cerró los ojos. Darcy quiso respetar aquellos momentos de silencio, pero el hombre reaccionó con asombrosa rapidez—. Lamento que usted haya tenido que enterarse de nuestros problemas, señor —repuso con voz firme—. Por favor, disculpe a mi sobrina por haber sido tan impulsiva.

Darcy le restó importancia al asunto haciendo un gesto con la mano.

—No hay nada que disculpar.

El tío de Elizabeth suspiró.

—Gracias, señor. Usted nos honra. —Se incorporó y siguió hablando, con una sensación de incomodidad—. Sé que apenas nos conocemos, señor Darcy, pero siento que yo, que mi familia, puede contar con su discreción con respecto a este lamentable asunto. —Aunque era una afirmación, no había duda de que el señor Gardiner deseaba tener plena seguridad.

—Le aseguro que mi silencio está garantizado —respondió Darcy, para alivio del señor Gardiner—. Pero, impulsado por importantes razones personales, me ha sido imposible pasar por alto la situación en la que se encuentra su familia. Francamente, señor, creo que soy en gran parte responsable de ella.

El señor Gardiner no podía estar más desconcertado.

—¿Usted, responsable? Estoy confundido, señor, ¿cómo puede ser posible?

—Conozco a George Wickham desde hace mucho tiempo. Él es el hijo del administrador de mi fallecido padre; en consecuencia, nuestra relación se remonta a la infancia. Desgraciadamente, Wickham ha sido desde el principio un hombre taimado y calculador. Después de la muerte de mi padre, nuestra relación llegó a su fin cuando le entregué una suma de dinero que mi padre le dejó en su testamento. Después de eso, perdí la pista acerca de su paradero y sus actividades, hasta que…

—Mi querido señor —protestó el señor Gardiner—, ¡yo no veo ninguna culpa ahí! ¿Cómo podría usted haber evitado que ese hombre llegara a Meryton, o cómo habría podido prever que seduciría a mi sobrina en Brighton? ¡Perdóneme, es usted muy amable, pero se está atribuyendo demasiadas responsabilidades!

—Desearía que eso fuera cierto —contestó Darcy—. Que hubiese venido aquí sólo para tranquilizar algo mi conciencia. Pero, para mi deshonra, no es así. —Tomó aire profundamente, ansioso por la confesión que tenía que hacer—. Wickham desapareció de mi vida durante varios años, hasta que se introdujo nuevamente en ella de una manera que amenazó a mi familia y mi apellido. Señor Gardiner, —Darcy lo miró a los ojos—, ¿puedo retribuirle su gratitud por mi discreción confiando yo, a mi vez, en la suya?

—¡Desde luego, señor! —contestó con firmeza Gardiner—. ¡Total discreción!

—El año pasado, cuando regresaba de visitar a unos amigos, llegué justo a tiempo para impedir que Wickham lograra completar sus planes de seducir a la señorita Darcy.

—¡Santo cielo! —El señor Gardiner se pasó una mano por el cabello cada vez más ralo—. ¡Oh, ese despreciable sinvergüenza! Entonces, no me sorprende que Lydia… ¡Si es un seductor experimentado!

—Así es. Puede ser muy convincente y engañar a todo el mundo hasta que es demasiado tarde.

—¿Qué hizo usted entonces, después de descubrirlos?

—Yo no sabía qué hacer, excepto salvar la reputación de mi hermana y evitar la desgracia familiar. Decidí expulsarlo y no decir nada, con la esperanza de que ése fuera el final de esta historia. ¡Una falsa y absurda esperanza! —Darcy hablaba con gran resentimiento al describir su error—. ¡Tenía que haberlo imaginado! Sólo lo dejé libre para que se abalanzara sobre los demás.

—Pero eso es comprensible, señor. ¿Qué otra cosa podría haber hecho usted que no le causara más dolor a la señorita Darcy?

—Tal vez, si no hubiese sido demasiado orgulloso para pedir el consejo de personas más sabias que yo, podría haber hecho algo. Pero no lo hice, pues aborrecía la idea de que mis asuntos privados se convirtieran en comidilla pública. —Darcy desvió la mirada de su interlocutor y suspiró—. Pero me temo que ya me he extendido mucho tratando de justificarme, y ésa no es la razón por la cual estoy aquí. —Se puso en pie y comenzó a pasearse por la habitación—. Así que, podrá imaginarse usted la fuerte impresión que sentí cuando, al llegar a Hertfordshire con mi amigo durante el otoño pasado, descubrí que Wickham era uno de los favoritos de la sociedad de Meryton. Como acabo de decirle, él puede ser encantador y bastante convincente, especialmente con las mujeres. Yo, por mi parte, no me esforcé mucho por agradar, en una comunidad que no conocía. Ese es un defecto que la señorita Elizabeth tuvo la bondad de señalarme.

—Ay, por Dios. —El señor Gardiner sacudió la cabeza—. Lamentablemente, la inteligencia de Lizzy no cuenta con el freno de la discreción tanto como yo quisiera, pero ella será la primera en admitir su falta… una vez se convenza de que hizo algo mal.

—No, lo que ella me hizo fue un favor; eso y mucho más. Pero déjeme continuar con mi relato, que llega al punto culminante… —Darcy se quedó quieto de repente y se detuvo frente a su interlocutor con gesto de humildad—. Porque debido a mi reserva y mi erróneo sentido del orgullo, no revelé su carácter. Si esto se hubiese sabido, Wickham no habría sido aceptado en Meryton. Las jovencitas como su sobrina habrían rehuido su compañía y los padres habrían protegido a sus hijas. Pero, en lugar de eso, elegí el camino de mi propia conveniencia, y su sobrina y su familia han tenido que pagar un alto precio por ello. Creo que soy totalmente culpable y siento que tengo la responsabilidad absoluta de hacer todo lo posible para arreglar este asunto.

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