Chereads / SERIE FITZWILLIAM DARCY, UN CABALLERO / Chapter 194 - Capítulo 194.- Como en un sueño adulador I

Chapter 194 - Capítulo 194.- Como en un sueño adulador I

No necesario ejercer un gran poder de persuasión —de hecho, ninguno— para convencer a lady Catherine de los beneficios de invitar al párroco para la noche del jueves. Un par de comentarios sobre el agradable efecto de la música en el transcurso de una velada y el entretenimiento que significaba la presencia de más personas en la mesa de juego y ¡listo! Richard había guardado silencio mientras Darcy llevaba a su tía a la conclusión deseada, y sólo por ese hecho se puso en guardia. Una vez que la notificación fue enviada y se recibió una agradecida aceptación, Darcy pudo enfrentarse con admirable calma a la perspectiva de tener que pasar el día siguiente sin contar con la compañía de Elizabeth.

¡Mañana! Ese día sería testigo de la culminación de meses de deseos, negaciones y debates. El fututo de Darcy quedaría definido y de una manera que le resultaba muy satisfactoria: una unión como la que él había observado entre sus padres, en la que había una profunda conexión entre mente y corazón. Envuelto en su bata, con un vaso de oporto frente a la chimenea de su alcoba, Darcy dejó volar su fantasía y construyó una embriagadora imagen de Elizabeth a su lado, mientras la presentaba en Pemberley. No le cabía duda de que, al principio, se sentiría un poco intimidada; pero también estaba seguro de que rápidamente tomaría el dominio de su casa de la misma forma que se había apoderado de su corazón. Podía verla entre las flores de su madre, haciéndose dueña del Edén; en el salón de música, llenándolo suavemente con una canción, y en la biblioteca, compartiendo un libro, o simplemente la compañía mutua, durante la noche de un largo invierno. En realidad, él podía imaginársela adornando todos los salones de Pemberley con su presencia vivaracha y deliciosa. Los días pasarían en su dulce compañía, seguidos de noches… Suprimió el último pensamiento con un suspiro. Y los criados la adorarían, claro; los Reynolds en Pemberley y los Witcher en Londres. ¡Dios, era probable que, en menos de dos semanas, tuviera al mismo Hinchcliffe comiendo de su mano! Darcy se rió para sus adentros. ¡Y Georgiana! Darcy sonrió abiertamente. Ah, ahí estaba la otra cuestión importante relacionada con todo aquel asunto, superada sólo por la consideración de su propia felicidad. Al fin, Georgiana tendría una hermana, una amiga a quien amar y contarle sus cosas; alguien en quien él confiaba plenamente y que se preocuparía de manera sincera por su bienestar.

Aunque el contacto de Georgiana con la familia de Elizabeth tendría que ser cuidadosamente dosificado, pensó Darcy, conteniendo el agradable vuelo de su fantasía. Dio un sorbo a su oporto mientras recreaba con inquietud una imagen de la familia Bennet. Naturalmente Elizabeth querría verlos, al menos ocasionalmente. Supuso que ella podría viajar a veces a visitarlos, pero no le gustó la idea de estar lejos de ella. Esa razonable objeción dio paso a la funesta idea de que, en ese caso, él tendría que acompañarla durante esas visitas. Tomó otro sorbo de su oporto. ¿Una o dos semanas con su familia política? ¡No, eso era sencillamente imposible! Ellos tendrían que venir a Pemberley… cuando él no tuviera otros invitados ni estuviesen esperando a nadie. La idea de ver a la nobleza y la aristocracia de Derbyshire, o incluso a sus parientes Matlock, en el mismo salón con la familia de Elizabeth parecía más una pesadilla que un sueño. Se podía imaginar la perplejidad reflejada en el rostro de su tía si por casualidad tuviera que pasar una tarde o una noche en compañía de la señora Bennet y sus hijas pequeñas. ¡El conde Matlock se limitaría a lanzarle una mirada que le haría desistir de hacer cualquier sugerencia en ese sentido! Aunque, eso sólo sucedería, se recordó Darcy, ¡si volvían a hablarle después de ese matrimonio tan poco conveniente! Terminó su oporto lentamente, con aire pensativo, y dejó el vaso sobre la mesa. ¿Realmente iba a hacerlo? ¿De verdad estaba dispuesto a desafiar a su familia y a su mundo para que aceptaran a una mujer que no procedía de una familia distinguida y que ni siquiera tenía dinero para compensar semejante falta?

—¿Señor Darcy? —La discreta pregunta de Fletcher le arrancó del pantano de realidades desagradables en que se había hundido—. ¿Hay alguna cosa más que desee esta noche, señor?

Darcy miró el reloj; era bastante tarde. Debería haber despedido a su ayuda de cámara hacía ya un rato.

—No, Fletcher. ¡Por Dios, hombre, hace una hora por lo menos que debería haberme recordado que todavía estaba aquí!

—En absoluto, señor. —Fletcher hizo una ligera inclinación, pero no hizo ningún ademán de marcharse—. ¿Está usted seguro, señor? Perdóneme, pero parece usted —dijo, y se detuvo mientras parecía buscar la palabra correcta— inquieto, señor. ¿No necesita nada más que le pueda ayudar a descansar?

Darcy le dio un golpecito al borde de su vaso vacío.

—Ya se ha encargado usted de eso. No, no quiero nada más de beber.

—¿Entonces un libro, señor? ¿Algo de su estantería o, tal vez, de la biblioteca? —Fletcher movió la cabeza hacia la puerta.

—No, no es necesario. —Darcy bostezó—. No podría concentrarme el tiempo suficiente para empezar bien. Buenas noches, Fletcher. —Despidió al ayuda de cámara con voz firme, pero luego añadió, al ver su cara de consternación—: Todo va bien; se lo aseguro.

—Entonces, buenas noches, señor. —Fletcher hizo otra reverencia.