Chereads / SERIE FITZWILLIAM DARCY, UN CABALLERO / Chapter 190 - Capítulo 190.- Precioso para poseerlo XV

Chapter 190 - Capítulo 190.- Precioso para poseerlo XV

—¿Podría…? —Darcy no pudo decir nada más. Al oírlo, Anne gritó alarmada, dando media vuelta para mirarlo con tal expresión de pavor que su primo temió que se desmayara. Durante un momento los dos se quedaron inmóviles, mirándose el uno al otro, hasta que Anne desvió la mirada, pareciendo encogerse.

—Prima —comenzó a decir Darcy nuevamente, en voz baja—, ¿me permites ayudarte? Dime lo que estás buscando. —Anne levantó la vista y lo miró de manera penetrante, como si estuviese calibrando su sinceridad—. ¿Anne? —insistió Darcy con voz suave.

—Wordsworth —susurró Anne finalmente—. El primer volumen de sus poemas. La señora Jenkinson se lo llevó antes de que… Mamá no aprueba que… —Anne se interrumpió, sonrojándose—. Por favor, debo encontrarlo.

—Claro —le aseguró Darcy, volviéndose hacia los estantes que ella había estado revisando—. ¿Estás segura de que está por aquí?

—La señora Jenkinson siempre pone aquí los libros que yo leo. Así mamá sabe qué he estado leyendo.

—¡Empiezo a comprender! —Darcy sonrió a su prima antes de acercarse a la estantería—. Encontraremos el libro, prima. —Anne le lanzó una triste mirada de alivio y gratitud. Darcy se dio cuenta de que hasta entonces nunca había pensado mucho en cómo sería la vida de su prima. Lo menos que podía hacer era encontrar el libro y se propuso hacerlo.

—¡Ajá! ¡Lo encontré! —Darcy sacó su presa de entre dos libros que lo tenían atrapado en uno de los estantes superiores—. ¡Anne, aquí está! —gritó y se lo alcanzó. Su prima levantó el brazo para agarrarlo, pero Darcy lo soltó demasiado rápido y el libro cayó al suelo, mientras las páginas sueltas se desperdigaban—. ¡Anne! Perdóname. —Darcy se agachó enseguida para recogerlas.

—¡No! ¡No te molestes! —Su prima se agachó sobre el libro, pero él lo agarró antes. Al darle la vuelta, vio que no le faltaba ni una sola página. Intrigado, recogió algunas de las hojas que habían quedado diseminadas alrededor.

—¡No! Por favor, dámelas —le imploró Anne—. ¡Darcy!

Él se levantó y se alejó de las hojas dispersas, mientras su mirada oscilaba entre los papeles que tenía en la mano y la angustia de su prima. Aunque sólo les había echado un vistazo, sabía bien qué eran esos papeles.

—Anne, déjame verlos.

—¡Te vas a reír de mí! —lo acusó ella.

—Te prometo que no me voy a reír —repuso él, mirándola directamente a los ojos llenos de pavor. Anne bajó los ojos y Darcy interpretó ese gesto como una reticente aceptación, así que llevó las hojas hasta la ventana y comenzó a leerlas. Podía sentir los ojos de la muchacha sobre él y su angustia casi palpable, pero leyó sin apresurarse. Pasaron algunos minutos hasta que le dio la vuelta a la última página y miró a su prima.

—Son bastante buenos, ¿sabes? Me gusta especialmente éste. —Le pasó la hoja de arriba.

—¿Lo dices en serio? —Anne lo miró con incredulidad.

—Sí, de verdad. ¿Cuánto tiempo llevas escribiendo poesía, prima?

Una chispa de placer brilló en la cara de Anne al oír sus palabras.

—Ya casi un año.

—¿Y no le has enseñado esto a nadie?

Anne negó con la cabeza.

—A nadie, ni siquiera a la señora Jenkinson. Mamá no aprueba la poesía, y la señora Jenkinson tiene que rendirle cuentas a ella. Es mejor que no lo sepa. Estaba trabajando en mis poemas hoy y ella me sorprendió mientras estaba consultando a Wordsworth, así que los escondí entre las páginas del libro.

—Pero, Anne —protestó Darcy—, ¡no puedes guardarte esto para siempre! ¡Compártelos al menos con tu familia!

—Darcy se sentó junto a ella y la agarró de las manos. Fue la primera vez que ella no se sobresaltó ni trató de alejarse—. ¿Anne?

—No tienes por qué temer que vaya a ser una carga para ti como esposa, primo. Yo sé que mamá quiere que creas que estoy mejorando, pero me temo que ella se engaña. No estoy mejor, primo, y he llegado a la convicción de que nunca voy a estar lo suficientemente bien de salud para casarme.

—¡Anne! ¡Mi querida niña! —Darcy le apretó las manos.

—Ahí fue cuando comencé a escribir —susurró ella cerca de su hombro—. Quería poder decir algo finalmente, crear algo… algo hermoso, tal vez… sin tener que sufrir la interferencia ni las críticas de mi madre. —Se quedó callada, como si le faltara el aire—. Ya sé que la gente cree que soy insignificante; no los culpo, porque en mí no hay mucho que ver o admirar. Pero yo siento cosas, primo, profundamente; y cuando acepté mi futuro, esos sentimientos parecieron concentrarse para estallar en el papel. —Anne levantó la vista para mirarlo y Darcy vio que una lágrima furtiva asomaba a sus ojos—. Nunca me casaré ni tendré hijos. Estos poemas son mi legado, aunque sea pobre. Y todavía no he terminado, no he terminado de sentir ni de escribir lo que hay en mi interior. No podría soportar el desprecio de mi madre y tampoco que ella me ensalzara hasta las nubes, en caso de que cambiara de opinión. ¿Puedes entenderlo, primo? ¿Guardarás mi secreto?

—¡Por Dios, Anne! —Darcy miró a su prima y luego a sus manos entrelazadas, consumido por la impotencia. Claro que guardaría silencio, pero ¿qué significaba eso frente a la confesión que ella acababa de hacerle?—. ¿No estarás equivocada? —logró decir finalmente.

—No hay ninguna equivocación, primo. —Anne miró a su primo con la compasión que él le habría debido ofrecerle a ella.

El caballero dirigió su mirada a la mano diminuta que descansaba implorante sobre su manga. Aparte de su promesa, tenía que haber algo más que él pudiera hacer por ella a modo de consuelo.

—Lo prometo. Tu secreto está a salvo, Anne. Quisiera poder hacer algo más que callar para merecer tu gratitud. Siempre te he evitado e ignorado de manera vergonzosa, y me siento profundamente apenado por eso.

Anne se soltó con suavidad y se levantó del diván.

—No te atormentes, primo. Eso es algo que mamá nos obligó a hacer. Y mientras que yo no tengo la fuerza ni el coraje para contrariarla, tú la has manejado de manera espléndida. Tienes mi gratitud por eso. —Un suspiro de agotamiento se escapó de sus labios. Darcy se levantó preocupado—. No, sólo estoy un poco cansada. Por favor, debo volver a mi habitación. Se supone que estoy descansando. —Anne le dirigió una triste sonrisa—. Ha sido estupendo poder contarle mi secreto por fin a alguien, Darcy. Resulta extraño que hayas sido tú. —Y tras hacer una reverencia, su prima salió de la biblioteca, cerrando la puerta con suavidad y dejando a Darcy entregado a la contemplación de la lluvia que se estrellaba contra los grandes ventanales.