Chereads / SERIE FITZWILLIAM DARCY, UN CABALLERO / Chapter 129 - Capítulo 129.- La fragilidad de la mujer VI

Chapter 129 - Capítulo 129.- La fragilidad de la mujer VI

—Entonces todavía no ha sido presentada en sociedad —afirmó lady Beatrice, siguiendo con la conversación.

—No, milady. Tal vez el próximo año sea presentada en la corte —contestó Darcy con cautela.

—No hace mucho tiempo que mi hija pasó por eso, señor Darcy. ¡Es una prueba tremenda! Cuando era una niña, el señor Farnsworth siempre llevaba a Judith con él, debido a que no tenía hijos varones. Eso significa que la niña siempre estaba en los establos y en el campo, y no en los salones. —Lady Beatrice suspiró—. Desde luego, todo eso terminó cuando el señor Farnsworth tuvo su accidente. El pobre hombre finalmente encontró una cerca que no pudo superar y me convirtió en viuda. —Miró fugazmente a Darcy, mientras él murmuraba sus condolencias, tal como correspondía. Luego continuó—: Al comienzo a Judith le gustó abandonar todas esas actividades que realizaba con su padre, pero me complace decir que, cuando fue presentada en la corte, ya había aprendido a reconocer dónde estaba su felicidad.

Lady Beatrice disminuyó el paso y Darcy hizo lo mismo, aunque sintió una extraña desazón en la boca del estómago.

—No puedo negar que Judith es una muchacha de un temperamento muy fuerte, señor Darcy. Es un poco como su padre en ese aspecto, pero todavía es joven. Estoy segura de que ella sabrá responder a una mano firme y que rápidamente aprenderá a disfrutar de todas esas habilidades domésticas que requiere un caballero de la más alta posición e influencia.

Darcy apretó la mandíbula con firmeza, seguro de la decisión que había tomado mientras escuchaba el discurso de lady Beatrice, que buscaba disculpar la desagradable exhibición de testarudez que acababa de hacer su hija. ¿Así que la señorita Farnsworth necesitaba una mano firme? ¿Y se esperaba que él decidiera hacerse cargo de su educación? Darcy se podía imaginar con facilidad las escenas que tendrían lugar en la casa de los Farnsworth cuando se contrariaba la voluntad de la señorita Farnsworth. Es posible que existiesen hombres a los que les gustara hacer entrar en cintura a una mujer así, pero él no formaba parte de ese grupo. ¡Por Dios! Se estremeció al pensar en toda una vida dedicada a batallar contra el temperamento de la señorita Farnsworth. ¡Había que acabar, a cualquier precio, con todas las esperanzas de lady Beatrice en ese sentido!

—Sin duda ése será el caso, cuando aparezca el hombre apropiado, milady —respondió Darcy con tanto desinterés como pudo.

—Pero usted, señor Darcy, ha tenido la responsabilidad de educar a su hermana y sabe desenvolverse en ese aspecto, ¿no es así? —insistió lady Beatrice—. He oído maravillosos comentarios acerca de la señorita Darcy…

—Le agradezco sus palabras, señora —interrumpió Darcy—. Pero creo que la educación de una hermana no se puede comparar en absoluto con el tipo de instrucción que, según usted, necesitará recibir de su esposo la señorita Farnsworth. Creo que, en ese cometido, mi experiencia sería de poca utilidad.

—¡Bien! —respondió lady Beatrice, retirando la mano del brazo de Darcy—. Le aseguro, señor, que es usted bastante directo.

—Le ruego que me disculpe, señora, pero estoy seguro de que usted no querría oír nada menos que la verdad, tratándose de la felicidad de su única hija —replicó Darcy con frialdad.

Lady Beatrice enarcó las cejas y luego sonrió con cierta complicidad.

—Veo que ha tenido varios encuentros con matronas casamenteras, señor Darcy. —Soltó una ronca carcajada—. Ha sido usted muy hábil, señor. Muy hábil, en verdad.

Como no había ninguna manera decente de responder a esa observación, el caballero guardó en silencio, pero se sentía cada vez más inquieto. Mientras seguían avanzando, percibió varias miradas sospechosas por parte de la dama y cuando ella tropezó con una piedra del camino y cayó en sus brazos, comenzó a alarmarse ante el posible significado de aquellas miradas. Cuando llegaron a la cima, se excusó rápidamente y se acercó al resto del grupo.

La señorita Avery había llegado antes que ellos y enseguida corrió hacia donde estaba su hermano, que casi no quiso escucharla y la miró con gesto de disgusto.

—Bella, deja ya de tartamudear, niña, o no te prestaré atención nunca más. ¿Qué ha pasado con Sayre? —La señorita Avery trató de satisfacer la solicitud de su hermano, pero Manning se giró rápidamente y llamó a su otra hermana—. ¡Letty! Bella está totalmente conmocionada… Está diciendo algo sobre Sayre. Tal vez tú puedas entenderle, ¡porque yo ya no puedo tolerar sus balbuceos ni un segundo más!

Ante semejante reproche, y delante de todo el mundo, las mejillas de la señorita Avery se tiñeron de un color rosado que no favorecían nada a sus rasgos y se apartó apresuradamente de Manning. Con la intención de alejarse lo más posible, tomo la dirección opuesta a la del resto del grupo y se fue sola hacia una enorme piedra solitaria que descollaba unos pocos metros más allá, vigilando todo el paisaje.

Darcy la vio avanzar hacia allí y luego se giró hacia el resto del grupo, con la mandíbula apretada por la rabia que le producía la cruel demostración de desprecio de su propia sangre que acababa de hacer Manning. Realmente, no podía soportarlo más.

—¿Cree usted que las oiremos susurrar, señor Trenholme? —preguntó lady Felicia, pasando suavemente la punta de sus dedos enguantados por la superficie de la piedra más grande.

—No puedo decir que las haya oído alguna vez —confesó Trenholme—, pero me atrevería a decir que no vamos a oír nada a plena luz del día. Ese tipo de cosas —dijo y bajó la voz hasta adoptar un tono siniestro— pertenecen a los muertos de…