Enderezó los hombros y comenzó a avanzar hacia el salón de música. El hecho de regresar a las deliciosas tradiciones navideñas de Pemberley había sido al mismo tiempo un bálsamo y una prueba para su equilibrio. Casi todo le recordaba de alguna manera sus recientes pérdidas y las responsabilidades actuales, que sólo podía olvidar cuando se dejaba atrapar por la alegría de la época, o cuando se permitía perderse en los recuerdos más inmediatos de sus perturbadoras conversaciones con la señorita Elizabeth Bennet. Darcy había revivido los momentos de su baile en Netherfield docenas de veces, y se había obligado a recordar cada una de las palabras de la muchacha y los matices de su actitud. Desde luego, no había olvidado la sensación de la mano de ella entre las suyas y la dulzura de su esbelta figura pasando a su alrededor durante el baile. Ni tampoco la inexplicable sensación de intimidad que había experimentado al compartir el libro de plegarias con ella y oír el coro de sus voces unidas recitando los salmos.
Pero estos recuerdos placenteros e inquietantes no habían sido suficientes. Como había deducido su hermana, era cierto que él había adquirido el hábito de imaginar que Elizabeth estaba allí, a su lado. ¿Le agradarían sus tíos? Los jardines y el parque de Pemberley eran universalmente admirados, pero ¿le gustarían a Elizabeth? Se había llegado a sorprender examinando minuciosamente una pieza de plata y preguntándose si su intrincada decoración sería del gusto de Elizabeth. ¿Y qué pensaría ella de aquella incomprensible evolución de su hermana? Cuando su imaginación trajo nuevamente a Elizabeth a su lado y puso su mano sobre su brazo, Darcy admitió por fin que estaba necesitando desesperadamente el consuelo de alguien más. Bajó la vista y la vio, mientras lo miraba con las cejas levantadas y una sonrisa burlona en los labios. Sí, ella podría sacarlo de aquel estado tan circunspecto. Pero ¿dónde podría encontrar otra mujer semejante?
El sonido de una risa femenina y una risita masculina atravesó sus pensamientos, desvaneciendo aquella ilusión. Dobló la esquina y entró en el salón para reunirse con sus familiares. D'Arcy estaba susurrando al oído de Georgiana algo que volvió a hacerla estallar en risas, mientras lady Matlock los miraba con aprobación.
—¡No! ¡No puedes estar contándome toda la verdad, Alex!
—Pregúntale a mi padre si lo dudas, prima —contestó D'Arcy con una sonrisita de superioridad—, porque tu hermano jamás lo admitirá.
—¿Admitir qué, Alex? —preguntó Darcy mientras se servía un vaso de vino.
—Que una vez te escapaste durante la víspera de Navidad para unirte a los mimos de Derbyshire, justo antes de que actuaran en Lambton. —Darcy frunció el ceño—. Tenías diez años, creo, y cuando desapareciste, todos estábamos en la iglesia de St. Lawrence, en el servicio religioso.
—¡Hermano, eso no puede ser cierto! —Georgiana lo miró con asombro.
Darcy asintió lentamente, mientras el vino despertaba su paladar.
—Es cierto, pero sólo tenía diez años; y puedes estar segura de que nuestro padre me hizo ver con claridad cuán inapropiada había sido esa aventura.
—Pero nuestro tío…
—Ah, tu padre se vio obligado a llamar al mío para que le ayudara a rescatar a tu hermano de un altercado con algunos de los actores más jóvenes, que lo superaban en número —completó D'Arcy alegremente.
—¡Alex! —Darcy miró a su primo con desaprobación—. Esto no es una conversación apropiada…
—¡Pero es muy interesante! —se oyó decir a Fitzwilliam desde la puerta—. Recuerdo el caso bastante bien y recuerdo haberte lanzado unos cuantos gritos de aliento desde la ventanilla del coche. ¡Oh, fue una adorable pelea, una adorable pelea! —Levantó su vaso para brindar por Darcy, mientras que D'Arcy y el conde lo imitaban—. ¡Que nunca se diga que tú no eres un valiente hasta el final, Fitz! Uno contra tres, ¿no es cierto?
Darcy inclinó la cabeza.
—Eran cuatro… y lo admito sólo porque me gusta la exactitud. —Se volvió hacia Georgiana—. Fue una tontería increíble y sólo me sentí orgulloso durante unos pocos minutos, antes de que papá me hiciera entrar en razón.
—¡Que hiciera entrar en razón a su trasero! —apostilló Fitzwilliam—. Recuerdo verte de pie durante la cena de Navidad de ese año y sentirme profundamente agradecido de no estar en tu lugar.
—¿Escuchamos un poco de música? —Mientras que todos los jóvenes presentes recordaban situaciones similares con sus propios padres, Darcy aprovechó la pausa que se produjo en la conversación para cambiar el tema. Durante la siguiente media hora, Darcy y su hermana deleitaron a sus invitados con los duetos que habían preparado. Lady Matlock se sentó luego al gran arpa y tocó composiciones que conmovieron a todo el mundo en la medida en que les recordaron navidades pasadas y la presencia de seres queridos ya fallecidos.
Cuando terminó, Fitzwilliam la acompañó a sentarse nuevamente en su sitio y se dirigió al resto de la familia:
—No creo poseer ningún talento musical ni he practicado para prepararme, pero voy a tocaros algo… y cantad conmigo si recordáis la letra. —Se sentó frente al piano y tocó la primera tecla.
"...All hail to the days that merit more praise
Than all the rest of the year,
And welcome the nights that double delights
As well for the poor as the peer!
Good fortune attend each merry man's friend
That doth but the best that he may,
Forgetting old wrongs with carols and songs
To drive the cold winter away..."
La contribución de Fitzwilliam a la velada fue aclamada por un coro de risas y luego su hermano, su padre y su primo se dejaron tentar y se unieron a él junto al instrumento.
"...'Tis ill for a mind to anger inclined
To think of small injuries now,
If wrath be to seek, do no lend her your cheek
Nor let her inhabit thy brow.
Cross out of thy books malevolent looks,
Both beauty and youth's decay,
And wholly consort with mirth and sport
To drive the cold winter away.
This time of the year is spent in good cheer
And neighbors together do meet,
To sit by the fire, with friendly desire,
Each other in love to greet.
Old grudges forgot are put in the pot,
All sorrows aside the lay;
The old and the young doth carol this song,
To drive the cold winter away.
When Christmas's tide comes in like a bride,
With holly and ivy clad,
Twelve days in the year much mirth and good cheer
In every household is had.
The country guise is then to devise
Some gambols of Christmas play,
Whereat the young men do the best that the can
To drive the cold winter away ..."
Al terminar la canción, el improvisado cuarteto hizo múltiples reverencias a su público, en medio de risas y aclamaciones. Pero cuando Darcy se levantó después de hacer otra inclinación, le pareció ver esa figura nupcial sobre la cual acababa de cantar, radiante con su vestido de novia, cruzando la puerta del salón de música. Y el adorable rostro que se veía bajo el ramo de acebo y hiedra era el de Elizabeth.