Chereads / SERIE FITZWILLIAM DARCY, UN CABALLERO / Chapter 58 - Capítulo 58.- Totalmente inaceptable II

Chapter 58 - Capítulo 58.- Totalmente inaceptable II

El salón destinado a servir la cena estaba lleno de invitados. Primero Darcy disminuyó el paso y luego se detuvo justo al pasar la puerta, pues la reticencia a mezclarse hombro con hombro con todo Hertfordshire casi lo hace desistir de su búsqueda. Aprovechando su estatura, echó un vistazo al salón y localizó a su presa. La señorita Bingley no había exagerado. Allí estaba Charles, sentado a la mesa con la señorita Jane Bennet todavía a su lado, rodeado por una buena cantidad de sus invitados, ignorando con alegre despreocupación todos los límites que lo liberarían de la necesidad de declarar sus intenciones ante el padre de la señorita Bennet por la mañana.

¡Idiota!, dijo Darcy para sus adentros. ¿Qué estás haciendo, por amor de Dios? ¿Cómo puedo ayudarte ahora? No había manera de atraer discretamente la atención de Bingley. Darcy podría abrirse paso entre la gente, pero ¿qué iba a decir cuando llegara al lado de su amigo, si éste estaba ocupado con sus invitados? ¡Un criado! Sí, ¡podría enviar a un criado para que lo llamara con urgencia! Pero ¿qué podría decirle en una entrevista tan corta, que sirviera a su propósito? En lugar de eso, lo más probable es que despertara la desafortunada tendencia de Bingley a la testarudez, y ¡Dios sabía lo que podría pasar entonces! No se veía ninguna otra solución posible, lo cual ponía a Darcy en una situación incómoda. Al parecer, no había otra cosa que hacer que esperar hasta que Bingley estuviese solo.

Tras inclinarse por ese camino tan poco satisfactorio, los deliciosos aromas de la mesa del banquete comenzaron a atraer sus sentidos. Agradecido por no tener que tomar ninguna decisión más urgente que comer, se acercó a la mesa y, tomando un plato, se sirvió una selección de carnes y un vaso de vino. Luego dio media vuelta y se dedicó a la tarea de encontrar la tarjeta con su nombre entre los adornos que llenaban las largas mesas. Su mirada recorrió las filas de mesas de un lado a otro, buscando la silla vacía que indicaría su lugar reservado. ¡Allí! Darcy miró la tarjeta que estaba al otro lado de la mesa más cercana, pero cuando se encontraba concentrado en eso, su atención fue atraída por unos rizos adornados con flores que subían y bajaban. Volvió a mirar el nombre de la tarjeta y luego, justo frente a él, se encontró con los ojos asombrados y cautelosos de Elizabeth. Enseguida cruzó por su mente la idea de que aquella disposición de lugares había sido hecha a propósito, y no por la señorita Bingley. Le lanzó una mirada a su amigo. ¿Charles? Quienquiera que lo hubiese arreglado, ya no había nada que hacer. Con un cosquilleo de inquietud, puso su plato sobre la mesa y tomó asiento en silencio frente a Elizabeth.

—… será pronto, de eso puede estar usted segura, lady Lucas. No estoy de acuerdo con los compromisos largos y no creo engañarme al pensar que al señor Bingley tampoco le gustan. Mírelos y verá usted que él está más que impaciente por concluir el asunto.

El complaciente ronroneo que caracterizaba la voz de la mujer hizo que Darcy recordara con claridad la primera impresión que había tenido de la señora Fanny Bennet. Estaba sentada frente a él, pero dos puestos más allá, tan regordeta e indiferente a su presencia como un viejo gato atigrado, cuyos ávidos ojos estuviesen fijos en un ratón particularmente apetitoso. Darcy siempre había detestado a los gatos, pues su atención selectiva frente a la autoridad y su propensión a divertirse amenazando su comida no resultaban muy recomendables para la disciplinada forma de vida de Darcy. La noche que se vieron por primera vez, la señora Bennet le causó exactamente la misma impresión.

—Un joven tan encantador, ¡y tan rico! El partido perfecto para mi hermosa Jane, en todos los aspectos. ¡Y cuando uno piensa que Netherfield está sólo a tres millas de Longbourn! Bueno… siendo usted también madre, lady Lucas, puede apreciar las ventajas enseguida.

Darcy frunció el ceño ante la abrumadora vulgaridad de la señora Bennet al hablar sobre las expectativas que le despertaba la idea de tener a Bingley como yerno. Tomó el cuchillo y el tenedor y, casi sin saber lo que hacía, comenzó a cortar la carne.

—Usted se puede imaginar el enorme consuelo que siento al ver la deferencia y el cariño con que tratan a Jane las hermanas del señor Bingley. Con toda seguridad, ellas deben anhelar el compromiso. Y ¿por qué no? El apellido Bennet, aunque no es noble, tampoco es desconocido entre los grandes de Inglaterra.

Cuando el trozo de jamón que acababa de meterse a la boca amenazó con atragantarlo, Darcy tomó rápidamente su vaso de vino y le dio un generoso sorbo para facilitar el paso del bocado por la garganta. ¡Insoportable! Un cruel desprecio congeló su actitud. ¿Acaso aquella mujer había perdido el juicio o simplemente le gustaba engañarse? Miró de reojo a Elizabeth al otro lado de la mesa y enseguida sintió en sus propias mejillas el calor que ruborizaba a la muchacha. Sus ojos miraban en todas direcciones menos hacia él y le temblaba el labio inferior. Darcy volvió a mirar su copa y agitó su contenido.

—Aún más, es una circunstancia muy prometedora para las niñas más jóvenes y un gran alivio para mí. ¿Le sorprende que diga eso? ¿Por qué? Con seguridad… el hecho de que Jane se case tan bien contribuirá a poner a sus hermanas en el camino de otros hombres ricos.

—¡Mamá, por favor! —La súplica de Elizabeth llegó hasta los oídos de Darcy, pero era tal la indignación por su amigo, y no por él, que le restó importancia.

—… y así las cosas, será tan placentero poder dejarlas al cuidado de su hermana. Así ya no estaré obligada a acompañarlas a todas partes y podré asistir sólo a los eventos sociales que me apetezca.

—¡Por el amor de Dios, mamá, habla más bajo! —Había verdadera desesperación en la voz de Elizabeth, y cuando Darcy la oyó, su desprecio dejó paso a una dosis de rabia hacia aquella mujer por cuenta de las súplicas de su hija.

—Lizzy, no me interrumpas. Discúlpeme, lady Lucas, ¿por dónde iba? Ah, sí. Estaba a punto de asegurarle que, en medio de mi buena suerte, no me he olvidado de sus obedientes hijas. Estoy segura de que, en muy poco tiempo, usted estará en la misma situación en que yo me encuentro.

Darcy observó que Elizabeth volvía a inclinarse sobre su madre, con el rostro transfigurado por el disgusto y la vergüenza, que se veía acentuada por el excesivo brillo de sus ojos. Susurró algo en voz inaudible. Darcy supuso que era algo que tenía que ver con él. Su deducción no tardó en ser confirmada.

—¿Y qué me importa a mí el señor Darcy? Dime, ¿por qué habría de tenerle miedo? —La respuesta de la señora Bennet lo golpeó como una bofetada en el rostro—. No le debemos ninguna consideración especial como para sentirnos obligadas a no decir nada que pueda molestarle.

Darcy le dio un pequeño sorbo a su vino y dejó el vaso sobre la mesa de manera deliberada. Nunca había sido testigo de un despliegue de grosería tan monumental. Aún más, el hecho de ser objeto de semejante despliegue era tan asombroso, tan desagradable, que no tenía palabras. La señora Bennet siguió parloteando, ignorando las miradas de incomodidad que le dirigían tanto su hija como lady Lucas. Para su consuelo, Darcy comprobó que nadie lo estaba mirando, excepto Elizabeth, cuyo malestar por la conducta de su madre la cubría de vergüenza. Un inesperado deseo de aliviarla de alguna manera atenuó su disgusto, pero no logró cambiar la resolución implacable que acababa de tomar: no había nada bajo el cielo que lo detuviera de evitar una equivocada unión entre Bingley y aquella familia. Darcy tomó el tenedor y, sin saborear ni un solo bocado, concentró su atención en terminar la comida de su plato, mientras reflexionaba sobre la estrategia que adoptaría para dirigir su próxima campaña.