Tong Yan quedó estupefacto. Su mirada se paseó entre esa mujer y su presidente, sintiendo que acababa de recibir un golpe en la cabeza.
—Tong Yan —el sonido de los dedos tamborileando en la mesa lo sobresaltó y trajo de vuelta a la realidad.
Respondió a toda prisa.
—¡Sí!
—He dicho tu nombre tres veces. ¿En qué mundo estabas…? —dijo Sheng Yize con resignación—. Lo firmé. Ahí tienes.
Guau, ¡eso resultó muy bien! Su presidente tenía la costumbre de ofrecer comentarios sarcásticos con un tono frío y le complacía destrozar la confianza de los demás. ¿Por qué era tan amable hoy?
—Sí —tomó el documento y salió de la oficina, aun encontrando increíble lo que acababa de suceder.
¿Quién demonios era esa mujer? ¿La esposa de su presidente? ¿Novia? ¿O algo más? No pudo evitar preguntarle curiosamente al asistente especial.
—Sr. Jiang, ¿cuál es la relación entre esa mujer y nuestro presidente?
Jiang quedó perplejo.