Chi Yuanfeng perdió la cuenta de cuántas veces se puso de pie. Pese a estar cubierto de tierra de la cabeza a los pies, tenía una expresión obstinada en la cara que era muy rara.
Viéndolo desde un costado, los ojos de Fang Shanshan se desbordaban de lágrimas. Él siempre actuaba como un pelele cuando ella le pegaba. O corría en pánico o suplicaba su compasión sin dudarlo. Sin embargo, pese a los pesados puños de Fang Liyuan, ni siquiera había gruñido, ¡ni mucho menos pedido misericordia!
¡Chi Yuanfeng, estúpido!
Después de que recibiera otra patada, Fang Shanshan rompió en un llanto enojado. Bloqueó el camino de Fang Liyuan y gritó.
—¡Deja de pegarle o nunca más te hablaré!
—¡Muévete! —dijo con una voz hostil, luciendo molesto.
—¡No, no lo haré!
—Shanshan —Chi Yuanfeng respiró y se levantó de nuevo—, puedo hacerlo.