¿No debería estar odiando a Qi Yanxi, a An Xiaxia y a todo el mundo? Aquellos a los que los abrumaba el odio eran maniacos y la manía de Mu Li era precisamente de lo que Li Fanxing se iba a aprovechar.
Mu Li desvió la mirada y ya no le quería hablar. Li Fanxing sonrió con superioridad. Todavía le quedaban otras cartas para jugar. Solo espera y verás.
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Sheng Yize suspendió todo su trabajo y se fue con An Xiaxia para que tomara un descanso.
—¿La compañía estará bien? —antes de subir al avión, ella seguía confirmándolo con el reiteradas veces—. Ah... Puedo ir sola, ¿sabes?
—Quiero hacerte compañía, tontita —le dio un golpecito en la cabeza con sus nudillos.
—Mm... ¡Solo pensaba que deberías estar ganando dinero para la universidad de nuestros bebés!