La caída produjo un ruido tan fuerte que todos en el salón lo escucharon. Voltearon en esa dirección al unísono y se encontraron con las dos mujeres en el suelo, ambas sudando frío del dolor. An Xiaxia estaba mareada y su vista borrosa. Le costó mirar a Mu Li, que también estaba adolorida. Sin embargo, cuando hicieron contacto visual, Mu Li soltó una risa frenética. Era la risa de alguien que estaba desahogando su rencor.
—Si tengo que vivir siendo miserable, tú también. ¡Caeremos juntas! —su risa era siniestra.
An Xiaxia se mordió el labio con fuerza y cerró los ojos.
—Xiaxia —una figura caminó hacia ella, emanando un aire escalofriante mientras avanzaba. Llegó a su lado rápidamente y la tomó en brazos. Su voz estaba temblorosa—, quédate conmigo. Solo aguanta un poco. ¡Los médicos llegarán pronto!
Ella rompió en llanto con la voz de Sheng Yize. Los bebés... sus bebés...
—Xiaxia... —Qi Yanxi también estaba a su lado y la miró con inquietud.