Eso sonaba como un muy buen trato.
—Buena chica —frotó la cabeza de Albondiguita—. Si te casas con nuestra familia tendrás dulces todos los días.
—¿Muchos dulces? —estaba babeando.
—Sí.
—Me quiero casar con él ahora —tenía una mirada ilusionada en los ojos.
—¡Tu mano! —el chico se les acercó con una expresión seria en la cara—. ¡Vamos!
—Mm... —Albondiguita parecía aproblemada e intentó escoger entre los dulces y su hermano.
—¿Quién rayos eres tú? —Sheng Yize levantó una ceja—. ¿Te di permiso para que te lleves a mi nuera?
—Ignóralo —dijo An Xiaxia—. ¡Solo está siendo infantil!
—Jum, así veo —el chico resopló soberbiamente, bajó la vista y lanzó una mirada rígida a Albondiguita—. ¿Vienes o no?
Ella sorbió y luego puso su manito en su palma, obedientemente.
—Hermano, si voy contigo, ¿igual podré casarme con su bebé? —parecía que iba a llorar.