—Estás... estás muy cerca... —An Xiaxia tartamudeó nerviosamente por su movimiento repentino.
—¿Por qué debería alejarme? —Sheng Yize bajó la voz a propósito—. ¿Estás pensando... cosas indecentes?
—¡No! ¡Ya no soy una chiquilla enamorada! —gritó con honestidad. Él sonrió un poco, tomó sus labios con su boca y los mordió delicadamente. La mujercita se puso rojo escarlata de inmediato.
—¿Decías? —levantó una ceja.
—Sheng Yize —tapándose las mejillas con las manos, ella dijo, exasperada—, ¡cada vez eres más desagradable!
Él sonrió, tomó su mano y le puso un anillo en el dedo.
—Esto... —tenía los ojos abiertos de par en par mientras veía el anillo en su dedo.
Si mal no recordaba, este era el anillo que él había preparado cuando se le había propuesto en la rueda de la fortuna. Era increíblemente precioso.
—¿Te gusta? —sonrió y frotó su cabello.