No podía vivir así. Nadie sabía lo emocionada que había estado cuando se enteró de que estaba embarazada. La euforia y preocupación que se sentía tener una vida creciendo en ti... era algo que solo aquellos que lo habían experimentado podían entender. Pero ahora...
An Xiaxia se mordió el labio con fuerza para evitar llorar. No quería que Sheng Yize se preocupara. Solo podía imaginarse lo doloroso que debió ser para él cuando se enteró de las noticias por primera vez y cuánto se debía haber culpado a sí mismo. El bebé les pertenecía a ambos. Sin importar la decisión que tomaran, sería igual de doloroso e insoportable.
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Un día, Qi Yanxi se conectó al juego como siempre cuando regresó a casa del trabajo. Había pasado tiempo desde la última vez que vio a An Xiaxia conectada. Dudó y luego marco su número. La llamada conectó de inmediato.
—¿Aló? —su suave voz tenía algo nasal.
—¿Pescaste un resfriado o estás llorando? —frunció el ceño.