—¡Mierda! —Chi Yuanfeng gritó, golpeándose el pecho—. ¡Ustedes son unas desalmadas!
¡Una estrella como él debió haber sido más listo y no haberse ido de vacaciones al territorio de Fang Shanshan! ¡Ahora estaba a la merced de esas dos lobas! En serio era su propia culpa. Había sido lo suficientemente tonto de creer a Fang Shanshan cuando le sorbió y gimoteó, diciendo que estaba sola y enferma en casa. Hasta podía oír el retumbo de los truenos al otro lado cuando lo llamó, lo que lo ablandó de inmediato. Pospuso todo su trabajo y voló hasta ahí la misma noche.