¿Cómo...? ¿Acaso la persona misteriosa no había desaparecido?
—¿Aló? —contestó con los dedos temblorosos. Era esa voz procesada de nuevo.
—Je, tanto tiempo.
—¿Acaso... acaso no dijiste que no volverías a aparecer? —An Xiaxia casi soltó el teléfono.
—¿No te da curiosidad saber quién soy? —la voz rio a carcajadas, con un tono seductor.
—¿Quién rayos eres? —preguntó involuntariamente. ¿Quién era la persona que la había amenazado con la seguridad de su familia y que la había obligado a abandonar a Sheng Yize?
—Pronto lo sabrás.
—Señora —estaba totalmente desconcertada. Justo en ese momento, un guardaespaldas que la había acompañado hasta ahí se inclinó educadamente—, por favor, descanse en la villa.