Sheng Yize intentó detenerlo, pero llegó demasiado tarde. An Xiaxia recibió una fuerte cachetada en la mejilla. La fuerza la botó al suelo de inmediato y miró al Sr. Song con incredulidad.
—¿Estás loca? ¿Cómo pudiste empujarla por las escaleras? ¡Pudiste haberla matado! —la reprendió y luego les pidió a los otros que llamaran al doctor de la familia.
An Xiaxia se sentó en las escaleras y el oído no dejaba de zumbarle.
—Xiaxia, ¿estás bien? —Sheng Yize se le acercó a toda prisa.
Ella agitó la mano, gesticulando que estaba bien.
—No la empujé —dijo con mucha dificultad.
—Sé que no la aceptarás, pero ¿en serio es necesario que hagas esto? —el Sr. Song le lanzó una mirada seria—. Xiaxia, tu decisión caprichosa de encarcelar a Song Qingwan ya me complicó las cosas, ¿por qué no dejas tranquila a la Señora Chu?
Ella estalló en llanto con sus acusaciones sin fundamentos.