Seguía dudando si ir o no, pero su teléfono vibraba constantemente, recordándole todos los mensajes en su grupo de Wechat. Lo abrió y pensó que se convertiría en enemiga del estado.
—¡Oh, dios! ¿Qué tan grave es la lesión del Joven Amo Ze? Anan, ¿¡por qué no estás con tu esposo!?
—¡Exacto! ¡Estoy indignada contigo! ¡Anan, eso no está bien! Estaría más que feliz de ocupar tu lugar, ¡solo pídelo!
—¡Ey, deja de intentar ser tierna! Estaba trabajando en el hospital con el Editor Zhou y nos encontramos con el Joven Amo Ze solo en una habitación... ¡Anan, compadécete!
An Xiaxia: «... ¡Ni siquiera es mi esposo!»