El atractivo adolescente observó las palabras con el rostro impasible. Vio que el dedo de An Xiaxia se puso rojo por el frío viento y que luego puso su mano de vuelta en el bolsillo. Sus ojos les recordaban a las estrellas y brillaban tanto como la primera vez que la vio.
—Joven Amo... —dijo en voz baja el chofer, que ya no podía soportarlo.
La mano de Sheng Yize ya estaba en la manilla de la puerta cuando de repente se detuvo. Alguien tocó el hombro de An Xiaxia. Confundida, volteó y un par de manos apretaron la bola de pelos encima de su gorro.
—Hola, tanto tiempo.
—¿Eh? ¿Yin Qinghan?
—¿Comerás aquí? —parecía cansado—. Entremos. Estoy muerto de hambre.
Antes de que se pudiera negar, la arrastró de regreso al restaurante. Después de sentarse, ella miró por la ventana y vio que el Audi se había ido. Era como si, para empezar, nunca hubiera estado ahí.
—¿Qué haces aquí? —estaba confundida.