An Yibei le dio palmaditas en la espalda para tranquilizarla pero sus labios se habían fruncido en una línea fina y simplemente no le respondía.
—¿Quién era ella? —le preguntó An Xiaxia entre sollozos—. Dime. ¿Por qué tenemos la misma apariencia...? ¿Por qué murió...?
Era como si la persona más importante en su vida acabara de desaparecer y ese era un sentimiento que nadie más que los involucrados podían entender. Pensó que esta sensación la mataría.
Al escuchar su llanto, él sintió un dolor punzante en el pecho. Casi le dijo la verdad, pero cuando habló, las palabras que salieron eran más cortantes y maliciosas que nunca.
—Hay tanta gente parecida en el mundo. An Xiaxia, ¿tan engreída eres? ¿Vale la pena llorar por esto?
—Solo es una víctima de un caso viejo que tomé —ella lo miró, espantada, mientras él continuaba—. ¡Estás loca!
¿Loca? ¿Acaba de decirle eso? Ya no era una niña. ¿Por qué intentaba restarle importancia con una excusa tan mala?