En esta pacífica atmósfera, el teléfono de Qi Yanxi comenzó a sonar de nuevo. Los últimos días le habían estado llegando malas noticias constantemente, pero no esta vez. En realidad, eran excelentes noticias. Padre Qi había despertado. Respiró profundo, se despidió de Sheng Yize y se dirigió al hospital.
Su padre llevaba despierto un rato cuando llegó y el asistente le informó de los sucesos más recientes. Por otra parte, Lu He estaba de pie, temblando, al costado de la cama. Casi lo había logrado, pero dio la casualidad de que el Gran Maestro despertó...
—Estoy muy decepcionado de ti —Padre Qi la miró con melancolía y sonaba exhausto.
—Amo... —ella rompió en llanto—. Todo fue un malentendido... Jamás podría hacer algo así. Me están difamando...
—Amo —el asistente la miró con frialdad antes de voltear a Qi Yanxi. En voz baja dijo—, llegó el joven amo.
Padre Qi miró hacia la puerta. Qi Yanxi apretó los puños y entró lentamente.