La comida que el Sr. Song preparó, de hecho, era un banquete de exquisiteces lo suficientemente grande para alimentar a una habitación llena de gente. Los platos iban de cocina china a occidental, que hizo que los ojos de la glotona Xia se desorbitaran. Estaba extasiada y uno casi podía ver burbujas rosadas saliendo de su cabeza.
Después de intercambiar cortesías, el Sr. Song anunció que era hora de comer y An Xiaxia se sumergió felizmente en su comida.
—Espero que te sientas en casa aquí —soltó sonriendo al verla con las mejillas infladas de toda la comida que tenía en la boca.
—Gracias, señor —murmuró ella, y la luz en los ojos del Sr. Song se debilitó un poco.
—Tranquilízate —Sheng Yize puso algunas de las comidas favoritas de An Xiaxia en su plato y le advirtió—. Tu estómago explotará así.